25 de agosto de 2025

Dice el Señor: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mi" (Jn. 14,6)

 


En el texto de Isaías de este día (cap. 66,18-21), el profeta se dirige al pueblo vuelto con ilusión del exilio, pero que ahora en su tierra sufre penosos problemas,  su fe flaquea y agoniza su esperanza, por lo que le sigue este anuncio de salvación.
En efecto, después del exilio iba surgiendo un judaísmo cerrado sobre sí que buscaba defender su identidad, evitaba mezclarse con los extranjeros, sugiriendo la exclusión de los mismos de  la salvación.
En este contexto, el profeta anuncia el día mesiánico de la reuniòn de todos los pueblos en Jerusalèn, lugar de salvación universal.
O sea, no solamente el pueblo de Israel está llamado a la salvación, a la vida eterna, sino todos los pueblos de la tierra, toda persona que viene a este mundo por ser criatura de Dios, está llamada a la salvación, formando un único pueblo. 
Es cierto que para que eso suceda, indudablemente hay que dejar de lado muchas barreras, la de la cultura, la de la raza, incluso de las creencias, para poder aceptar la verdad que está presente en el único Dios, uno y trino, y manifestado en la persona de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre en el seno de María.
De manera que aún todos aquellos que creen en el budismo, o son islamitas, o buscan a Dios de otra forma, están llamados a formar un único pueblo, pero aceptando a Jesús como el Hijo de Dios hecho hombre, como el único salvador. 
En el texto del Evangelio (Lc. 13,22-30, Jesús enseña que son recibidos aquellos que vienen del norte o del sur, de oriente o de occidente, o sea, aquellos que lleguen de distintos lugares del mundo, y que ciertamente lo acepten a Él, porque aquellos que vienen del judaísmo lo han rechazado, no se han convertido. 
Y por eso Jesús, con toda claridad, cuando le preguntan acerca de si son pocos los que se salvan -pensando el que pregunta sólo en los judíos como pueblo elegido-,  les dirá que es necesario pasar por la puerta estrecha. Es decir, tanto judíos como paganos deben pasar por la puerta estrecha de la salvación, de la renuncia de sí mismos.
La puerta estrecha que va también, como dice el texto paralelo de San Mateo, el camino estrecho. Porque para la perdición tenemos muchas facilidades, y por eso el Evangelio habla del camino amplio, y de la puerta amplia, para alejarse de Dios. En cambio, para pertenecer al Señor, el camino  es estrecho y la puerta es estrecha. 
Y dirá el Señor también, que no basta con golpear la puerta, "Señor, ábrenos". "¿Quiénes son ustedes? Yo no los conozco" respondiendo a la afirmación de que convivía con ellos en su vida mortal.
Alguien podrá decir, "yo era monaguillo", "yo pertenecía a la catequesis", "yo  a la acción católica", "estaba en el grupo juvenil". Pero el Señor podría responder, "No los conozco", porque no basta el haber recibido el bautismo, ser cristiano, sino que es necesario transitar el camino estrecho, y pasar por la puerta estrecha. 
O sea, no basta la fe, sino que son necesarias las obras. Lutero decía que era suficiente con la fe, y se olvidaba de las enseñanzas de la carta de Santiago, que la fe sin obras no sirve para nada. Por lo tanto, es la realización de obras concretas, en honor de Dios y en caridad para con el prójimo, lo que conduce a la salvación. 
Muchas veces se mete en la conciencia colectiva la idea de que todo el mundo va al cielo. De hecho, si bien no tenemos una revelación divina acerca de eso, son pocos los que van directamente al cielo. Los demás, con la gracia de Dios, y si morimos arrepentidos de nuestros pecados, tenemos que purificarnos en el purgatorio. 
Si leemos por ejemplo, los avisos necrológicos de cada día, nos encontramos que la gente se adhiere al duelo de alguna persona y ya parte de la idea de que el difunto está en el cielo,  y no es así. 
El Papa Benedicto XII,  a través de la bula Benedictus Deus (año 1336), definió dogmáticamente que después de la muerte si hemos muerto en gracia, después de ser purificados, veremos cara a cara a Dios, nos encontramos con la vida eterna, en el cielo. Asimismo los muertos en pecado mortal son inmediatamente condenados.
O sea, Benedicto XII, define que después de la muerte hay salvación o condenación, por lo que  tenemos que trabajar permanentemente para llegar a la vida eterna, que está como promesa para toda la humanidad, en la profecía de Isaías y en el mismo Evangelio. 
Pero es necesario responder con nuestra libertad porque somos libres para responder o no a Dios nuestro Señor ante aquello que nos ofrece, mientras siempre ayuda con su gracia para llegar a la vida. 
Y así, en la Carta a los Hebreos (12,5-7.11-13), el autor sagrado advierte que de Dios recibimos corrección, y que cada uno de nosotros debe sentirse feliz por ser corregidos por Dios, porque eso ayuda justamente a cambiar y  comenzar  una vida nueva. 
Así como un padre si ama a su hijo  lo reprende cuando  hace algo malo, así también el Padre del Cielo nos corrige para que podamos cambiar y seguir en este camino de la salvación. 
Por eso es muy importante, queridos hermanos, trabajar incansablemente para unirnos cada vez más a Jesús, de tal manera que cuando golpeemos la puerta, en lugar de decirnos que no nos conoce, diga vengan benditos de mi Padre al reino que no tiene fin. Ustedes sí han hecho la voluntad del Padre mientras vivían, vengan por lo tanto a participar del reino.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el domingo XXI "per annum". 24 de agosto de 2025. 

