8 de diciembre de 2012

“Vayamos presurosos al encuentro del que Viene, acompañados de obras de santidad”


El domingo anterior, solemnidad de Cristo Rey del Universo, contemplábamos al Mesías de Dios que se da a conocer con el poder del que está investido, para poner a sus enemigos a sus pies y recibir en su Reino a quienes fueron fieles.

En este primer domingo de Adviento comenzamos un nuevo año litúrgico. La promesa del advenimiento del Hijo de Dios en la carne, ya se cumplió en el portal de Belén, de allí que nos preparamos para actualizar nuevamente en la próxima Navidad ese momento que marcó la “plenitud de los tiempos”.

Pero nosotros vivimos en ese “tiempo” que comienza en el nacimiento en carne del Hijo de Dios y culmina en su segunda venida como Rey y Juez de todo lo creado.

Adviento es un tiempo de esperanza para quienes tenemos fe, ya que el cumplimiento en el pasado de las promesas mesiánicas –siempre presentes en nuestras vidas- nos aseguran la plenitud que promete la segunda venida.

El profeta Jeremías (33, 14-16) anuncia que de las ruinas de Jerusalén, efecto de su pecado, brotará un germen nuevo tal como fue prometido: “En aquellos días y en aquel tiempo, haré brotar para David un germen justo, y él practicará la justicia y el derecho en el país. En aquellos días, estará a salvo Judá y Jerusalén habitará segura. Y la llamarán así: ‘El Señor es nuestra justicia’.”

Cristo, de quien se refiere Jeremías, es el justo por excelencia y viene a hacernos justos por medio de su venida en carne entre nosotros, por su pasión, muerte y resurrección. Esto requiere de nuestra parte, por supuesto, la actitud de conversión y el deseo de ser transformados interiormente por Él.

Mientras caminamos hacia la segunda venida, hemos de estar convencidos de lo que pedíamos en la primera oración de esta misa, de manera que “la práctica de las buenas obras nos permita salir al encuentro” del que viene “para que merezcamos estar en el Reino de los cielos junto a Él”.

Así como para la primera venida del Señor se reclamaba constantemente al pueblo elegido la fidelidad a la Alianza, así también, a nosotros nuevo pueblo de la Alianza, se nos convoca a idéntica fidelidad al que nos ama desde la eternidad, convencidos que por este modo habitual de vivir, el Señor venido en la debilidad de la carne nos guía al encuentro del Padre.

Siguiendo en esta línea, el apóstol san Pablo escribiendo a los cristianos de Tesalónica (I Tes. 3,12-4,2) nos dice que “El Señor los haga crecer cada vez más en el amor mutuo y hacia todos los demás, semejante al que nosotros tenemos por ustedes”. Pablo manifiesta siempre su amor por las comunidades, reprendiendo en este contexto a quienes se apartaban del seguimiento de Cristo, movido siempre por el amor verdadero hacia el prójimo por el que se busca el bien.

Pero al mismo tiempo que insiste en la conversión necesaria para avanzar en el amor verdadero, recuerda que esto es obra de la gracia de Dios, a la que debe responder la disponibilidad del hombre, de allí que afirme “Que Él fortalezca sus corazones en la santidad y los haga irreprochables delante de Dios Nuestro Padre el día de la Venida del Señor Jesús con todos sus santos”.

La gracia de Dios permite que avancemos, si le respondemos, en este peregrinar hasta el encuentro definitivo con quien viene a salvarnos.

Nuestro obrar, por lo tanto, ha de poner de manifiesto la convicción personal de querer vivir en unión con el Señor y de hacer el bien, no sólo en el orden individual, en la relación de unos para con otros, sino también con aquellas actitudes que tienen una repercusión social, y por lo tanto se llega a manifestar con el testimonio, nuestro compromiso con la verdad y el bien.

Y así, si un farmacéutico católico, como sucedió en estos días en Santa Fe, -criticado por ciertos sectores de la sociedad- se niega a vender productos abortivos, no sólo manifiesta su convicción personal de la que da testimonio, sino que apunta a evitar el mal ya decidido por terceros.

En el ámbito de la medicina un creyente que vive la fe con seriedad se negará a prestar su colaboración en la realización del crimen del aborto, dejando en evidencia su pensamiento y acción a favor de la vida.

En el mundo de la gestión económica, también, el creyente puede dar su testimonio de honestidad negándose a prestar apoyo a corruptelas concretas.

No pocos cristianos han perdido su trabajo o han sido despreciados por el entorno a causa de su compromiso con la verdad, la paz y la justicia.

Estos ejemplos nos ayudan a comprender que la fe profesada debe prolongarse en actitudes concretas, triunfando sobre la tentación frecuente de seguir la corriente o costumbres vigentes en la sociedad, o de evitarse posibles dificultades a causa de la fidelidad al Señor que nos convoca a seguirlo sin condiciones.

El evangelio proclamado (Lucas 21,25-28.34-36), siguiendo en esta línea de invitación a colmarnos de obras buenas, nos advierte de la necesidad de evitar vivir aturdidos por lo pasajero o encandilados por las promesas mundanas, que impiden estar atentos a los signos precursores del encuentro definitivo con Cristo.

El creyente, pues, está llamado a transitar con lucidez este camino hacia el encuentro, sin dejarse engañar por aquello que busca seducirlo y llevarlo a vivir en la fantasía de un mundo sin Dios.

El tiempo de Adviento que comenzamos, pues, convoca a todos a avanzar y crecer en la santidad, fundados en la primera venida en la que creemos, pero orientados siempre a la segunda que esperamos.

Pidámosle a Jesús que a todos nos ayude, que nos llene de alegría, que dilate nuestro corazón en la esperanza de encontrarnos con Él no sólo en la segunda venida que se promete, sino en cada acontecimiento de nuestro peregrinar en el que nos invita a manifestar nuestra adhesión a su persona salvadora.

Como rezábamos en la primera oración de esta misa, vayamos al encuentro del Señor cargados de buenas obras y de ese modo reinar con Jesús junto al Padre del Cielo.





Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el primer domingo de Adviento, ciclo “C”. 02 de diciembre de 2012.

http://ricardomazza.blogspot.com; ribamazza@gmail.com.-













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