“Santo Tomás Moro se distinguió por la constante fidelidad a las autoridades y a las instituciones legítimas, precisamente porque en las mismas quería servir no al poder, sino al supremo ideal de la justicia. Su vida nos enseña que el gobierno es, antes que nada, ejercicio de virtudes” (carta nº 4).
Por P. Ricardi Bautista Mazza
4.-El testimonio de su vida particular y familiar.
Continúa describiendo Juan Pablo II a Tomás Moro en su vida familiar diciendo que “Sintiéndose llamado al matrimonio, a la vida familiar y al compromiso laical, se casó en 1505 con Juana Colt, de la cual tuvo cuatro hijos. Juana murió en 1511 y Tomás se casó en segundas nupcias con Alicia Middleton, viuda con una hija. Fue durante toda su vida un marido y un padre cariñoso y fiel, profundamente comprometido en la educación religiosa, moral e intelectual de sus hijos. Su casa acogía yernos, nueras y nietos y estaba abierta a muchos jóvenes amigos en busca de la verdad o de la propia vocación”. (Carta nº 2).
La santidad de vida del creyente se acrecienta asumiendo desde la fe los compromisos propios del deber de estado, siendo el matrimonio y la familia uno de los ejes más importantes de toda existencia humana.
Así lo entendió Tomás Moro quien desde el hogar fue creando un ámbito propicio en el que se nutrían sus descendientes por medio de la transmisión de la fe católica y de un proyecto de vida profundamente humano en el que se destacaban las virtudes tanto personales como las relacionadas con la vida social.
“En este sentido, partiendo del amor y en constante referencia a él, el reciente Sínodo ha puesto de relieve cuatro cometidos generales de la familia:1) Formación de una comunidad de personas; 2) servicio a la vida; 3) participación en el desarrollo de la sociedad;
4) participación en la vida y misión de la Iglesia.”(Exhortación Apostólica de Juan Pablo II “Familiaris Consortio, nº 17).
Adelantado a su época, Tomás Moro bregó en sus matrimonios y familias respectivas por llevar a cabo estos cuatros cometidos señalados.
Es suficiente mirar a nuestro alrededor para advertir sin mucho esfuerzo que es la familia la que permite la realización plena del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios.
Gracias a esa semejanza con Dios, el hombre lleva en su ser impreso el misterio más grande de la grandeza humana, es decir, que sólo se es auténticamente hombre cuando la riqueza de la comunidad divina se continúa en la creatura humana.
Para realizar este cometido, necesita el ser humano conocerse como persona no cerrada sobre sí misma, sino llamada a formar comunidad con los demás prójimos, sean los unidos a él ya por los lazos de sangre, amicales o ciudadanos.
Cuando desde la intimidad personal descubrimos también al otro como imagen y semejanza del totalmente “Otro”, es cuando es posible establecer puentes para constituir comunidad, familia.
En el hallazgo de la comunidad y del “otro”, en el totalmente “Otro”, el ser humano se abre a la vida ya que comprende su valiosidad ejemplar que jamás puede ser vulnerada, poseída, pisoteada o despreciada en aras del enclaustramiento más feroz del egoísmo.
En nuestra época, en cambio, el “otro” ha sido devaluado de tal manera que hasta los que se dicen querer ejercer como políticos, hacen selección interesada de su prójimo, estando prontos a satisfacer a las minorías “progresistas” que no dudan en sacrificar en al altar de Moloc por medio del aborto a los niños no nacidos, o arrinconar a los ancianos y enfermos a los que consideran inútiles para una sociedad hedonista, o eliminarlos por la “eutanasia” bajo la fórmula siniestra de un postulado autodenominado “derecho a la muerte”.
Ni qué decir que se hacen eco de las apetencias de ciertos “colectivos” que pugnan por nuevas “versiones” del matrimonio y de la familia que no integran lo que el Creador ha formulado para la naturaleza humana.
Estas propuestas de políticos argentinos, autoproclamados algunos como “defensores de la ética”, avasallan sin ninguna vergüenza los principios más elementales que protegen la vida, ya naciente, ya en su desarrollo o en su postrimerías, a la dignidad del matrimonio y de la familia, como si la verdad de esto dependiera del “voluntarismo” de su capricho oportunista y no de fundamentos que tocan al mismo hombre en su ser.