18 de agosto de 2025

Esperé confiadamente en el Señor : Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor (salmo 39)

 

Los textos bíblicos de este domingo ponen el acento en la persecución que se sufre en el seguimiento de Dios Nuestro Señor, en el caso del Antiguo Testamento, o en el seguimiento de Cristo, en el caso del Nuevo Testamento. 
Este seguimiento del plan de Dios siempre trae problemas al creyente, por eso ha de estar preparado y armarse con la fe, la esperanza y la caridad y no desfallecer en medio de las dificultades. 
La primera lectura tomada del profeta Jeremías (38,4-6.8-10)  presenta la figura del profeta que sufre persecución por decirle al rey Sedecìas y a sus seguidores, que pongan su confianza en el Dios de la Alianza, que no vayan a buscar el apoyo de Egipto para liberarse de Nabucodonosor, porque esto va a ser peor todavía. 
No le hacen caso, y de hecho, diez años después, Nabucodonosor toma Jerusalén, ya de una forma definitiva, y son conducidos los judíos màs importantes  al destierro. 
Mientras tanto el profeta es humillado, insultado, descreído y terminará asesinado en Egipto. 
Siempre se ha visto a este profeta, como el profeta de las calamidades, como un anticipo del Cristo doliente, que también es humillado, despreciado, perseguido, no es escuchado y que va a la muerte también, por su pueblo. 
En la segunda lectura tomada de la carta a los Hebreos (12,1-4), se menciona la necesidad de ser testigos de los sucesos de fe vividos por el pueblo de la alianza antigua, y de la nueva con Cristo.  
El autor sagrado habla de la multitud de testigos, a los cuales ya había mencionado, Abraham, Isaac, Jacob, Sarah, todos aquellos que en la fe caminaban  ansiando llegar a la tierra prometida. 
En el texto de hoy,  siguiendo el ejemplo de esos testigos,  vamos detrás del Cristo doliente y humillado, y así "fijemos la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe, en Jesús, el cual, en lugar del gozo que se le ofrecía, soportó la cruz, sin tener en cuenta la infamia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios".
Esto implica, por cierto, abandonar en primer lugar, el pecado, todo aquello que impide la búsqueda de Cristo, su seguimiento fiel. 
De tal manera, que se nos recuerda que es imposible ser discípulo del Señor si no renunciamos al pecado, a lo terrenal, para adherirnos a los verdaderos bienes que se nos muestran repetidamente.
Y así, el proyecto de vida manifestado, tanto en la primera lectura como en la segunda, consiste en la renuncia de uno mismo para seguir a Dios, en el caso de Jeremías, o al Hijo de Dios hecho hombre, Jesucristo, en la carta a los hebreos. 
Obviamente que este panorama que se le presenta al creyente, suele provocar el desbande, o sea, el seguimiento de Cristo, para mucha gente, no es algo atractivo para la vida. ¿Para qué vamos a preocuparnos? ¿Para qué vamos a ser perseguidos?.
Es decir, resulta frecuente que  las personas se pregunten: ¿Para qué vamos a dar la cara por el Señor cuando podemos vivir en este mundo, colmados de felicidad terrenal, dándonos todos los gustos, siendo el placer el objeto de nuestra vida, y dejando la preocupación por la vida eterna para cuando seamos viejos, o cuando veamos que es lo más conveniente para nuestra existencia? 
Por eso también hoy en día observamos cómo se abandona la fe católica,  la misa dominical, no solamente en esta iglesia, sino en las demás iglesias de la ciudad, y yo diría del mundo. 
La gente está en otra cosa, pensando en gozar lo máximo y sufrir lo menos posible, aunque de la cruz diaria nadie puede escapar.
Todo esto permite entender lo que afirma Jesús, trayendo a la sociedad la división, causándola Él mismo, ya que muchos lo rechazan y otros lo siguen, incluso dentro de la familia misma.
En efecto, en cada familia, en cada grupo de amigos, en los compañeros de trabajo, en cada sociedad humana, hay quienes siguen a Cristo y quienes no quieren saber nada con Él. 
Por eso nos dice Jesús en el Evangelio que en una familia de cinco personas, tres miembros están contra  dos, y dos contra tres, y así sigue la vida, digamos, adelante. 
Pero ¿Quién es el que triunfa? Por supuesto el que sigue a Cristo Nuestro Señor, pero sabiendo que ha de sufrir persecución. Hoy en día hay muchos perseguidos en el mundo por Cristo Nuestro Señor, los musulmanes asesinan a muchos cristianos seguidores de Cristo, en diferentes lugares el mundo, en nuestra sociedad, aparentemente más educada, la persecución pasa por el desprecio, el rechazo, la indiferencia, el ninguneo. 
En Santa Fe, por ejemplo se redondea una Constitución provincial en la que se ignora al catolicismo, incluso con el beneplácito de católicos que deberían ser ejemplo de trabajar por la presencia de la verdad en los distintos ámbitos de la vida social.
Pero el verdadero seguidor de Cristo sabe que la persecución lo espera como consecuencia de su fidelidad a aquel que es el camino, la verdad y la vida. 
Pidámosle entonces al Señor que nos dé su gracia para que sepamos acompañarlo, padeciendo con él, que vive angustiado hasta que llegue el momento de su bautismo, es decir, la muerte en cruz, por la salvación de los hombres.
Pidamos ser sostenidos en este camino de seguimiento de Jesús para que algún día veamos los frutos que de esto viene para nuestra vida y la alegría que le damos al Señor.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el domingo XX "per annum". 17 de agosto de 2025. 

11 de agosto de 2025

¡Feliz el pueblo que el Señor se eligió como herencia! (Salmo 32)


