5 de enero de 2011

“DEL TIEMPO A LA ETERNIDAD GUIADOS POR MARIA MADRE DE DIOS”


La relación entre Dios y su pueblo siempre fue contemplada como una correspondencia esponsalicia. Dios se compromete de tal manera con el pueblo de Israel que lo ama como un esposo ama a su esposa. Por eso lo que el pueblo sufría en el exilio era motivo de sufrimiento y humillación para Él y, cuando este pueblo era exaltado regresando a su tierra, también el nombre de Yahvé era enaltecido.
En el hecho de esta alianza entre Dios y el pueblo de Israel se origina la bendición que se derrama abundantemente sobre el mismo.
En el texto del libro de los Números (6,22-27), Dios le señala a Moisés la fórmula con la que los sacerdotes deben bendecir a los israelitas con ocasión del año nuevo, e indicar de ese modo que Yahvé está siempre en medio de su pueblo.
El Señor de la historia quiere prodigar a todos la paz, con lo que ello implica, es decir, no sólo la ausencia de guerras sino el espíritu de comunidad entre todos los israelitas y la búsqueda constante del bien reconociendo la filiación con el Dios de la Alianza.
El pueblo bendecido por Dios volvía a reafirmar la certeza de que asentándose sobre la roca firme de Aquél que lo eligió desde siempre, podría superar las dificultades que se presentaban en la vida cotidiana.
Coincidentemente con esta bendición inscrita en el Antiguo testamento, en la fiesta de Santa María Madre de Dios, que estamos celebrando, la liturgia nos invita a iniciar el año nuevo con la bendición de Dios.
Es deseo del Señor que podamos caminar en este mundo transitorio guiados por la luz que proviene de Él y creciendo día a día como hijos suyos.
Precisamente el nacimiento en carne humana del Hijo de Dios nos descubre el designio de Dios de hacerse hombre, e ingresar en nuestra historia para hacernos partícipes de su naturaleza divina.
En el marco del hecho de que el Verbo “plantó su tienda entre nosotros”, el veinticinco de diciembre surgía la presencia del Niño divino recién nacido, quedando en un segundo plano la presencia de su Madre.
En el día de hoy, en cambio, la consideración está puesta en la persona de María Virgen y Madre, no sólo de Jesús, sino como lo recuerda la oración después de la comunión, como madre nuestra y de la Iglesia.
Dios en su Providencia ha querido desposarse con esta hija de Israel para que ingrese en el mundo su Hijo hecho hombre.
María, recuerda San Pablo (Gál. 4, 4-7) en la segunda lectura, hace posible que Jesús nazca de mujer y que nos dirijamos a Dios como nuevos hijos adoptivos suyos, diciéndole Abba, reconociendo así la paternidad de Dios. Con el nacimiento en carne humana del Hijo de Dios, no sólo nos beneficiamos con una madre que es María, sino que también descubrimos al Padre común de todos los que venimos a este mundo.
Todo esto lo fue experimentando profundamente María Virgen y Madre. De allí que el texto del evangelio que acabamos de proclamar nos recuerde que “María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón” (Lc. 2, 16-21). Se descubre así a la Mujer del silencio.
No es la mujer de la bulla o que está distraída en las cosas, o por lo que pasa en su alrededor, sino que tiene puesto el pensamiento en el misterio del Verbo encarnado y, ésta contemplación del misterio de su Hijo le permite vivir el orden temporal de un modo totalmente distinto. Ella guarda en su corazón todos los acontecimientos que refieren a su Hijo.
Si tenemos en cuenta los cuatro evangelios, María está marcada por el anonimato. Muy pocas veces aparece diciendo algo. Será en la escena con el ángel que anuncia su maternidad, en la visita a su prima Isabel, cuando el Niño se pierde en el templo, o en las bodas de Caná.
En otras oportunidades recibe elogios a causa de su maternidad, como Simeón que asegura poder morir en paz porque ha visto la salvación tanto tiempo anunciada, o la profetisa Ana quien sirviendo al Señor en el templo manifiesta su alegría al contemplar al Niño. Pero también se le anuncia el dolor que habrá de sobrellevar acompañando a su Hijo hasta la Cruz.
Todas estas experiencias, como la visita de los pastores o el encuentro con los Magos de Oriente, - en silencio-, le ayudarán no sólo a profundizar sino también a estar cerca del misterio del Hijo de Dios hecho hombre. De allí que el texto bíblico anuncie que “guardaba estas cosas en su corazón”.
Estas actitudes de María Santísima han de servirnos siempre de ejemplo.
Deben ayudarnos como permanente enseñanza, a cómo conocer y valorar el misterio del Hijo de Dios hecho hombre y, prolongarlo con un estilo de vida diferente que sea capaz de impregnar la sociedad misma.
La figura de María orante, en silencio, nos deja una hermosa enseñanza para nuestra vida, y nos indica el camino verdadero que conduce al encuentro más pleno con el Emmanuel.
En la medida que vamos profundizando más y más en el misterio de Dios que se despliega, adquirimos también nuevas luces para iluminar la realidad de todos los días.
Pidamos a María que nos acompañe siempre, para que como Ella, sigamos siempre los pasos de Jesús a lo largo de su vida hasta la Cruz, sin huir de la misma nunca, ya que allí encontramos la cumbre de este caminar en sabiduría hacia la Verdad plena.
Comencemos este año, por lo tanto, confiados en que por la intercesión de la Madre de Jesús y nuestra, –ya que nos engendró al pie de la cruz- podremos ir sorteando los distintos embates culturales, políticos o sociales que pretendan separarnos de la contemplación de la divinidad de Aquél que entró en nuestra historia para que podamos dignificarnos y logremos alcanzar una mirada nueva sobre la vida que recorremos cada día.
Al comenzar el Año Nuevo pidamos también al Señor y a su Madre, por nuestra Patria, para que cesando el proceso disolvente y abrumador de una cultura indiferente a Dios y a su seguimiento por medio de las buenas obras, pueda elevarse, sacando de sus reservas lo mejor, a la grandeza para la que fue constituida por quien es Señor de la Historia.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa de Santa María Madre de Dios. 01 de enero de 2011. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com.


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