Para ellos la “ética” sólo mira el negociado, o el enriquecimiento ilícito, y no a la persona misma que se la vulnera caprichosamente, como si pudiera existir honestidad para gobernar o legislar si se desprecia al ser humano en su derecho primero cual es el de la vida, y a su deber primero cual es el de reconocerse como cada uno es biológicamente, llamado a la comunidad tan enaltecedora de la persona como lo es el matrimonio y la familia, según el designio del Creador.
5.-El testimonio como laico “en el mundo” y “en la Iglesia”.
En un tiempo histórico tan especial como le tocó vivir, Tomás Moro intuyó que como bautizado debía hacer un aporte concreto a la sociedad como lo señala Familiaris Consortio (nº 17). Lo hizo viviendo de modo extraordinario lo que le correspondía realizar cotidianamente.
Como ya advirtiera desempeñó cada tarea que se le encomendó para bien de su país y de cada conciudadano, sin buscar nunca las honras tan fugaces como el tiempo, por las que muchos ponen alma y vida para obtenerlas por cualquier precio.
Participando en la “vida y misión de la Iglesia” (cf. FC nº 17), “En 1532, no queriendo dar su apoyo al proyecto de Enrique VIII que quería asumir el control sobre la Iglesia en Inglaterra, presentó su dimisión”. …“Constatada su gran firmeza en rechazar cualquier compromiso contra su propia conciencia, el Rey, en 1534, lo hizo encarcelar en la Torre de Londres dónde fue sometido a diversas formas de presión psicológica. Tomás Moro no se dejó vencer y rechazó prestar el juramento que se le pedía, porque ello hubiera supuesto la aceptación de una situación política y eclesiástica que preparaba el terreno a un despotismo sin control.”(Carta nº 3).
A diferencia de muchos políticos de nuestro tiempo, no sólo afirmaba pertenecer a la Iglesia Católica sino que daba fe de éste principio con su obrar cotidiano, de allí que intuyendo el autoritarismo político y religioso que esgrimía su rey, prefirió servir incondicionalmente a su único Señor, su Creador y Salvador.
De allí que “durante el proceso al que fue sometido, pronunció una apasionada apología de las propias convicciones sobre la indisolubilidad del matrimonio, el respeto del patrimonio jurídico inspirado en los valores cristianos y la libertad de la Iglesia ante el Estado. Condenado por el tribunal, fue decapitado”. (Carta 3).
¿Cuántos políticos de nuestro tiempo, considerados católicos, no dudaron en apoyar leyes divorcistas o contrarias a las enseñanzas de la Iglesia? Su fidelidad al partido o a su ideología, tiene con frecuencia más peso que el profesar la fe católica que “dicen” poseer.
No pocos son los católicos, por lo demás, que en el ejercicio de la llamada “política pluralista” no dudan en pretender someter a la Iglesia agrediéndola por defender las verdades más elementales en los distintos ámbitos de la vida humana, como la educación, la economía, la moral pública.
Y así por ejemplo, próximos estamos a que se considere a la Iglesia culpable de infringir la ley “contra la discriminación” por sostener que el matrimonio está constituido por un varón y una mujer, y que la homosexualidad, entre otras situaciones tan comunes hoy, no está enmarcada por la enseñanza evangélica.
Y no quepa duda alguna, vienen por más…..
6.-Testimoniando vida austera, muere privado de bienes.
Recuerda Juan Pablo II que“estimado por todos por su indefectible integridad moral, la agudeza de su ingenio, su carácter alegre y simpático y su erudición extraordinaria …se retiró de la vida pública aceptando sufrir con su familia la pobreza y el abandono de muchos que, en la prueba, se mostraron falsos amigos”.(Carta nº 3).
Es conocido el requerimiento de su segunda esposa porque aceptara las pretensiones del rey olvidando el imperio de su conciencia para verse librado él y su familia de la extrema pobreza a la que eran sometidos por su íntegra fidelidad a la verdad.
Sin embargo Tomás Moro prefirió hasta su muerte vivir en la firmeza de la verdad antes que apoyarse en la seguridad pasajera de los bienes de este mundo.