La idea central que sobresale en  los textos bíblicos de este domingo refiere a  la vida de fe  del hombre, con perspectiva de  vida eterna. 
O sea, hemos de reflexionar en qué consiste la vida de fe del ser humano en el mundo, que se orienta a  la gloria  que se nos ha prometido, pero que todavía no hemos alcanzado.
Por lo tanto, es necesario recorrer un camino largo o corto, pero un camino en el que vamos a encontrar muchas dificultades para vivir nuestra fe, pero también muchas posibilidades para vivir en ella.
Tomemos la primera lectura del libro de la Sabiduría (18, 6-9). En este texto que hemos proclamado, el autor sagrado hace una relectura teológica sobre los acontecimientos del pasado vividos por Israel.
En efecto, el autor escribe a los judíos que habitan Alejandría y que ante el peligro que corren de caer en el helenismo olvidándose de la historia de salvación que le es propia, se hace necesario recordársela.
La noche de la liberación, ¿De qué acontecimiento se trata? del día en que el pueblo de Israel fue liberado de la esclavitud de Egipto.
De ese hecho salvador, una cosa es recordar el momento histórico, y otra es reflexionar sobre el sentido que ha tenido.
El texto hace hincapié en que ha habido una elección de vida, el pueblo egipcio que no quiso escuchar la voz del Señor, ¿Quién es este para  darnos indicaciones? posiblemente decían, y el pueblo de Israel, que confió en la palabra de Dios, tuvo fe y fue rescatado. 
El texto hace mención al momento  en que el ángel exterminador pasó en la noche de la liberación y eliminó a todos los primogénitos de los egipcios y fue liberado el pueblo de Israel.
Por lo tanto, el mensaje que deja el texto bíblico es que aquellos que no han querido obedecer a Dios y que obran  el mal son rechazados por el Señor y, los que aún con sus defectos, escuchan la palabra y creen en las promesas divinas, son salvados. 
A raíz de esto, el pueblo  de Israel es liberado de la esclavitud para ser conducido a la tierra prometida, que no es únicamente el lugar donde se establecerán temporalmente mientras vivan, sino que es un anticipo de la tierra prometida del cielo.
A raíz de esto entendemos, pues, que el verdadero motivo de la fe, del creer en Dios, aceptar y practicar su palabra, es siempre  la esperanza de alcanzar  la grandeza prometida.
La carta a los hebreos (11,1-2.8-19) que proclamamos refiere también a la fe, que es "la plena certeza de las realidades que no se ven",  recordando el texto bíblico la fe de Abraham obedeciendo el llamado de Dios, la fe de Sara por la que pudo concebir, e Isaac y Jacob herederos de la promesa por la fe y tantos otros.
Y por último,  el texto del evangelio (Lc.12, 35-40) menciona la vivencia práctica de  la fe a cada uno de nosotros mientras vivimos en este mundo.
Se trata de esperar la venida del Señor con fe, que se traduce en la actitud evangélica de la vigilancia.
En efecto, así como  si supiéramos a qué hora va a venir el ladrón a nuestra casa estaríamos esperándolo para que no nos robe, así también   la segunda venida de Cristo amerita   estar preparados, no estar pensando que  falta mucho para la muerte  o  para el fin del mundo, o  para que Dios me pida cuenta de mis acciones.
No sabemos ni el día ni la hora, por eso hemos de estar preparados,  no cargados de miedo, sino de amor hacia el Señor que viene a nosotros. 
El que está preparado no teme lo que va a acontecerle porque sabe que su corazón está pronto para salir al encuentro del Señor que viene de la fiesta de boda dice el texto bíblico,   está esperando la venida del Señor para abrirle apenas llegue y  decirle "mira Señor, he administrado bien lo que me has dado, las cualidades otorgadas, la misión que me has encomendado en esta vida o en la Iglesia.
Todo lo he observado dignamente, esperando realmente poder presentárselo a Él.
¿Y qué es lo que  mueve por lo tanto a ser buenos administradores de los bienes recibidos? Justamente la fe, la certeza de que el Señor viene, y que pedirá cuenta de nuestras vidas, de lo que hemos  hecho. 
Porque el interés que tiene el Señor es mirar nuestros buenos frutos de vida.
Hermanos: en esta misa, además, pedimos por el movimiento provida de nuestra diócesis, damos gracias por aquel momento en agosto del dos mil dieciocho en que el senado no aprobó la ley del aborto, aunque después vino  otro gobierno más siniestro todavía, que sí lo aprobó. 
Pero en un primer momento hubo un rechazo, por lo que debemos trabajar y luchar para que ese rechazo siga en nuestras vidas.
Tenemos que evangelizar, llevar al mundo circundante la idea de que el Señor es vida no muerte, "no soy Señor de muerte, sino de vida", dice Jesús, y  mientras vivimos en este mundo tenemos que luchar por este ideal de defender la vida del hombre desde que ha sido engendrado hasta su muerte natural 
¿Y por qué defendemos la vida? Porque es el primer derecho que tiene un ser humano y gracias a este primer derecho que es el de la vida, se encamina a la gloria del cielo.
Por lo tanto, ¿Cómo no vamos a defender y luchar para que el mayor número posible de personas esté gozando de la gloria de Dios? 
Pero al mismo tiempo pedimos por la conversión de los abortistas, por aquellos que desprecian la vida, para que convertidos, no sufran bajo la acción del ángel exterminador como escuchamos en la primera lectura, porque Dios no se olvida de lo bueno que hacemos como de lo malo. 
Por eso hemos de estar siempre preparados para poder ofrecerle lo mejor de nosotros mismos.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el domingo XIX "per annum". 10 de agosto de 2025. 

4 de agosto de 2025

"Ya que han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios".

  

El apóstol San Pablo, escribiendo a cada uno de nosotros a través de los colosenses (3,1-5.9-11) deja una enseñanza vital para nuestras vidas, diciendo: "ya que han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios".

De esta manera  invita a poner la mirada en el fin último de la vida, que es la contemplación de Dios, la visión beatífica, para la cual nos preparamos mientras vivimos en este mundo, sin dejarnos marear o esclavizar por los bienes de la tierra. 
Ya el autor del Eclesiastés (1,2; 2, 21-23) repite "vanidad de vanidades y todo es vanidad"... y una grave desgracia".
Este libro, que pertenece a la sabiduría divina, invita a  centrar la vida en lo que es realmente importante, ya que  al contemplar todo aquello en lo que el ser humano pone especial atención, le recordará que es pasajero, es vanidad, es frágil, se desvanece, por lo que hay que poner la mirada y atención en los bienes eternos.
Por eso es que el mismo San Pablo dirá, como acabamos de escuchar, que hemos de morir a "todo lo que es terrenal: la lujuria, la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y también la avaricia, que es una forma de idolatría", o sea, todo aquello que saca al ser humano del verdadero camino y lo cierra sobre sí mismo, auto contemplándose permanentemente en lo pasajero y frívolo. 
En efecto, las cosas de este mundo  pueden atar permanentemente al hombre, como por ejemplo, el celular, que atrapa y esclaviza, llega a dominarnos, de modo que vivimos  pendientes de lo que hay en las redes sociales o de la última novedad, estamos detrás de las vanidades o de la pornografía y no de los verdaderos bienes. 
Por eso es que la palabra de Dios  vuelve a insistir a través del Evangelio (Lc. 12,13-21), a que poseamos una mirada totalmente nueva, ya que es frecuente nos equivoquemos haciendo el mal.
Y así, este hombre del cual refiere el texto evangélico, que ha acumulado muchos bienes, ha tenido éxito en las cosechas, en su empresa, se pregunta qué hacer con todos esos bienes, pero sin abrirse  a las necesidades del prójimo, sin pensar en ser rico delante de Dios,  sino que solamente se preocupa por sí mismo. 
Su pensamiento se centra en acumular todos estos bienes, por lo que debe construir nuevos espacios para atesorar, y además comer, beber, darse buena vida, descansar, siendo todo eso  vanidad también.
¡Cuántas veces sucede lo que el mismo Jesús reflexiona en el texto! Dios dirá "insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Para quién será lo que has amontonado?"¿De qué te valió acumular tanto, tener muchos bienes? De estos bienes, van a disfrutar otros, no tú. 
De modo que el pensamiento de este hombre, estaba lleno de vanidad,  de lo que es pasajero y terrenal, no tenía puesta su mirada en lo trascendente, sino en lo pasajero,  y así se fue todo. 
Por eso necesitamos cada día reaccionar frente a esta tentación permanente de preocuparnos y de ocuparnos principalmente de las cosas pasajeras. Recordar que todo esto se diluye. Solo permanecen los bienes del cielo, lo que nos espera y  promete el Señor. 
Oremos al Señor para que nuestra preocupación no sea ser rico materialmente en este mundo, sino rico a los ojos de Dios, buscando la amistad con Él y saber dar generosamente de lo nuestro a aquellos que tienen menos.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el domingo XVIII "per annum". 03 de agosto de 2025. 

