30 de noviembre de 2012

"Señor: que la creación entera, liberada de la esclavitud del pecado, te sirva y te alabe eternamente"


En la primera lectura proclamada (Dn. 7,13-14), el profeta Daniel menciona a una figura como de Hijo de hombre que viene sobre las nubes del cielo, indicando de esa manera su procedencia divina. Se le ha dado "el dominio, la gloria y el reino y, lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no será destruido".

En contraste con esta visión, hace referencia versículos antes, a cuatro figuras espantosas que surgen del abismo, de procedencia maligna, que son otros tantos reinos que guerrearon contra el pueblo elegido y quisieron someterlo, pero son destruidos.
Lo descrito no sólo destaca lo que aconteció en tiempos lejanos, sino que se afirma que por encima de todos los poderes y reinos de este mundo, existe el poder de Dios que no pasará, que abate cuando lo considera oportuno, a los que se creen todopoderosos y pueden burlarse de la ley de Dios.
La historia nos habla de cruentas persecuciones contra la Iglesia y los cristianos en manos del imperio romano, la Francia de la Revolución y de Napoleón, del mundo marxista de la Rusia post zarista, el nazismo y tantos otros poderes que en el decurso del tiempo fueron aniquilados, aunque se creían más poderosos que Dios.
Cristo, en cambio, se presenta hoy como el Señor de la historia, que invita a todos a ingresar en el reino que Él inaugura, guiando el corazón de aquellos que lo buscan con sincero corazón. Este reino ya estaba prefigurado en el pueblo de la antigua alianza y se perfecciona en la persona del Hijo de Dios hecho hombre.
En el diálogo con Pilato (Jn. 18, 33b-37), Jesús responde las inquietudes del Procurador pero de una manera distinta a lo que esperaba, "¿Tú eres rey? Si, pero mi realeza no es de este mundo". Pilato piensa con categorías puramente temporales, donde la existencia de poderes y reinos era evidente por la fuerza de las armas y la prepotencia de sus gobernantes que se hacían venerar como dioses. El reino de Cristo, en cambio, no es de este mundo, de allí que no tenga "partidarios" que lo mantengan en la cima, sino que es su poder el que impide a las fuerzas infernales prevalecer sobre el nuevo reino.
El Procurador no sabe qué responder porque no entiende la lógica del planteo del Señor y más azorado aún habrá estado cuando sigue escuchando "Yo Soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz".
La verdad no es sólo dar a conocer la intimidad de Dios sino lo que refiere a toda la historia humana, al fin del hombre, al sentido de la vida y a la realización plena de cada uno en el encuentro definitivo con el Padre.
Creado para la felicidad plena, el hombre hirió con el pecado el proyecto divino, y fue Jesús, enviado por el Padre quien nos fue mostrando que estamos llamados a pertenecer al Reino de justicia, de paz, de verdad y de amor que instaura con su muerte y resurrección.
Mientras Pilato sirve al poder mundano que busca imponerse por la fuerza, Cristo muestra el reino que instaura a través de la humillación de su rey.
Si descubrimos la verdad profunda de este hecho estaremos en condiciones de escuchar la voz del Señor integrándonos a su reino.
Es por eso que el libro del Apocalipsis (1, 5-8) refiriéndose a Jesús dice "El testigo fiel, el Primero que resucitó de entre los muertos, el rey de los reyes de la tierra".
Como testigo fiel nos muestra la profundidad del misterio del Padre, resucitando asegura nuestra propia resurrección manifestándose como rey de todo lo creado, dado que su presencia se remonta al principio mismo de la creación como Palabra del Padre, que en la plenitud de los tiempos se hace hombre para nacer entre nosotros.
Insiste el texto sagrado afirmando que Cristo, amándonos nos libera de nuestros pecados por medio de su sangre, "e hizo de nosotros un Reino sacerdotal para Dios, su Padre".
Por lo tanto, desde la cruz en la que es entronizado reina sobre todo lo creado y liberándonos de nuestros pecados ha hecho de nosotros un reino sacerdotal para Dios su Padre quedando bien en claro que estamos invitados a formar parte de este reino que Él viene a inaugurar.
Este reino no es meramente espiritual en el sentido que se agote en la unión nuestra con Dios y su Hijo hecho hombre Jesucristo, sino que implica instaurar su Reino en medio de la sociedad en la que estamos insertos.
Es decir, hacer presente a Jesús en el mundo de la economía, de la política, de lo educativo, de la familia, etc.
Significa que nosotros hijos de Dios por el bautismo hemos de vivir en el mundo pero sin ser del mismo, permanecer en este mundo temporal pero sabiendo que somos de otro reino. Convencidos que como creyentes hemos de vivir, pensar y actuar, con los criterios de Cristo.
Esto hace que el cristiano no contemple la realidad que lo rodea según la mirada de la cultura que prescinde de Dios, sino que por el contrario el Creador ha de ser el referente obligado para gestionar los asuntos temporales.
Y así el cristiano que pertenece al reino de Cristo, cuando actúa en política, lo hace buscando siempre el bien común de la sociedad, promoviendo los valores de la vida y de la dignidad humana que se inicia por nuestra filiación divina, sin caer en componendas, o cediendo principios por no perder "amigos", fortuna y poder.
De este modo preparamos el camino para que el Señor pueda reinar en el corazón de cada uno y de la sociedad.
En lo referente a la economía, el ciudadano del nuevo Reino, promueve este ámbito para ponerlo al servicio del hombre de manera que primer la solidaridad por sobre el egoísmo, privilegiando la atención de los abandonados y empobrecidos de la sociedad para que todos puedan vivir honestamente.
Y así en todos los ámbitos de la existencia humana es posible gestar un mundo nuevo donde reine la paz, la justicia y el amor, buscando aplicar las enseñanzas del Señor, renunciando a los propios intereses para glorificar a Dios y enaltecer a la persona humana.
Percibimos en nuestros días que cuando prima "el reino de este mundo", con sus poderes malignos, no sólo Dios es ignorado en toda la existencia humana, sino que también el hombre es pisoteado, ignorado, y desconocido en su dignidad de hijo de Dios.
Ante el Reino de Cristo caerán todos los otros reinos y poderes basados en la prepotencia, nos dice el libro del Apocalipsis "por Él se golpearán el pecho todas las razas de la tierra". Los que creían que estaban por encima de Dios y podían hacer lo que quisieran sucumben.
Concluyendo, pidamos al Señor que Él reine en nuestros corazones y que con sus enseñanzas y ejemplos conozcamos cuál es nuestro compromiso en la sociedad en la que estamos insertos.
Pidamos que nuestro testimonio de ciudadanos del Reino de Cristo ayude a muchos que no creen, el poder comenzar una vida nueva de fe en Cristo.
Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia "San Juan Bautista", en Santa Fe de la Vera Cruz, Argentina. Homilía en el domingo de Cristo Rey del Universo. Ciclo "B". 25 de noviembre de 2012. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com
 
 
 
 

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