Al respecto nos enseña que “si en la presente tribulación turca (se refiere a enrique VIII) nos persiguen a causa de la fe de manera que los que la renieguen mantengan sus bienes y los pierdan los que no la abandonen, la persecución será como una piedra de toque, y mostrará quién finge y quién es auténtico, y enseñará a discernir mejor a los que se creen con mejores intenciones de lo que sus obras indican. Porque hay algunos que creen tener buenas intenciones mientras se construyen a sí mismos una conciencia, y se quedan con un montón enorme de riqueza superflua siempre pensando que harán con ella alguna obra buena en la que lo darán todo de una vez, o si no, sus herederos lo harán. Si no se mienten a sí mismos, y guardan todo eso por algún propósito bueno, para hacer de verdad lo que Dios quiera, entonces deberán estar muy contentos en esta persecución de separarse de todo para dar gusto a Dios manteniéndose en su fe” (Diálogo de la fortaleza contra la tribulación, pág. 254. Editorial Rialp. 2002).
En las bellas páginas de este “Diálogo”, escritas en la cárcel, Tomás Moro, nos deja un mensaje sobre su fe y adhesión a Cristo Nuestro Señor, motivo más que suficiente para preferir perder todo lo terrenal si ello fuera necesario para permanecer en Jesús.
Nos enseña pues, que “Nadie puede servir a la vez a dos señores. Cristo quiere que creáis todo lo que Él os dice y que hagáis todo lo que Él os manda, y que desechéis lo que Él os prohíbe, sin ninguna excepción. Quebrantad uno de sus mandamientos, y los habéis quebrantado todos.”(op.cit. pág. 257).
El servicio a la autoridad temporal nunca ha de ser superior al que corresponde brindar al Creador, es sintéticamente el pensamiento del santo.
De allí, que en conflicto de deberes, el creyente verdadero, aún en el mundo de la política, elige siempre a su Dios antes que a su “rey temporal”.
Esta es la clave para entender profundamente el testimonio de este gran santo.
Quiera Dios concedernos en estos tiempos tan oscuros para nuestra Argentina, el que podamos vislumbrar una patria diferente en el que imitadores de Tomás Moro la conduzcan por la senda de la verdad al destino de grandeza fijado desde sus orígenes.
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Padre Ricardo B. Mazza. Director. En el décimo aniversario de la fundación del CEPS “Santo Tomás Moro”. 28 de Junio de 2009. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com; www.nuevoencuentro.com/tomasmoro.-
Por P. Ricardi Bautista Mazza
4.-El testimonio de su vida particular y familiar.
Continúa describiendo Juan Pablo II a Tomás Moro en su vida familiar diciendo que “Sintiéndose llamado al matrimonio, a la vida familiar y al compromiso laical, se casó en 1505 con Juana Colt, de la cual tuvo cuatro hijos. Juana murió en 1511 y Tomás se casó en segundas nupcias con Alicia Middleton, viuda con una hija. Fue durante toda su vida un marido y un padre cariñoso y fiel, profundamente comprometido en la educación religiosa, moral e intelectual de sus hijos. Su casa acogía yernos, nueras y nietos y estaba abierta a muchos jóvenes amigos en busca de la verdad o de la propia vocación”. (Carta nº 2).
La santidad de vida del creyente se acrecienta asumiendo desde la fe los compromisos propios del deber de estado, siendo el matrimonio y la familia uno de los ejes más importantes de toda existencia humana.
Así lo entendió Tomás Moro quien desde el hogar fue creando un ámbito propicio en el que se nutrían sus descendientes por medio de la transmisión de la fe católica y de un proyecto de vida profundamente humano en el que se destacaban las virtudes tanto personales como las relacionadas con la vida social.
“En este sentido, partiendo del amor y en constante referencia a él, el reciente Sínodo ha puesto de relieve cuatro cometidos generales de la familia:1) Formación de una comunidad de personas; 2) servicio a la vida; 3) participación en el desarrollo de la sociedad;
4) participación en la vida y misión de la Iglesia.”(Exhortación Apostólica de Juan Pablo II “Familiaris Consortio, nº 17).
Adelantado a su época, Tomás Moro bregó en sus matrimonios y familias respectivas por llevar a cabo estos cuatros cometidos señalados.
Es suficiente mirar a nuestro alrededor para advertir sin mucho esfuerzo que es la familia la que permite la realización plena del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios.