28 de julio de 2025

Hemos de pedir a Dios nuestro Padre todo aquello que sea bueno para nuestra vida, sabiendo que el Señor siempre responde para nuestro bien.

 


La idea central en los textos bíblicos  de la misa de hoy es la de la oración y cuál es el modo de realizarla  con eficacia. 
En el libro del Génesis (18,20-32)  encontramos el ejemplo de Abraham haciendo de mediador entre Dios y los habitantes de Sodoma y Gomorra que han ofendido gravemente al Señor.
En efecto, Dios está dispuesto a castigar  las dos ciudades pecadoras, o sea, aplicar la justicia divina, pero Abraham, hace de mediador, tratando que en Dios prime la misericordia por encima de la justicia,  teniendo en cuenta a los justos que hay en esas dos ciudades. 
En el diálogo con Dios, Abraham regatea  hasta llegar a diez justos por lo menos para que las ciudades sean perdonadas, sin embargo,  tampoco los había, por lo que ambas son castigadas severamente. 
La justicia de Dios se realiza totalmente, pero al mismo tiempo conocemos que la oración de mediación como la de Abraham, es una forma concreta que  podemos tener en nuestra vida cotidiana, donde pedimos por los demás, es decir, por la salvación de los justos e imploramos misericordia para quienes no lo son. 
Si miramos la vida actual, podríamos encontrarnos nuevamente en la misma situación, ya que, ¿Qué ciudades existen en este mundo que no sean realmente pecadoras? ¿Cuántos justos hay en cada una de ellas? Por eso, siempre que miramos a Dios nuestro Señor, hemos de considerar siempre que su misericordia es grande para con nosotros, que el amor puede más que la aplicación de la justicia. 
La justicia, que como enseña la parábola del trigo y la cizaña, es retardada hasta el fin de los tiempos, en el momento de la cosecha. ¿Y a qué se debe esta tolerancia, podríamos decir, o paciencia de Dios?. Justamente porque su Hijo, hecho hombre, murió en la cruz por la salvación del hombre, de modo que Dios con frecuencia está dando una nueva oportunidad al ser humano para que se convierta.
Partiendo del hecho que somos hijos de Dios por el sacramento del bautismo, como lo acabamos de escuchar en la carta a los Colosenses (2,12-14), porque  la muerte y resurrección de Jesús fueron aplicadas a nosotros muriendo al pecado y resucitando a una vida nueva, es que  podemos decirle a Dios, Padre, como enseña Jesús en el texto del Evangelio (Lc.11,1-13).
La invocación Padre, glorificado sea tu nombre, santificado sea tu nombre, hace poner en la oración el acento en el Padre del Cielo, en aquel al que pedimos que perdone nuestros pecados como perdonamos a los demás, que no falte el pan de cada día, ya  material o espiritual, que no nos deje caer en la tentación, en fin, todo aquello que permite el crecimiento espiritual del que ora confiadamente. 
El Padre entonces vela por nosotros y al cual invocamos permanentemente, siendo el Padre nuestro la oración principal por medio de la cual invocamos a Dios, pero también Jesús insiste: Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, golpeen y se les abrirá.
O sea, hemos de vivir siempre en este espíritu de confianza en el Señor y elevarle a Él las súplicas esperando ser escuchados.
Por otra parte, el mismo Jesús expresa la razón por la que somos escuchados, señalando que si los seres humanos siendo malos dan cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre del Cielo  dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan. 
Por eso hemos de pedir a Dios nuestro Padre todo aquello que sea bueno para nuestra vida, sabiendo que el Señor siempre responde. 
Con todo, conviene recordar como señala san Agustín,  que si a veces la oración no tiene respuesta aparente, es porque somos malos, y por lo tanto la oración no llega a Dios como la de Caín, o pedimos lo malo, aquello que para nosotros es algo necesario pero para Dios no, o lo pedimos de mala manera, con prepotencia, como si Dios tuviera siempre la obligación de responder a nuestros pedidos. 
De allí la importancia de tener siempre esa actitud de humildad, de sencillez, como la tuvo Abraham, como la tuvieron los santos a lo largo de su vida, reconociendo la grandeza de aquel a quien se dirigen las súplicas y por lo tanto sujetos a la voluntad del Creador. 
¡Señor, si quieres concédeme esto que necesito y si no hazme ver por qué no me lo das! 
Hermanos: Pidamos la gracia de lo alto para mantenernos siempre fieles al Señor.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el domingo XVII "per annum". 27 de julio de 2025. 

