3 de agosto de 2009

La indigencia humana elevada por el poder de Dios


“Dios llama al hombre a hacer participar a todos de lo obtenido de la tierra, fruto de la abundancia de sus dones.”

1.-“Comerán y sobrará”

A partir de hoy, durante cinco domingos, la liturgia nos expone la enseñanza de Jesús acerca del Pan de Vida, esto es, la Eucaristía, contenida en el capítulo sexto del Evangelio de Jesucristo según san Juan.

Es una oportunidad especial para reflexionar sobre este misterio importante que forma parte de la doctrina dogmática católica.

Los textos de hoy son como una especie de apertura o introducción de lo que Jesús quiere dejarnos.

La primera lectura tomada del IIº libro de los Reyes (4,42-44) forma parte de la sección de milagros del profeta Eliseo, heredero del espíritu de Elías, que prueban la misión divina del mismo, perfecto varón de Dios.

El relato precisa que Eliseo partiendo de las primicias de la cosecha que un israelita ofrece a Dios –veinte panes de cebada- , es portavoz de Dios y encarga que sean distribuidos entre cien personas para que coman.

Indudablemente esta exigua cantidad de panes es incapaz de alimentar a tantas personas, y ante la duda manifestada por el donante, el profeta manifiesta su confianza absoluta en la palabra de Dios –“Comerán y sobrará”- e insiste en el reparto. El resultado es que todos comen hasta saciarse quedando sobras, signo de la abundancia de los dones divinos.

La enseñanza es muy simple y profunda a la vez: Dios llama al hombre a hacer participar a todos de lo obtenido de la tierra, fruto de la abundancia de sus dones.

Los veinte panes de cebada ofrecidos a Dios sellan la actitud del hombre que en lo poco que posee quiere hacer ofrecimiento de sí mismo.

Pero Eliseo enseña que el Señor aceptando la ofrenda, la destina a los demás, como prolongación de ese amor al Creador.

Y más todavía, queda plasmada la idea de que cuando la ofrenda realizada se hace de corazón, aunque pequeña, tiene efecto multiplicador gracias al poder de Dios.

Los dones que sobran –además-, están indicando que no debe cesar esa actitud de ofrenda, ya que el Señor es pródigo con los bienes de la Creación.

2.-“..los repartió a los que estaban sentados”

En el texto del Evangelio (Juan 6,1-15) nos encontramos que Jesús con la multiplicación de los cinco panes de cebada y dos pescados no busca tanto solucionar el problema de una multitud hambrienta, sino subrayar el carácter de signo que la acción posee.

Como Moisés cruzara el Mar Rojo seguido por el pueblo, Jesús marchó a la otra parte del lago de Galilea seguido por mucha gente que ansiaba escucharlo.

Como Moisés guiaba al pueblo hacia la tierra prometida donde manaba leche y miel, Jesús quiere conducir al pueblo a la tierra prometida del encuentro personal con Él a través del misterio eucarístico.

Jesús sentado –indicando su papel de maestro- , inicia con sus apóstoles el diálogo necesario ante la indigencia más profunda de la muchedumbre:” ¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?”.

La cercanía de la Pascua judía que Jesús trocará en Pascua cristiana, en la que el cordero pascual cambiará en su propio Cuerpo ofrecido para la salvación del mundo, enmarca la acción descrita en el texto de Juan.

La presencia de un niño que apenas tiene cinco panes de cebada y dos pescados resaltan como signo de la debilidad e indigencia humana.

Pero la fuerza de Dios nuevamente se hace presente en su carácter multiplicador de dones.

La pequeñez del hombre ofrendada generosamente se convierte en abundancia de alimento para cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

Dando la acción de gracias al Padre, dador de todo bien, reparte a todos de sus bienes. No sólo se saciaron sino que sobraron doce canastos de pan.

Detalle hermoso el pan abundante que sobra de la opulencia repartida, ya que destaca la generosidad de Dios que no sólo sacia en el presente, sino que prepara la mesa del futuro, siendo suficiente la ofrenda nuestra, pequeña, pero realizada con corazón confiado en la palabra y el poder de Dios como sucedió con el profeta Eliseo.

Jesús quiere enseñarnos en este preámbulo de sus siguientes enseñanzas que en su bondad, Dios siempre se está entregando no sólo para saciar el hambre temporal, sino también y sobre todo, el ansia permanente de unirse a Él.

3.-“Un solo cuerpo y un solo espíritu”

Compartir el pan de la tierra y el Cuerpo de Cristo que se da como alimento, hace realidad lo que recuerda el Apóstol San Pablo (Efesios 4,1-6): “les ruego que anden como pide la vocación a la que han sido convocados”.

El nutrirnos con el pan de la tierra y el Cuerpo del Señor como signo y en espíritu de caridad, va realizando la unidad tan necesaria en el Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia.

De allí que con énfasis el apóstol asegure que esta unidad suscita en nosotros frutos de humildad, amabilidad y comprensión, permitiéndonos el sobrellevarnos mutuamente con amor.

No es de admirar que de resultas de este espíritu de unidad podamos mantener vivo el lograr “la meta de la esperanza en la vocación a la que hemos sido convocados”.

A partir de esta nueva vida que se promueve en nosotros, logramos comprender que cada esfuerzo humano por pequeño que sea, realizado con sincera entrega de nosotros mismos, posee un efecto multiplicador por medio del poder de Dios.

Nuestra tarea realizada como respuesta al don recibido resulta fructífera en los diversos campos de la existencia de cada uno como hijo que camina con seguridad hacia la Casa del Padre.

Y así, es invalorable aún lo poco que hagamos generosamente en el campo de la familia, de las relaciones humanas, en el cumplimiento del deber de estado, ya que con la fuerza de Dios no sólo tiene presencia en el hoy sino que asegura un futuro promisorio

Cuando el cristiano se compromete acompañando el caminar de sus hermanos en el mundo del dolor, de los negocios, de la política, de lo económico y social, abriendo nuevos caminos superadores de tantas miserias, avizora por la intervención generosa de Dios el horizonte nuevo de las doce canastas del pan abundante de la generosidad.

Sin caer en la tentación de querer hacer de Jesús un Mesías temporal y confiando sólo en su poder divino, podremos ir gestando un mundo nuevo que sepulte tantos mesianismos que prometen lo que jamás podrán otorgar.

Fortalecidos por las promesas del Señor y confiando sólo en sus palabras “comerán y sobrará”, no sólo tendremos respuesta a las inquietudes presentes en esta vida temporal, sino que nutridos por el pan eucarístico, anticipamos el banquete definitivo del reino preparado copiosamente por el Señor para todos “porque muchos son llamados” pero “pocos son elegidos” (Mateo 22,14).

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Padre Ricardo B. Mazza. Cura Párroco de “San Juan Bautista”. Santa Fe de la Vera Cruz en Argentina. Homilía en el domingo XVII “per annum” Ciclo “B”. 26 de julio de 2009. ribamazza@gmail.com; www.nuevoencuentro.com/tomasmoro; http://ricardomazza.blogspot.com.-

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