Gracias a esa semejanza con Dios, el hombre lleva en su ser impreso el misterio más grande de la grandeza humana, es decir, que sólo se es auténticamente hombre cuando la riqueza de la comunidad divina se continúa en la creatura humana.
Para realizar este cometido, necesita el ser humano conocerse como persona no cerrada sobre sí misma, sino llamada a formar comunidad con los demás prójimos, sean los unidos a él ya por los lazos de sangre, amicales o ciudadanos.
Cuando desde la intimidad personal descubrimos también al otro como imagen y semejanza del totalmente “Otro”, es cuando es posible establecer puentes para constituir comunidad, familia.
En el hallazgo de la comunidad y del “otro”, en el totalmente “Otro”, el ser humano se abre a la vida ya que comprende su valiosidad ejemplar que jamás puede ser vulnerada, poseída, pisoteada o despreciada en aras del enclaustramiento más feroz del egoísmo.
En nuestra época, en cambio, el “otro” ha sido devaluado de tal manera que hasta los que se dicen querer ejercer como políticos, hacen selección interesada de su prójimo, estando prontos a satisfacer a las minorías “progresistas” que no dudan en sacrificar en al altar de Moloc por medio del aborto a los niños no nacidos, o arrinconar a los ancianos y enfermos a los que consideran inútiles para una sociedad hedonista, o eliminarlos por la “eutanasia” bajo la fórmula siniestra de un postulado autodenominado “derecho a la muerte”.
Ni qué decir que se hacen eco de las apetencias de ciertos “colectivos” que pugnan por nuevas “versiones” del matrimonio y de la familia que no integran lo que el Creador ha formulado para la naturaleza humana.
Estas propuestas de políticos argentinos, autoproclamados algunos como “defensores de la ética”, avasallan sin ninguna vergüenza los principios más elementales que protegen la vida, ya naciente, ya en su desarrollo o en su postrimerías, a la dignidad del matrimonio y de la familia, como si la verdad de esto dependiera del “voluntarismo” de su capricho oportunista y no de fundamentos que tocan al mismo hombre en su ser.
Para ellos la “ética” sólo mira el negociado, o el enriquecimiento ilícito, y no a la persona misma que se la vulnera caprichosamente, como si pudiera existir honestidad para gobernar o legislar si se desprecia al ser humano en su derecho primero cual es el de la vida, y a su deber primero cual es el de reconocerse como cada uno es biológicamente, llamado a la comunidad tan enaltecedora de la persona como lo es el matrimonio y la familia, según el designio del Creador.
5.-El testimonio como laico “en el mundo” y “en la Iglesia”.
En un tiempo histórico tan especial como le tocó vivir, Tomás Moro intuyó que como bautizado debía hacer un aporte concreto a la sociedad como lo señala Familiaris Consortio (nº 17). Lo hizo viviendo de modo extraordinario lo que le correspondía realizar cotidianamente.
Como ya advirtiera desempeñó cada tarea que se le encomendó para bien de su país y de cada conciudadano, sin buscar nunca las honras tan fugaces como el tiempo, por las que muchos ponen alma y vida para obtenerlas por cualquier precio.
Participando en la “vida y misión de la Iglesia” (cf. FC nº 17), “En 1532, no queriendo dar su apoyo al proyecto de Enrique VIII que quería asumir el control sobre la Iglesia en Inglaterra, presentó su dimisión”. …“Constatada su gran firmeza en rechazar cualquier compromiso contra su propia conciencia, el Rey, en 1534, lo hizo encarcelar en la Torre de Londres dónde fue sometido a diversas formas de presión psicológica. Tomás Moro no se dejó vencer y rechazó prestar el juramento que se le pedía, porque ello hubiera supuesto la aceptación de una situación política y eclesiástica que preparaba el terreno a un despotismo sin control.”(Carta nº 3).
A diferencia de muchos políticos de nuestro tiempo, no sólo afirmaba pertenecer a la Iglesia Católica sino que daba fe de éste principio con su obrar cotidiano, de allí que intuyendo el autoritarismo político y religioso que esgrimía su rey, prefirió servir incondicionalmente a su único Señor, su Creador y Salvador.
De allí que “durante el proceso al que fue sometido, pronunció una apasionada apología de las propias convicciones sobre la indisolubilidad del matrimonio, el respeto del patrimonio jurídico inspirado en los valores cristianos y la libertad de la Iglesia ante el Estado. Condenado por el tribunal, fue decapitado”. (Carta 3).
