22 de julio de 2009

La misión del profeta en la historia humana.


.-La predicación del profeta Amós.
Casi dos siglos antes de la actuación del profeta Amós se produjo el cisma entre las doce tribus de Israel constituyéndose el Reino del Norte con capital Samaría, y el Reino del Sur con Jerusalén como centro político y religioso.
El profeta Amós oriundo de Judá, es un hombre que no profetiza por un salario, o por encargo especial, ni tampoco era hijo de profeta, sino que es un pastor, y que ha sido enviado por Dios al reino del Norte para predicar la conversión.
El reino del Norte bajo Jeroboam II (mediados del siglo VIII a.C.) transcurría un tiempo de abundancia económica en el que ricos y poderosos se enriquecían cada vez más, mientras que la gran masa del pueblo padecía miserias sin fin. Era patente una gran injusticia social en la que la brecha entre ricos y pobres se agigantaba cada vez más.
Amós es conocido como el profeta de la justicia social que recrimina duramente las injusticias cometidas entre hermanos, la depravación moral y religiosa, la violencia del lujo, el formalismo del culto y advierte claramente que si no escuchan la ruina caerá sobre el reino, al sobrevenir el Día de Yahvé, el desplome de la casa real y la deportación.
La contaminación reinante tocaba también al culto. Mientras se realizan ceremonias rituales esplendorosas se negaba en los hechos a los más pobres alejándose cada vez más el pueblo de su Dios.
Como acontece en el presente, había más interés por vivir en una sociedad de consumo que concretar la alianza sellada con Dios en el Sinaí.
Como reflexionamos el domingo pasado, se hace oídos sordos al mensaje del profeta, insoportable también para los responsables de la religión.
En efecto, el sacerdote Amasías defiende el culto en Betel, santuario establecido en su momento para que el pueblo no siguiera conectado con la dinastía davídica peregrinando al templo de Jerusalén.
Este sacerdote, también contaminado, más fiel a la situación establecida que a Dios, recrimina a Amós invitándolo a regresar por donde vino.
Es en ese momento que el profeta señala que ha sido enviado por Dios.
Sucede posteriormente lo que era previsible. El Reino del Norte emerge como un plato apetecible para los enemigos de siempre y Asiria se apodera del mismo en el año 722 a.C., cumpliéndose así el anuncio del mismo Dios realizado por el profeta.
Analizando la historia humana comprobamos que la caída de los imperios poderosos se produce después de un período de corrupción y de desgaste en todos los ámbitos de la sociedad.
Es difícil no pensar, al recordar lo acontecido en el reino del Norte, en nuestra Patria. De potencia primerísima que éramos hace ya muchos años, considerados con respeto en el mundo, poco a poco fuimos cayendo más y más resultando que en la actualidad nadie en el mundo nos toma en serio, provocado esto por el deterioro que ha minado las instituciones.
Como en el reino del Norte, también en Argentina, la brecha entre ricos y pobres es cada vez es mayor, ya que el lujo que ostentan algunos golpea a muchos que no tienen con qué vivir, y mientras los que debieran promover el bien común favorecen a sus secuaces, va anticipándose un futuro desolador.
Cuando el ser humano se aleja de Dios y busca vivir su propia vida a espaldas de la realidad en la que se expresa su Providencia y voluntad, termina esto volviéndose contra los mismos pueblos.