21 de julio de 2025

"Marta, Marta, te agitas por muchas cosas, y sin embargo una sola cosa es necesaria, María eligió la mejor parte, que no le será quitada"

  


Acabamos de proclamar en el libro del Génesis (18, 1-10) que "El Señor se apareció a Abraham junto al encinar de Mamrè....." pero "Al alzar los ojos, divisó a tres hombres que estaban parados cerca de él". Según algunos estudiosos de la sagrada escritura  esos tres hombres refieren a la presencia trinitaria de Dios. 
Ahora bien, esta presencia divina-humana delante de Abraham suscita en él el poner en práctica la hospitalidad por lo que se preocupa por estos tres hombres que llegan allí en el momento más caluroso del día. Los refugia debajo del árbol, les  dará de comer y  beber, y sólo  quedará tranquilo cuando ellos satisfacen sus necesidades y se disponen  a seguir su camino.
De este modo aparece con toda claridad ese deseo de hospedar no solamente al prójimo sino en este caso sin que a lo mejor se lo imagine totalmente, hospedar al mismo Dios, quiere estar con él y se le promete como premio a todo este recibimiento que dentro de un año Sara tendrá un hijo, cumpliéndose así la promesa en ese hijo de una futura gran descendencia.
Si tomamos el texto del Evangelio (Lc. 10,38-42) encontramos a personas que reciben en su casa a Dios, en este caso a Jesús, porque el lugar donde vivían Marta,  María y Lázaro -esta vez ausente-, lo albergaba con frecuencia, por la amistad entre ellos.
Según algunos, dicen que la preocupación de Marta era porque Jesús estaba con sus discípulos, con la gente que lo acompañaba y por lo tanto había mucho trabajo, sin embargo el texto bíblico no dice nada de eso, cosa rara, porque cuando está presente el Señor con alguno de sus discípulos los evangelistas suelen puntualizar que llegó el Señor y con él lo acompañaba Santiago, Pedro y Juan por ejemplo.
De todos modos la figura de María resalta como alguien que se pone a los pies de Jesús a escucharlo, dejando descansar su espíritu; a su vez,  podemos imaginarnos a Marta corriendo de un lado para el otro acomodando todo, preparando la comida, hasta que llega un momento que se planta delante de Jesús y le dice: por favor dile a mi hermana que me ayude en lugar de estar allí sentada sin hacer nada.
Pero Jesús, con su respuesta, le deja una enseñanza hermosísima: "Marta, Marta te inquietas y te agitas por muchísimas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o màs bien una sola es necesaria. María eligió  la mejor parte, que no le será quitada".
María ha elegido aquello que es lo único importante, escuchar al Señor, ejercer la hospitalidad con Él, dejando que  entre en nuestro corazón, que no sea un invitado de piedra en nuestra casa, sino que realmente encuentre cobijo en cada uno.
Jesús no está condenando la actividad de Marta, sino que plantea una jerarquía de valores, que  lo más importante es la contemplación, el encuentro con el Señor, la búsqueda de su palabra, tratar que  esté presente en nuestras vidas, que es lo que más  cuesta a cada uno.
Como Marta, también estamos enloquecidos todos los días ocupándonos de los quehaceres, de las obligaciones, de las responsabilidades que tenemos, que en sí mismo no está mal, pero no pocas veces dejamos de lado, descuidamos aquel tiempo, aquel espacio sereno en el cual nos encontramos con el Señor, y  esto también repercute en nuestra relación con el prójimo.
Estamos atareados con tantas cosas que muchas veces no atendemos al prójimo que está al lado nuestro, al hijo pequeño que necesita un tiempo para compartir con él los juegos, o aquella persona que tiene problemas, a la que yo puedo acercarme y ayudarle.
O sea, fácilmente uno cae en la sola preocupación por lo que le toca, por lo que le corresponde, dejando de lado a los demás y, Jesús nos está invitando a hacer una síntesis entre lo que es la vida activa y la vida contemplativa.
San Ignacio de Loyola autor de los ejercicios espirituales, enseña que hemos de  ser contemplativos en la acción, o sea, que en el medio del trajinar de las preocupaciones diarias hagamos todo sabiendo que el Señor nos está mirando, protege y quiere entrar a formar parte de nuestra vida, de nuestras preocupaciones y angustias, de todo aquello que para nosotros es importante.
San Agustín decía que la vida activa es propia de la existencia en este mundo y, la vida contemplativa por excelencia será si llegamos con la gracia de Dios a la vida eterna, de manera que tenemos que ir ya preparando nuestro corazón, no permitiendo que las actividades copen todo nuestro día y todo nuestro ser y nos olvidemos de lo que es la contemplación, el encuentro personal con quien es nuestra vida.
Todos estamos llamados a la vida contemplativa según nuestras diferentes obligaciones, y así,  por ejemplo, los que estamos más llamados en razón del sacerdocio, nos desgastamos en mil actividades, y perdemos de vista que lo que debe dar sentido a ese trabajo apostólico diario es  descansar a los pies del Señor por la oración asidua y perseverante.
Hermanos: pidámosle a Dios que se abra nuestro corazón para darle cobijo a Jesús que quiere estar en nuestra existencia como lo hizo por ejemplo el apóstol San Pablo (Col. 1,24-28) al cual hemos escuchado en la segunda lectura que imbuido precisamente del Espíritu de Jesús incansablemente evangelizaba, pero partiendo de una experiencia personal, no solamente había recibido la palabra que debía transmitir sino que había recibido también a Cristo que se había hecho presente en su vida en su corazón en sus pensamientos por eso el mismo San Pablo dirá "no soy yo el que vive sino que es Cristo quien vive en mí" (Gàl. 2,20).

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el domingo XVI "per annum". 20 de julio de 2025. 

14 de julio de 2025

Teniendo nuestra mirada puesta en la vida eterna, comprendamos que cada uno debe comportarse como prójimo del abatido y abandonado.

 
El apóstol San Pablo, escribiendo a los cristianos de Colosas (1,15-20), comparte esta hermosa descripción sobre  quién es Jesús:  "Cristo Jesús es la imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda la creación" ya que en Él y para Él fueron creadas todas las cosas visibles e invisibles y resalta que la existencia del Señor es anterior a toda creatura, subsistiendo todo en su Persona, siendo Cabeza del Cuerpo que es la Iglesia, y ha reconciliado al mundo con el Padre. 
Cristo nuestro Señor en definitiva es el más importante que aún puede ser presentado a cada uno, ya que es en su misterio donde comprendemos  nuestra misión en este mundo. 
Mirándolo a Cristo podemos conocer cómo ha de ser nuestro modo de obrar en este mundo, de manera que todo, tiene su íntima relación y referencia con Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre. 
Con esta perspectiva de la grandeza del Señor hemos de mirar el texto del Evangelio  (Lc. 10,25-37), porque aquí Jesús,  a raíz de su grandeza, que está por encima de todo, que es cabeza de la Iglesia de la cual formamos parte nosotros, es que Él se presenta como modelo perfecto de samaritano, que acude a cada uno y  rescata de la esclavitud del pecado,  cura nuestras miserias, carga con nuestras necesidades y se preocupa para que nuevamente saneados interiormente podamos dar culto a Dios nuestro Señor.
Precisamente el amor a Dios sobre todas las cosas es algo que podemos captar como impreso en nuestro corazón, como recuerda el libro del Deuteronomio (30,10-14), y a su vez, entendemos que ese amor a Dios y al prójimo van juntos, según el texto del Evangelio, descubriendo que Jesús deja una enseñanza hermosísima sobre ello.
Y así, el doctor de la ley, para justificar su intervención, pregunta ¿Quién es mi prójimo?. Él lo sabe perfectamente,  conoce el Deuteronomio y el Levítico, pero pregunta igual para justificar su intervención, y Jesús deja una enseñanza novedosa, y es  que cada uno debe comportarse como prójimo del abatido y abandonado.
De manera que no tenemos que mirar alrededor nuestro y decidir quién es mi prójimo o quién no lo es, o ir descubriéndolo, sino que tenemos que tener esa actitud de buscar siempre ser próximos, prójimos de aquel que lo necesita. 
En la vida muchas veces pasamos de largo ante las necesidades de los demás, como el sacerdote o como el levita. Muchas veces el cristiano, pasa de largo y deja en el camino al que está herido, al que ha sido despojado de todo, al que está medio muerto, cuando la invitación es acercarnos, sentir compasión como sintió este samaritano, figura que Jesús elige especialmente  porque éstos y los judíos, estaban enemistados,  de manera que quiere enseñar   que aún del enemigo debemos sentirnos próximos, cercanos, dispuestos a movernos compasivamente y salir en su ayuda.
¿Cuántos necesitan una palabra de aliento? ¿Cuántos necesitan una visita? ¿Cuántos necesitan algún consejo para salir de su pecado? ¿Cuántos se encuentran desesperados, angustiados por algún problema y necesitan que los acompañemos? ¿Cuántos necesitan ir por esta vida apoyándose en otros que entiendan sus necesidades, sus tribulaciones y angustias? Por eso Jesús es el primero y, como samaritano viene a nuestro encuentro. 
Por lo tanto, de su grandeza que describe San Pablo de Cristo, pasamos a su figura de samaritano, que con sencillez, con humildad, con pequeñez, se acerca a consolar a los hombres porque todos somos hermanos suyos, hijos del mismo Padre. 
Pidamos su gracia para que en el camino de la vida no pasemos de largo ante aquellos que nos necesitan, sino que conmovidos, busquemos siempre dar consuelo, cariño y compañía, comprendiendo que en esta actitud se juega el conseguir o no la vida eterna.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el domingo XV "per annum". 13 de julio de 2025. 

8 de julio de 2025

En la misión nos ha de guiar no solo el amor a Cristo, sino también al prójimo, buscando que Él se haga presente en alguien a quien creíamos que estaba perdido definitivamente.

Además de los doce apóstoles, Jesús elige a 72 discípulos, posiblemente de entre la gente que lo siguen fielmente y los envía a evangelizar para que sean muchos los que alcancen a conocerlo.
Los envía a los lugares a los que Él pensaba recorrer posteriormente,  han de preparar el corazón de los que viven en esos lugares para que pueda ser una realidad el que reciban el Reino de Dios. 
Pero les advierte con vehemencia que irán a cada lugar como ovejas en medio de lobos, porque serán maltratados o no los van a recibir. 
San Pablo escribiendo a los Gálatas, dirá que él está crucificado para el mundo y el mundo está crucificado para él, siendo esto  muy importante en la vida del que evangeliza, ya que estar crucificado para el mundo, significa no vivir pendiente de lo mundano y, a su vez, no permitir que los criterios del mundo le invadan el corazón y le indiquen qué es lo que tiene que hacer en medio de la misión. 
El que evangeliza debe escuchar la voz del Señor, lo que indica,  estar crucificado a lo que pueda apartarlo de su misión, sabiendo que  la fuerza está en Él, no en las tácticas pastorales que conocemos, sino en la fuerza del Evangelio, en la Palabra misma de Dios. 
Por otra parte Jesús indica que vayan de dos en dos porque  en la antigüedad tenía peso el testimonio de dos personas, de manera que sean dos los que evangelicen y den testimonio de que Cristo es el Hijo de Dios vivo, sin ir de casa en casa, eligiendo dónde los pueden recibir mejor, sin especular si es difícil o fácil que los atiendan, sino ir realmente y desear la paz al lugar donde vayan y que si esa paz es merecida, quede con los habitantes de esa casa. 
Y si no son recibidos en una ciudad, en una casa, o en un lugar, adviertan de todos modos que el reino de Dios está cerca, vayan a otro lugar, sacudiendo el polvo adherido en el calzado como señal que indique que cada uno es responsable de aceptar o no la Palabra del Señor, de aceptar o no la vida de Jesús en sus vidas, pero que esto tendrá como consecuencia el ser juzgados con mayor exigencia.  
Rechazos vamos a recibir muchas veces, pero eso no debe acobardarnos en lo que es este camino evangelizador, del cual  habla e invita el Papa León XIV. Hay que evangelizar,  llegar al corazón de las personas alejadas que cada vez son màs y mostrarles el Evangelio,  porque la cosecha es abundante y faltan evangelizadores.
La recepción del evangelio y la adhesión a la persona de Jesús, es la condición para que el demonio se bata en retirada, por eso dirá Jesús que  he visto caer de las alturas al espíritu del mal. 
Y esto es así, porque cuando un alma se entrega a Cristo, al Evangelio, a su Palabra, cambia de vida, y trata de ser alguien convertido, el demonio no tiene nada que hacer en la existencia de esa persona, o de esa familia, o de esa comunidad. 
A su vez, hemos de evangelizar, con alegría, manifestando que vivimos esa felicidad plena propia del compromiso evangélico.
A veces los cristianos no convencemos porque aparecemos delante de la gente con cara de dolor de barriga, por lo que evidentemente el Evangelio no resulta atractivo. 
Hemos de transmitir la alegría que significa estar en unión con Jesús, nuestro Señor, que en la misión nos mueva realmente no solo el amor a Cristo, sino también al prójimo, sin que olvidemos que el acto de amor más pleno es cuando se busca la conversión de alguien que vive en el pecado, cuando buscamos que Cristo se haga presente en alguien a quien creíamos que estaba perdido definitivamente. 
En efecto, no hay que perder nunca la esperanza de llegar al corazón del hombre, porque Cristo nos envía y  se encarga de mover los corazones y los espíritus para que haya una respuesta positiva a su Palabra, a su vida, a su enseñanza.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el domingo XIV "per annum". 06 de julio de 2025. 

