27 de marzo de 2011

“Cristo manantial del Espíritu nos transforma con su Gracia”.

 1.-La historia de la insatisfacción humana hace sentir la ausencia de Dios.
En el libro del Éxodo (Ex.17, 3-7) se nos narra cuál es la actitud de los judíos en el desierto por la falta de agua. Rechazan a Moisés, añoran el tiempo pasado en Egipto porque allí no padecían ni hambre ni sed.
Dios los ha sacado de la esclavitud para llevarlos a la tierra prometida. Ellos se olvidan de ese hecho: sólo cuentan los bienes materiales. La rebeldía se expresa en aquella pregunta: “¿está o no está el Señor en medio de nosotros?”.
La misma historia se repite en la época de Cristo. Judíos y samaritanos se peleaban por el lugar en que debían adorar al Dios Único.
Cada uno se preguntaba, “¿está o no Dios con nosotros?”. La samaritana ansiosa por los bienes del cuerpo tarda en reconocer a quien es el refrigerio del alma.
La historia de la insatisfacción humana se repite continuamente como queja eterna. La sed de las cosas materiales y las insatisfacciones que producen nos hacen dudar de la presencia entre nosotros de un Dios Todopoderoso.
En medio de las desgracias de la vida presente, de la muerte, en medio de los miedos más ocultos, de los corazones vacíos, surge la pregunta, eco del pasado: “¿Está o no está Dios con nosotros?”.
Y Dios no estará presente en medio de nosotros en la medida en que nos arreglemos solos, en la medida en que sólo busquemos la añadidura y nos olvidemos del Reino de los Cielos.
Dios no está con el que busca llenar su vacío espiritual con los dioses del momento. El hombre moderno seguirá insatisfecho porque no va a la verdadera fuente, a la de la vida. Cristo lo dice claramente en referencia al agua del pozo de Jacob: “el que beba de esta agua tendrá nuevamente sed”.

2.- Cristo nos enseña a no tener más sed de Dios (Jn. 4,5-42)
Sólo Cristo nos satisfacerá plenamente porque “el que beba el agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed”.
Y Dios en la persona de Cristo está muy cerca de nosotros. Estuvo con la samaritana cuando le dice “si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y Él te daría agua viva”. Respuesta admirable que enseña que también Cristo está sediento. Tiene sed de almas, sed de corazones arrepentidos, sed de bondad, sed de cristianos profundos, sed de nuestra respuesta de amor para siempre.
Cristo está cansado junto al pozo de Jacob, para indicar que está cerca de nuestras propias carencias y necesidades.
Pero su presencia es desconocida. Corremos cada día enloquecidos por el agua que no apaga nuestra sed, y cada vez más sedientos rechazamos a un Dios que espera cansado de luchar por nosotros. Insistimos cada día en el mismo ritmo, hasta que quizás cansados y vacíos acudimos al evangelio que nos dice su verdad incisiva “el que bebe esta agua tendrá siempre sed”.
Si reflexionamos y renovamos nuestra vida y corremos por el agua de la vida, nuestra sed se va apagando mientras el fuego del amor de Dios va haciéndose cada vez mayor.
Si Cristo entra en nuestro corazón nos enseñará cómo llegar al Padre dándole culto en espíritu y en verdad. En espíritu porque siendo Dios, Espíritu, sólo los de vida interior lo adoran en profundidad. En verdad, porque los adoradores del Padre buscan cumplir su voluntad en todo momento.
No pueden adorar a Dios los que viven obsesionados por lo material, ya que su espíritu es incapaz de elevarse a lo espiritual. No pueden adorar a Dios los mentirosos, los calumniadores, los falsos, los dobles, porque su espíritu tenebroso huye de la verdad que irradia Dios mismo.
Los samaritanos del evangelio escucharon a Cristo y recibieron el don de Dios. Su fe incipiente fue confirmada por Cristo porque les entregó el Espíritu Santo que a tientas buscaban.
Luchemos contra la sed espiritual, no busquemos apagarla con falsos sustitutos de momento. Cristo es el único que colma nuestras ansiedades.
San Pablo (Rom. 5, 1-2.5-8) corrobora todo esto. Cristo murió por nuestros pecados, probándonos el inmenso amor que nos tiene ya que “por Cristo obtuvimos el acceso a la vida de Dios”.

3.-nuestra obligación de cristianos frente a un mundo sediento de Dios.
Bautizados por el don del espíritu hemos obtenido los dones divinos. No defraudemos a ese espíritu ya que tenemos una misión que cumplir ante los demás.
El mundo agoniza sediento de Dios. Sed de un Dios que nosotros hemos de dar a conocer.
Pero ¿cómo será posible si estamos también nosotros sedientos de Dios? ¿Cómo será posible si no recurrimos a la fuente del agua de la vida? Muchas veces nos conformamos con la misa dominical y nada queremos de un compromiso más profundo. Nos cuesta participar más plenamente de la vida de la Iglesia, ya en sus obras de evangelización como en las de caridad. No tenemos tiempo para reflexionar en serio sobre nuestra fe y sus alcances concretos en la vida de cada día, aunque muchas veces damos cátedra de nuestra aparente sabiduría cumpliéndose en nosotros aquellas palabras del evangelio….”guías ciegos que guían a otros ciegos….y ambos caen en el hoyo”.
No busquemos el don de Dios sólo para nosotros. Si bebemos del agua –el espíritu- que nos da Cristo, su palabra, su vida, su ejemplo, tenemos que ser manantial para que otros beban de manera que “el agua que yo daré se convertirá en él en manantial que brota hasta la vida eterna”.
Si no somos manantial de vida nueva en el que otros encuentren la vida verdadera, ¿no será que todavía nos falta el agua que nos da Cristo?
Quiera Dios sepamos repetir con el salmista “mi alma tiene sed de Dios, ¿cuándo llegaré a ver su rostro?” (Salmo 41).
La esperanza no defrauda, nos dice hoy San Pablo, busquemos a Cristo y bebamos en Él el agua de la vida que apaga la sed de Dios.
Del costado abierto de Cristo –roca viva- brotó sangre y agua, significando la eucaristía que nos nutre y, el bautismo que nos permitió recibir el don del Espíritu.
Renovemos, pues, cada día, el compromiso de bautizados haciéndolo presente a Jesús en la sociedad en la que vivimos, y con la fuerza expansiva del amor divino que nace de nuestra unión con el Cristo eucarístico, busquemos transformar la sociedad de nuestro tiempo.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo III° de Cuaresma ciclo “A”. 27 de Marzo de 2011. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com.






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