28 de septiembre de 2013

“Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”

La situación que describe el profeta Amós (8,4-7) en sus denuncias sociales en el reino de Israel en la segunda mitad del siglo VIII antes de Cristo, cobra siempre actualidad como si el reproche se estuviera realizando en nuestros días.
Es patente la actitud siniestra de algunos que por querer acumular poder y dinero en este mundo a costa del prójimo, son capaces de las actitudes más perversas, hasta esperando que cesen las obligaciones religiosas del descanso sabático para seguir esquilmando a los que menos tienen. Es doloroso ver cómo los que obran el mal están siempre calculando diversas estrategias para salir airosos de sus maldades, para acumular fortuna y continuando ahondando en la injusticia.
De allí la coherencia con la que concluye el texto que hemos proclamado: “El Señor lo ha jurado por el orgullo de Jacob: Jamás olvidaré ninguna de sus acciones”, es decir, que Dios no se olvida de tantas injusticias cometidas contra el prójimo. El culto al dinero, a la riqueza, al bienestar, dejando el tendal a lo largo del camino de la vida, preocupa a Dios porque describe no solamente la falta de amor hacia el otro, sino también a Él mismo a quien se lo ignora con frecuencia obrando con total impunidad.
De allí que la afirmación del texto del evangelio (Lc. 16, 1-13) que no se puede servir a dos señores, es decir a Dios y al dinero simultáneamente, ya que se amará a uno y se odiará al otro, interpela la conciencia de todos y cada uno de los creyentes urgiéndolos a tomar una disposición que defina la vida presente y futura, asumiendo por supuesto las consecuencias de cada decisión. El tener a Dios ocupando el primer lugar en nuestro corazón, conduce a tener en menos a todo lo demás, y por el contrario si es la riqueza lo que nos tiene dominados, se deja de lado al Creador y a todos los hermanos a los que ya no se los ve como próximos a nosotros.
El apóstol san Pablo nos aconseja en la segunda lectura (1 Tim. 2, 1-8) que elevemos nuestras oraciones por todos, especialmente por los gobernantes y autoridades diversas, para que podamos “disfrutar de paz y de tranquilidad, y llevar una vida piadosa y digna. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, porque Él quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. Ante esta realidad, ¿cómo se compagina el deseo de Dios de salvar a todos y la falta de respuesta del hombre ante la interpelación divina? Dios sigue convocando a la conversión, de allí que pida cuentas de la administración de los bienes recibidos, y esto porque tanto Amós como el evangelio muestran que el ser humano cree que es dueño y señor de los bienes recibidos en administración.
El administrador del texto evangélico, como sucede no pocas veces en nuestros días, no se siente motivado a arrepentirse, pedir perdón y cambiar de vida, sino que comienza a discurrir de qué manera podrá asegurarse su futuro sin necesidad de pedir limosna o trabajar, resolviendo continuar defraudando con la esperanza de recibir gratificaciones de sus favorecidos.
Y he aquí que cunde la sorpresa entre nosotros cuando escuchamos que el “señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz”. La alabanza se circunscribe a la habilidad demostrada para salir del paso de la mejor manera posible, no al obrar deshonesto en sí mismo, interpelándonos así para obrar sagazmente.
Los que obran el mal viven pensando cómo actuar para continuar con sus malicias, mientras que quienes deseamos realizar el bien confiamos siempre en que Dios hará las cosas por nosotros, cuando en realidad hemos de colaborar también a la obra de Dios en el presente, sobre todo cuando esta es rechazada o tratada con desprecio.
En Francia, y en esto nos dan un ejemplo a los argentinos, por haber sido perseguidos y encarcelados por el gobierno socialista los que defienden el matrimonio y la familia, comenzaron a salir de su letargo los creyentes, especialmente los jóvenes, dando inicio a nuevas formas de actuar en política que destierre a los reciclados de siempre que viven apoltronados en sus cargos e ideologías, olvidados de los ciudadanos y sus intereses.
Este nuevo resurgir en Francia de católicos o cristianos interesados por el ejercicio de la verdadera política, significa utilizar la astucia de los hijos de las tinieblas, pero para la realización del bien pensando en la sociedad toda.
Esto implica que sepamos descubrir que nuestra voz debe ser escuchada, que no hemos de callar mansamente mientras unos pocos vivos siguen pensando en ellos mismos y en su crecimiento de poder y fortuna.
El texto del evangelio continúa afirmando “gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que éste les falte, ellos los reciban en las moradas eternas". ¿Qué significa esta afirmación? Que así como el administrador infiel se ganó amigos con el dinero de la injusticia, así también nosotros hemos de ganarnos amigos haciendo el bien,   ayudando a los que menos tienen para que ellos nos reciban en las moradas eternas. 
La mención del dinero injusto refiere a que con frecuencia quienes lo poseen en abundancia lo han obtenido injustamente, o en sus orígenes fue conseguido por acciones injustas o se volvió injusto por no hacer partícipes a los pobres de esa fortuna. Esta idea es bastante común entre los santos de la  antigüedad, como san Juan Crisóstomo y san Basilio. 
En síntesis, como escuchamos en la segunda lectura, Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, y es apoyándonos en esta afirmación de san Pablo que no hemos de desesperar de la salvación de persona alguna, mientras vivamos en este mundo. Además, interpelados por la palabra de la Escritura, hemos de estar siempre prontos a dar cuenta de los bienes del Señor que se nos entregaron en administración,  para arrepentirnos si lo hemos hecho mal con la disposición de comenzar de nuevo.
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Imagen: El Administrador Infiel “Parábola del administrador infiel” (1540), Marinus van Reymerswaele (c.1490–c.1546), en Kunsthistorisches Museum (Viena).
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Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa del domingo XXV del tiempo Ordinario. Ciclo “C”. 22 de septiembre de 2013. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com






















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