6 de diciembre de 2011

“Vayamos al encuentro de Cristo,verdadero gozo, guiados por la sabiduría divina”

La primera oración de esta misa expresa una síntesis de lo que representa el espíritu del tiempo de adviento. Le pedíamos a Dios que despojándonos de las preocupaciones cotidianas vayamos al encuentro de Cristo guiados por la sabiduría divina, mereciendo descubrir en este caminar el verdadero gozo.
Constituye esta oración una síntesis de lo que encierra el espíritu del Adviento, porque solamente marcha presuroso al encuentro del Hijo de Dios, aquél que ha descubierto que la centralidad de su vida tiene que estar enfocada en la unión con Cristo, como reflexionábamos el domingo pasado. Esta unión con Cristo que ha de ser el motor de nuestra vida y existencia. El Señor que viene a nosotros en su segunda venida para llevarnos junto al Padre, ya se presentó por primera vez como Hijo de Dios hecho hombre, convocándonos cada año a actualizar ese acontecimiento de salvación. Por eso la voluntad de Dios, en su Providencia, es que nos encontremos con el Hijo que ya vino, para desde allí orientar nuestra vida hacia su futuro retorno.
Y así el apóstol Pedro en la segunda lectura de hoy (2 Pt. 3, 8-14) nos dice que delante de Dios un día es como mil años, y mil años como un día. En la presencia eterna de Dios no existe el tiempo. Éste transcurre para nosotros, constituyendo la historia humana, pero en Dios es presencia eterna siempre. Y el apóstol Pedro continúa afirmando que si alguien se pregunta por qué el Señor tarda en venir, que no piense que no cumplirá con lo prometido, sino que eso obedece a que la voluntad de Dios es que nadie perezca, sino que todos se conviertan y se salven reencontrándose con quien es el Creador.
Es decir, siempre el designio de Dios es convocar a todos los hombres de todos los tiempos para que participemos de su misma vida.
Pero al mismo tiempo que proclama esto, Pedro nos muestra, interpelándonos, que el día del Señor llegará como un ladrón. Nuevamente la liturgia insiste que la segunda venida del Señor será sorpresiva, cuando menos se la espere, como aconteció con la primera, Jesús vendrá.
Pero en esta segunda venida de Cristo sucede algo totalmente distinto, concluye el tiempo tal como lo conocemos, expresado esto con figuras catastróficas, pero señalando que dará lugar a una tierra nueva y cielos nuevos, realidad totalmente nueva, distinta.
De allí que el cristiano siguiendo con la invitación de la primera oración se ha de dirigir presuroso al encuentro del Salvador que viene como juez en su segunda venida, pero actualizando siempre la primera entre nosotros, que celebraremos, Dios mediante, el día de Navidad.
Teniendo en cuenta esto es que Pedro insiste en que “santa y piadosa ha de ser la conducta de ustedes”, es decir, de todos los que queremos seguir a Jesús “esperando y acelerando la venida del Señor”. Las buenas obras no son sólo un signo de espera confiada, en que la vida no es una pasión inútil como decía Sartre, sino que es vivir gozosamente cada momento en la comunión con el Señor. Y desde esta vida íntegra en la que tratamos de parecernos lo más posible a Cristo aceleramos su esperada venida.
Como diciéndole “ya estamos preparados, ya ha llegado el momento para que Tú vengas a recoger los frutos de lo que has sembrado en el pasado.
San Juan Bautista (Mc. 1, 1-8) como también Isaías (40,1-5.9-11) en su tiempo, insistirá en la necesidad de la conversión. La misma Iglesia siguiendo los ejemplos de ellos también hoy grita “preparen el camino del Señor, allanen sus senderos”. Se trata de un reconocer que necesitamos allanar los caminos del Señor, hacer fácil la venida de Cristo.
El texto del evangelio recuerda las costumbres de aquél tiempo que cuando el rey o algún personaje importante se dirigían a un lugar determinado, los caminos eran allanados, se tapaban los baches, se eliminaban las piedras y todo obstáculo, para facilitar la llegada del personaje en cuestión. Igualmente el corazón del hombre, muchas veces poblado de piedras y obstáculos, lleno de baches y fisuras, debe prepararse para el Señor. Y esta preparación se da con la conversión del corazón.
De hecho si Pedro nos invita a una vida santa y piadosa, esto no será posible si antes no se concreta una conversión sincera del corazón, si no volvemos la espalda al pecado que nos aparta del Señor, de todo lo que de alguna manera nos esclaviza e impide una entrega total al Salvador.
De allí la necesidad de volver sobre nosotros mismos, conocer lo que anida en nuestro interior, sentir la interpelación de Dios y pedirle que nos libere, que nos ayude a ser cada día mejores, a no dejarnos atrapar por tantos atractivos del mundo presente que imposibilitan encontrarnos con el Señor.
El profeta Isaías nos dice “súbete a una montaña elevada, tú que llevas la buena noticia a Sión, levanta con fuerza tu voz tú que llevas la buena noticia a Jerusalén”. También subiendo nosotros a la montaña de una vida cada vez más perfecta, aún a pesar de nuestras limitaciones y pecados, pero con voluntad constante de avanzar, lograremos vivir con Cristo y llevaremos al mundo la buena noticia de la proximidad de la salvación. Aunque el mundo esté gimiendo con tantas cosas que lo tienen atrapado, aunque pareciera que no hay salida ante los grandes problemas de la vida, hemos de reconocer una vez más que esto seguirá así mientras el ser humano no se entregue a su Dios y al proyecto salvador que nos ha presentado, librándonos de todas las esclavitudes, de todo aquello que nos hace prescindir de Él. Es necesario dejar de pensar como si Dios no existiera o como si la historia humana se construyera sólo con nosotros o, que la salvación del mismo hombre se obtiene a través de la ciencia, de la técnica o de los poderes de este mundo.
Queridos hermanos vayamos presurosos al encuentro del Hijo de Dios “guiados por la sabiduría divina”. Que Dios nos ilumine y guíe, buscando en Él la luz que dé sentido a nuestra conducta en un gozo sin fin.

Padre Ricardo B. Mazza, Cura Párroco de la parroquia “San Juan Bautista” de Santa Fe de la Vera Cruz, en Argentina. Homilía en el domingo 2do de Adviento, ciclo “B”. 04 de diciembre de 2011.








No hay comentarios: