24 de julio de 2009

LA DENUNCIA PROFÉTICA, AYER Y HOY.


Tú no tienes ojos ni corazón más que para tus ganancias, para derramar sangre inocente, para practicar la opresión y la violencia” (Jer.22, 17).

1.-La denuncia y amenaza a los pastores por la dispersión de las ovejas.

El domingo pasado reflexionamos acerca de la misión profética de Amós antes de la caída del reino del Norte conformado por diez tribus de Israel que se había separado de la dinastía davídica.

El texto señalado como primera lectura para la reflexión de la liturgia del domingo XVI durante el año está tomado del profeta Jeremías, el cual enmarca su misión en el reino del Sur o de Judá constituido por las tribus de Judá y Benjamín, en el que denuncia a los “ungidos del Señor” – los reyes- que extravían al pueblo y dejan de conocer a su Dios como Josías.

Como portavoz del Señor se dirige a los pastores, es decir a los reyes, para que cumplan el deber primordial como gobernantes que es defender el derecho y la justicia , dejando en claro que “si ustedes no escuchan estas palabras, juro por mí mismo –oráculo del Señor- que esta Casa se convertirá en un motón de ruinas” (Jeremías 22,5).

Asombran las duras invectivas arrojadas contra Joaquím por su lamentable papel de rey-pastor que sólo busca su bien en perjuicio del pueblo: “¿Eres acaso rey porque ostentas la mejor madera de cedro? ¿Acaso tu padre no comía y bebía? Pero también practicaba el derecho y la justicia, y entonces todo le iba bien. El juzgaba la causa del pobre e indigente, y entonces todo le iba bien. ¿No es eso conocerme? –oráculo del Señor- Pero tú no tienes ojos ni corazón más que para tus ganancias, para derramar sangre inocente, para practicar la opresión y la violencia” (Jer.22, 15-18).

Acerca de este rey adelanta su fin ruinoso “¡Pobre de este hombre! Nadie se lamentará por él….Será sepultado como un asno, será arrastrado y arrojado más allá de las puertas de Jerusalén” (Jer 22,18 y 19).

El desoír permanente de la Palabra del Señor concluye con la caída de Jerusalén el año 597 en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, siendo destronado y deportado a Babilonia el rey Jeconías.

En el texto que nos ocupa (Jer.23, 1-6) el profeta duramente afirma:” ¡Ay de los pastores que pierden y dispersan el rebaño de mi pastizal!...Por eso, así habla el Señor, Dios de Israel, contra los pastores que apacientan a mi pueblo: ustedes han dispersado a mis ovejas, las han expulsado y no se han ocupado de ellas. Yo, en cambio, voy a ocuparme de ustedes, para castigar sus malas acciones”.

¿A qué pastores está señalando? A los reyes de Judá, haciéndose eco de la imagen del rey-pastor.

En el Antiguo Testamento conviven con misiones diferentes las figuras del profeta, del sacerdote y del pastor- rey.

En este contexto, pues, Jeremías se dirige a quienes gobernaban Judá, a la autoridad política presente en la figura del rey.

Los últimos reyes especialmente, no habían cumplido con su misión de ser centro de unidad de las ovejas, sino que sin preocuparse por el bien de todos dispersaron al pueblo a ellos confiado. No lo conducen tampoco a la perfección espiritual ya que ellos mismos no daban ejemplo de fervor religioso alguno.

Al decir, ¡pobres de ustedes pastores!, Jeremías no solamente se lamenta sino que deja entrever que esos reyes deberán dar cuenta a Dios por su desgobierno político que han conducido a la ruina del pueblo.

Podemos darnos cuenta a través de esto que la Palabra de Dios nos hace ver desde la fe la misma historia humana.

Nosotros estamos acostumbrados a separar lo que es la historia humana y la vivencia de la fe, como si fueran dos aspectos diferentes de la vida del hombre, como si la historia fuera solamente un transcurrir del tiempo y no una verdadera historia de salvación en la que Dios manifiesta siempre su Providencia y nos llama a comprometernos en cada tiempo histórico de un modo nuevo.

Leer la historia desde la fe es mirar cada acontecimiento social, político, económico, familiar y personal no como algo aislado, sino desde la mirada de Dios, es decir, captar en cada momento su voluntad.

Esta lectura desde la fe nos permite juzgar y predecir los acontecimientos futuros sin error alguno. Y así, por ejemplo, sin forzar la Palabra de Dios, al aplicar los acontecimientos del pasado al presente, entendemos la caída ruinosa de nuestra Patria.

En efecto, trasladando lo ocurrido en el reino de Judá entre nosotros, encontramos elementos comunes que hacen ver cómo la disgregación de nuestra Nación se ha debido en gran medida a la ausencia de buenos gobernantes-pastores que sepan ser instrumentos de unidad de todo el pueblo en el orden político, económico, social y familiar.

2.-Cristo, principio de unidad del pueblo disperso.


Sin embargo, la decadencia de una conducción honesta por falta de reyes-pastores no aleja el amor de Dios: “Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas, de todos los países adonde las había expulsado, y las haré volver a sus praderas, donde serán fecundas y se multiplicarán. Yo suscitaré para ellas pastores que las apacentarán; y ya no temerán ni se espantarán, y no echará de menos a ninguna –oráculo del Señor-. Llegarán los días –oráculo del Señor- en que suscitaré para David un germen justo; él reinará como rey y será prudente, practicará la justicia y el derecho en el país” (Jer.23, 3-6).

En este contexto se revela que Dios es el que salva siempre a través de la historia humana, y suscita un pastor por excelencia, Cristo el Salvador.

San Pablo escribiendo a los cristianos de Éfeso (2,13-18) afirma que Cristo con el derramamiento de su sangre unifica lo que estaba disperso por el pecado, acerca lo que estaba lejos destruyendo el odio, muro de separación entre los hombres-hermanos, hijos de un mismo Padre.

La misión de Cristo no termina con Él, sino que ha de continuarse por medio de quienes creemos en su Palabra y queremos prolongar su vida en cada momento histórico que nos toque vivir.

La unificación de todos los hombres realizada por el misterio de la Cruz, nos convoca no sólo a mantenerla, sino a aumentarla de manera que tenga una proyección misionera que abarque a toda la humanidad y a todas las realidades en las que está inserto el redimido.

Ahora bien, una pregunta surge de todo esto, ¿cómo continuar en el presente la misión de Cristo-Pastor que unifique lo que está disperso?

Indudablemente prolongar en el tiempo la misión de Jeremías que denuncia lo que está mal, y continuar la misión de Jesús que brinda caminos superadores suscitando nuevos pastores, que rectifiquen todo lo desviado porque que Él nos ha redimido, serán tareas de los bautizados.

3.-El bautizado-pastor continuador de Jeremías profeta.

Universalizando el concepto de pastor, podemos afirmar que las clases dirigentes en nuestro país –en los distintos ámbitos de la sociedad- no hemos estado a la altura de lo que necesita nuestra Patria.

Unos por comisión, otros por omisión, indiferencia o “prudencia”, renunciamos a proclamar la verdad, provocando la dispersión del pueblo.

De allí que urge a los ámbitos ya social, político, económico, laboral y todo lo referido al desarrollo humano, recibir la fuerza de la denuncia profética.

En el orden político es evidente la falta de una búsqueda sincera del bien común ya que sólo interesa el aprovechar el poder obtenido para el personal usufructo, con el intento de perpetuarse en el mismo no en una actitud de servicio, sino sólo como medio para sacar ventajas, para lo cual es habitual la inobservancia de la ley o su uso sesgado según convenga.