2.-La predicación de los apóstoles de ayer y de siempre.
En el texto del evangelio nos encontramos con Jesús que envía a los doce, de dos en dos, a llevar su Palabra a los hombres de buena voluntad.
El Señor hace hincapié en el despojo necesario de los enviados, que no han de ubicar su confianza en las seguridades de este mundo, sino que su única certidumbre es el envío que el Señor hace de ellos y por tanto la fuerza que proviene de Dios.
Se encontrarán con que no siempre la respuesta se origina en la fe.
Por eso les dirá que donde no sean recibidos o escuchados, sacudan hasta el polvo de sus sandalias, no como un gesto de maldición sino de advertencia, para que quienes rechazan la Palabra se hagan cargo de ello.
Pero Dios siempre espera la respuesta no para vanagloriarse de la victoria sino para bien del hombre que se encuentra con su Dios y alcanza la perfección.
El texto del evangelio muestra el drama entre un Dios que busca al hombre y de un ser humano que no siempre lo encuentra porque no quiere o le resulta indiferente su propuesta.
La misión del enviado en la época de Jesús como en nuestros días, tiene que ser a fondo, anunciar la Salvación ofrecida a todos.

3.-El contenido del mensaje.
Hasta aquí hemos mencionado al Dios que envía, a los enviados, a la falta de fe por parte de muchos oyentes y de la aceptación del mensaje por parte de unos pocos.
Ahora bien, ¿en qué consiste el contenido del mensaje? ¿Cuál su núcleo? El mensaje ha de dar testimonio de Cristo muerto y resucitado, que está relacionado con una enseñanza más amplia y que encontramos en la segunda lectura del día tomada del apóstol San Pablo a los Efesios.
Allí Pablo presenta este himno de alabanza a Dios que nos ha bendecido en la persona de Cristo “con toda clase de bienes espirituales y celestiales”.
Nos recuerda que fuimos elegidos antes de la creación del mundo en la persona de Cristo, de modo que cada uno antes de existir en el mundo, en un momento histórico concreto, estaba en el pensamiento de Dios.
Desde toda la eternidad Dios pensó en cada uno de nosotros inserto en su Providencia de Redención y Salvación de la humanidad. Pensó en cada uno contribuyendo a la gloria del Creador y al engrandecimiento del mismo hombre.
Elegidos y destinados para ser hijos adoptivos del Padre en la persona de Cristo, desplegándose así la grandeza de la condición humana.
Ahora bien, el hecho de ser hijos nos constituye en herederos de la misma vida de Dios. Es decir que estamos predestinados a volver al origen de donde procedemos, Dios mismo.
Y más aún todavía, Pablo insiste que para que lleguemos a la meta, Dios sigue brindándonos sus dones para que crezcamos como hijos, reclamando de nosotros una respuesta acorde con lo recibido, o sea, que seamos santos e irreprochables en su presencia.
¿Qué significa ser santo e irreprochable? Vivir en el mundo como hijos de Dios, bajo su mirada, y en la búsqueda constante por agradarle en todo.
Si pensáramos a menudo que somos hijos de Dios y lo que esto significa para nuestra vida cotidiana, aplicándolo a cada día, ¡qué distinta sería la familia, el trabajo, el estudio, las relaciones humanas y las diversiones!
El tener siempre presente ante nosotros el hecho de nuestra filiación divina nos lleva a descubrir nuestra identidad, es decir lo que somos, y a prolongarla en el obrar de cada día.
Descubriendo lo que somos y que estamos llamados a la misión, seremos capaces de dar a conocer a Jesús en el mundo de hoy para que no anide más en el corazón de los hombres el sin sentido de la vida, que no haya más quien piense para qué estoy aquí, y que por el contrario se vaya valorando más lo que significa ser elegidos desde toda la eternidad y llamados a la filiación divina y a la posesión de su herencia.
Pidamos esta gracia y la fuerza para llevar a cabo estos ideales.

Padre Ricardo B. Mazza. Director del CEPS “Santo Tomás Moro”. Homilía en el domingo XV “per annum” ciclo “B”. Referencias bíblicas: Amós 7,12-15; Efesios 1,3-14; y Marcos 6,7-13. Santa Fe de la Vera Cruz 12 de julio de 2009. ribamazza@gmail.com; www.nuevoencuentro.com/tomasmoro; www.nuevoencuentro.com/provida; http://ricardomazza.blogspot.com.-

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