30 de junio de 2025

La profesión de fe y amor de Pedro, significa la adhesión a la persona del Verbo Encarnado y la voluntad de confirmar en la fe a sus hermanos.


Este día celebramos la solemnidad de los apóstoles Pedro y Pablo, tradicionalmente conocido como el día del Pontífice, justamente destacando la figura de san Pedro, aquel que fue elegido por el mismo Jesús como Vicario suyo  en la Iglesia universal .
Los textos bíblicos conducen a considerar precisamente la presencia del apóstol Pedro como la del apóstol Pablo en la vida de la Iglesia. 
Ya desde las lecturas del día de ayer en la Misa de la Vigilia,  diferentes a las de hoy, resalta cuán importante es cada uno de ellos. 
Y así, por ejemplo, el apóstol Pablo (Gàl. 1, 11-20) recordará que él fue elegido apóstol de los gentiles por puro amor de Dios, a pesar de haber sido perseguidor de los cristianos, habiéndolo  transformado el Señor  mientras le transmitía lo que debía enseñar a los gentiles.
Al apóstol Pedro le preguntarà Jesús por tres veces: ¿Me amas más que éstos? (Jn. 21,15-19), pues debía  afirmarlo en el amor a su Persona y así conducir fielmente la Iglesia que había fundado para continuar su obra de salvación en este mundo, amor que prolonga Pedro curando al paralítico en nombre de Jesús (Hechos 3, 1-10)
Dos de los textos bíblicos de este domingo, o sea del día de la fiesta, destacan más bien la figura de los apóstoles pero ya próximos al martirio, por lo que están unidos por la misma fe, ya que los dos han trabajado incansablemente por el reino de los cielos, por hacer presente en este mundo a Cristo nuestro Señor. 
En efecto, vemos cómo Pedro es liberado de la cárcel porque no ha llegado todavía la hora de su martirio (Hechos 2,1-11) y, a su vez Pablo va a insistir en que se acerca el momento en que va a entregarse totalmente a la muerte por causa de Jesús y del Evangelio (2 Tim. 4,6-8), después de haber combatido bien el combate de la fe.
Y todo esto teniendo como momento central el  texto del Evangelio que acabamos de proclamar (Mt. 16, 13-19) cuando Jesús pregunta: "¿Quién dice la gente que soy yo?". 
En efecto, esta pregunta es muy importante, tanto que hoy mismo podríamos interrogar a la gente, qué dicen de Jesús, quién es Él. 
Para muchos un desconocido, otros piensan que fue un gran líder en su momento, para otros será Dios, para otros será un personaje histórico, y  cada uno seguramente puede dar una respuesta. 
Luego Jesús repregunta a sus discípulos: ¿Qué dicen ustedes? Y tomando la palabra Pedro, manifestando así su centralidad y que es el primero entre  sus pares, dirá "Tú eres el Hijo de Dios vivo". 
Ante esto, Jesús reconoce que la afirmación de Pedro proviene  de una inspiración divina, es el Padre quien le ha manifestado  con claridad quién es el Maestro y esto porque ha sido elegido para una misión muy importante, ser cabeza visible de la Iglesia. 
A su vez,  el Señor afirma que sobre esa piedra edificará su  Iglesia, por lo que sin embargo preguntamos: ¿Y cuál es la piedra sobre la cual va a edificar su Iglesia Jesús? San Agustín recuerda que es sobre la afirmación "Tú eres el Hijo de Dios vivo", o sea la piedra  firme que sostiene la Iglesia es Cristo mismo en su divinidad. 
Si la Iglesia no tuviera este fundamento divino ya no existiría,  es por eso que tiene sentido la afirmación del Señor que las puertas del infierno -o de la muerte- no prevalecerán contra la Iglesia. 
Tantos reinos e imperios cayeron justamente porque eran humanos, mientras que la Iglesia de origen divino y fundada sobre la divinidad de Cristo subsiste en el tiempo.
Pero el Señor ha querido que sea piedra visible de la Iglesia, Pedro, o sea su vicario aquí en la tierra, por lo tanto el sumo Pontífice el Papa, sucesor de san Pedro,  deberá también afianzar la vida cristiana en el decurso del tiempo y  confirmar a sus hermanos en la fe. 
Por eso en relaciòn con la triple pregunta de Jesús  a Pedro "si me amas más que estos", y atento a la respuesta del mismo, "Tú sabes que te quiero", le dirá apacienta mis orejas y a mis corderos, para enseñarle que esa profesión de amor, significa no solamente la adhesión a la persona del Verbo Encarnado, sino también el hecho de buscar permanentemente confirmar en la fe a sus hermanos. 
Y así la figura de Pedro se alza en medio de las dificultades de este mundo como un faro necesario que ilumina nuestras vidas, de tal manera que el primado de Pedro en la Iglesia, debe ser siempre mirado por nosotros como si estuviéramos mirando  al mismo Cristo.
Por eso en este día 29 de Junio, solemnidad de los apóstoles Pedro y Pablo, hemos de pedir especialmente por nuestro Papa León XIV, para que el Señor lo sostenga en su misión pontifical,  lo ilumine siempre para que a su vez pueda iluminarnos a nosotros, y lo fortalezca para resistir los ataques que en el decurso del tiempo puedan sobrevenir, como siempre ha acontecido.
La gracia y fuerza de Cristo nuestro Señor harán posible que las puertas del infierno no prevalezcan contra la iglesia. 
De hecho la misma historia enseña en el decurso del tiempo, cuántos reinos e imperios han sucumbido,  sepultados por el polvo de la historia, mientras la Iglesia a pesar de sus debilidades, de los que formamos parte de ella, pecadores, sigue adelante llevando el mensaje de Cristo nuestro Señor. 
Y esa Iglesia, figurada siempre como una nave en medio del mar embravecido por las fuerzas del mal, está conducida por Jesucristo pero a través de su vicario que es el Papa.
Pidamos al Señor que nos ilumine para poder comprender y entender las verdades, que enseña este día,  y a su vez, fortalecernos en la fe, esperanza y caridad, adhiriéndonos  cada vez más a los santos misterios que se revelan.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo. 29 de junio de 2025 

24 de junio de 2025

Quedamos satisfechos de nuestra hambre y sed de Dios, en la comunión del Cuerpo y de la Sangre de Jesús.