No se vislumbran corazones magnánimos que prefieran sacrificar lo propio por el bien de todos, denunciando con valentía lo que está mal.

En el orden de la administración de la justicia ya no se busca el ius, lo que a cada uno corresponde, sino lo que es conveniente al poder político al que se sirve y del cual se depende para no perder el puesto.

En el mundo de lo económico y social no pocas veces interesa más el lucro y la avaricia, buscándose el favor de los poderosos para los negocios, y el promover el ilusorio bienestar del juego como medio de esclavitud.

El mundo del trabajo ha dejado de ser un ámbito en el que se defiendan los derechos conculcados de los trabajadores, para convertirse en medio para tener poder y manejar discrecionalmente los aportes de todos, sin buscar la creación de nuevas fuentes de trabajo.

Los pobres sólo interesan como eternos electores cautivos y no se instrumentan los caminos para que cada ciudadano viva dignamente.

En el orden religioso no siempre se transmite íntegramente el evangelio, sino que a menudo se lo parcializa con lecturas ideológicas en las que no se presenta a Cristo como el verdadero Salvador, dejando al redimido en medio de la mundanidad que le impide reconocerse hijo de Dios.

4.-El bautizado-pastor continuador de Jesús Pastor.

En el texto del evangelio de este día escuchamos que “Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato” (Marcos 6, 34).

Poniéndonos en el corazón de Jesús –ya que hemos de aspirar a poseer sus mismos sentimientos- advertimos que su mirada abarca a todo el hombre y a cada hombre, en cada tiempo histórico que nos toca vivir.

Descubre cuáles son sus necesidades más profundas y el sinnúmero de padecimientos que ha de soportar el ser humano no siempre por su culpa.

Ante esta realidad descubrimos que el papel profético de Jeremías que denuncia y el de Jesús que increpa y consuela ante tantas injusticias, muchas veces se demora por falta de un verdadero sentido de la fortaleza cristiana o una falsa concepción de la prudencia que incluye a todos los que debiéramos ir al frente de las ovejas olvidadas por el egoísmo del hombre y necesitadas cada vez más del consuelo que procede de Dios y se prolonga en nuestra misión temporal.

De allí la necesidad entre nosotros de la presencia de legítimos dirigentes pastores que puedan sustituir toda miseria por el enaltecimiento de la dignidad humana.

Cristo se compadeció, es decir padeció con la muchedumbre, y buscó desde su misión responder a los interrogantes humanos más profundos.

Su actitud nos interpela para que cada uno de los conductores-pastores en los distintos ámbitos de la existencia humana, sepamos “padecer-con” cada uno y respondamos a las necesidades largamente insatisfechas.

Y así, en el campo político, social, económico, familiar y personal cada dirigente-pastor ha de responder según su capacidad y “padeciendo-con” las miserias de sus hermanos, para contribuir a la dignidad de cada uno. De esta manera se superarán tantas “incongruencias” de los conductores y que señalábamos más arriba.

Los que fuimos elegidos como pastores en el orden religioso-espiritual, al igual que Jesús, hemos de mostrar la teleología humana que culmina en Dios, y que es voluntad del Creador y derecho de cada uno –en su condición de homo viator-, el ser respetado en su dignidad participando de los bienes de este mundo de manera que a nadie sobre y a nadie falte lo que es congruente con la dignidad de hijos de Dios.

Sólo apostando al bien de todos podremos prolongar al Señor en el mundo temporal y ser recibidos a descansar con Él para comunicarle nuestros esfuerzos de servidores fieles.

Padre Ricardo B. Mazza. Director del CEPS “Santo Tomás Moro”. Reflexiones en torno a los textos bíblicos de la liturgia dominical del 19 de Julio de 2009. (Jer.23, 1-6; Efesios 2,13-18; Mc.6, 30-34). ribamazza@gmail.com; www.nuevoencuentro.com/tomasmoro; http://ricardomazza.blogspot.com.-

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