¿Cuántos políticos de nuestro tiempo, considerados católicos, no dudaron en apoyar leyes divorcistas o contrarias a las enseñanzas de la Iglesia? Su fidelidad al partido o a su ideología, tiene con frecuencia más peso que el profesar la fe católica que “dicen” poseer.
No pocos son los católicos, por lo demás, que en el ejercicio de la llamada “política pluralista” no dudan en pretender someter a la Iglesia agrediéndola por defender las verdades más elementales en los distintos ámbitos de la vida humana, como la educación, la economía, la moral pública.
Y así por ejemplo, próximos estamos a que se considere a la Iglesia culpable de infringir la ley “contra la discriminación” por sostener que el matrimonio está constituido por un varón y una mujer, y que la homosexualidad, entre otras situaciones tan comunes hoy, no está enmarcada por la enseñanza evangélica.
Y no quepa duda alguna, vienen por más…..
6.-Testimoniando vida austera, muere privado de bienes.
Recuerda Juan Pablo II que“estimado por todos por su indefectible integridad moral, la agudeza de su ingenio, su carácter alegre y simpático y su erudición extraordinaria …se retiró de la vida pública aceptando sufrir con su familia la pobreza y el abandono de muchos que, en la prueba, se mostraron falsos amigos”.(Carta nº 3).
Es conocido el requerimiento de su segunda esposa porque aceptara las pretensiones del rey olvidando el imperio de su conciencia para verse librado él y su familia de la extrema pobreza a la que eran sometidos por su íntegra fidelidad a la verdad.
Sin embargo Tomás Moro prefirió hasta su muerte vivir en la firmeza de la verdad antes que apoyarse en la seguridad pasajera de los bienes de este mundo.
Al respecto nos enseña que “si en la presente tribulación turca (se refiere a enrique VIII) nos persiguen a causa de la fe de manera que los que la renieguen mantengan sus bienes y los pierdan los que no la abandonen, la persecución será como una piedra de toque, y mostrará quién finge y quién es auténtico, y enseñará a discernir mejor a los que se creen con mejores intenciones de lo que sus obras indican. Porque hay algunos que creen tener buenas intenciones mientras se construyen a sí mismos una conciencia, y se quedan con un montón enorme de riqueza superflua siempre pensando que harán con ella alguna obra buena en la que lo darán todo de una vez, o si no, sus herederos lo harán. Si no se mienten a sí mismos, y guardan todo eso por algún propósito bueno, para hacer de verdad lo que Dios quiera, entonces deberán estar muy contentos en esta persecución de separarse de todo para dar gusto a Dios manteniéndose en su fe” (Diálogo de la fortaleza contra la tribulación, pág. 254. Editorial Rialp. 2002).
En las bellas páginas de este “Diálogo”, escritas en la cárcel, Tomás Moro, nos deja un mensaje sobre su fe y adhesión a Cristo Nuestro Señor, motivo más que suficiente para preferir perder todo lo terrenal si ello fuera necesario para permanecer en Jesús.
Nos enseña pues, que “Nadie puede servir a la vez a dos señores. Cristo quiere que creáis todo lo que Él os dice y que hagáis todo lo que Él os manda, y que desechéis lo que Él os prohíbe, sin ninguna excepción. Quebrantad uno de sus mandamientos, y los habéis quebrantado todos.”(op.cit. pág. 257).
El servicio a la autoridad temporal nunca ha de ser superior al que corresponde brindar al Creador, es sintéticamente el pensamiento del santo.
De allí, que en conflicto de deberes, el creyente verdadero, aún en el mundo de la política, elige siempre a su Dios antes que a su “rey temporal”.
Esta es la clave para entender profundamente el testimonio de este gran santo.
Quiera Dios concedernos en estos tiempos tan oscuros para nuestra Argentina, el que podamos vislumbrar una patria diferente en el que imitadores de Tomás Moro la conduzcan por la senda de la verdad al destino de grandeza fijado desde sus orígenes.
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Padre Ricardo B. Mazza. Director. En el décimo aniversario de la fundación del CEPS “Santo Tomás Moro”. 28 de Junio de 2009. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com; www.nuevoencuentro.com/tomasmoro.-
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