 


¡Tú eres sacerdote para siempre, mediador entre Dios y los hombres!, cantábamos en la antífona del salmo interleccional y, ciertamente, si hay alguien a quien podemos aplicar esto con mayúscula es al mismo Cristo Nuestro Señor, mediador entre Dios y los hombres. 
No solamente es mediador para acercarse al gentío necesitado de su ayuda en las cosas materiales, en la salud, en medio de los problemas y de las angustias, tratando de dar una respuesta, sino también en el orden espiritual, Jesús dándose a sí mismo, como se entregó en la cruz, se ofrece también como alimento. 
En el texto del Evangelio (Lc 9,11-17), los discípulos vuelven de la misión y Jesús quiere llevarlos aparte a descansar un rato, sin embargo,  la gente se da cuenta y va tras ellos,  y acontece lo que  relata el texto del Evangelio de hoy, se repite la entrega del Señor. 
Se acercan a Jesús, lo buscan, la gente está necesitada y han descubierto en su Persona una respuesta, la clave a todas sus problemáticas,  y  no se niega, sale al encuentro de la multitud, de cada uno y alimenta su espíritu, predicándoles largamente, y a su vez cura a los enfermos, devuelve la salud a tantos que necesitan de esa mano piadosa de Dios nuestro Señor,  Jesús no se niega. 
Pero van pasando las horas y el problema de la ausencia de alimentos y de albergue se agudiza, por eso los apóstoles le insisten en la necesidad de despedir a la multitud,  dejar que retornen a sus casas, o a los pueblos vecinos buscando refugio y el  alimento necesario. 
Y Jesús les dice, "denles de comer ustedes mismos", como si dijera "no se desentiendan de las necesidades de la gente". 
Pareciera una ironía, ¿Qué pueden hacer los apóstoles con tanta gente? Cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños. ¿Qué hacer con tantos? Acá hay un mensaje muy claro de parte del Señor, que nosotros, los seres humanos, tenemos que tomar esto como consigna, porque en el mundo hay mucha pobreza, mucha necesidad, mucha angustia, tantos que padecen miseria, y es el mismo ser humano el que debe buscar, de alguna u otra forma, solucionar estos problemas. 
Ayudar con la solidaridad, con la caridad a los hermanos, no quedarnos de brazos cruzados pretendiendo que vayan a otra parte a buscar, sino  tender la mano al que tiene necesidad, ya que los bienes de este mundo son universales por la creación, y Dios quiere que se disponga para todos de modo que a nadie le sobre ni a nadie le falte.
Lamentablemente acontece  que la mala distribución que hay en el mundo o las injusticias, permite que abunden pocos con grandes riquezas y muchos más con mucha pobreza y necesidad.
Por eso es que este mandato del Señor, "denles de comer ustedes", es  una consigna a tener en cuenta especialmente en nuestros días.
Pero a su vez, Jesús mira el hambre espiritual de esta gente, de modo que multiplica los panes y los peces, y al alimentar el cuerpo de tantas personas, ofrece a todos otro pan en abundancia, el alimento que no perece, el de su Cuerpo y Sangre de salvación. 
Màs aún, el hecho que después de haber comido, quedaran todos colmados, confirma que quedamos satisfechos de nuestra sed de Dios, en la comunión de su cuerpo y de su sangre. 
Solamente teniendo acceso a Jesús en la Eucaristía, el hombre queda saciado totalmente, por eso, la importancia de trabajar permanentemente para que no falte nunca el alimento del alma, que lo es también del cuerpo, el poder recibirlo a Jesús, que se entrega bajo las especies eucarísticas de pan y vino.
San Pablo (I Cor. 11, 23-26) enseña que él recibió el mandato de transmitir lo que aconteció en la última cena, que Jesús entregó como alimento  su Cuerpo y  su Sangre, dejando el mandato de actualizar  el gesto de convertir el pan y el vino en Él mismo, con su  alma y divinidad por medio de las palabras de la consagración.
Y así, instituyendo el sacramento del Orden Sagrado hace posible  la Eucaristía, sacramento que es fuente y cumbre de la vida cristiana, haciendo realidad que no carezcamos nunca de este alimento. 
"Denles de comer ustedes", está indicando también que a través del ministerio del orden sacerdotal se puede repartir en abundancia el pan de vida bajado del cielo, que es Cristo nuestro Señor. 
Precisamente, en este momento, por medio de tantas misas que se están celebrando en el mundo,  se manifiesta cómo Jesús se abre a las necesidades de todos y se da como alimento de vida. 
Es decir, quien come su Cuerpo y  bebe su Sangre tendrá vida eterna y Él estará con nosotros hasta el fin del mundo. 
En el texto de San Pablo que acabamos de proclamar en la liturgia, se omiten los versículos finales que conviene tener en cuenta y que dicen: "De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor.  Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí". (vv.27-29).
O sea, el apóstol recuerda la necesidad de recibir el cuerpo y la sangre de Jesús en gracia, sin pecado mortal. 
De allí la necesidad de preparar siempre nuestro corazón para que sin pecado grave podamos acercarnos al  Señor en este alimento que es justamente para la vida eterna, que nunca perdamos el deseo de unirnos más plenamente a Jesús.
La Eucaristía, la misa de cada domingo, hace posible que perpetuemos en el tiempo este regalo hermoso que entrega Jesús a nuestra vida presente, fortaleciéndonos como preparación  para la gloria que no tiene fin en el cielo. Pidamos entonces la gracia de lo alto para que abundantemente seamos bendecidos siempre con el Cuerpo y la Sangre del Señor.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en la Solemnidad del Corpus Christi. 22 de junio de 2025