3 de enero de 2014

“Guardemos en nuestro corazón las maravillas vistas y oídas en el nacimiento para el mundo del Hijo de Dios”

En la primera lectura proclamada (Núm. 6, 22.27) se hace referencia a la bendición que los sacerdotes de Israel, por mandato divino, debían impartir al pueblo en ocasiones importantes de la vida de la comunidad, especialmente al comienzo del año, para significar que Dios está siempre cerca de su pueblo elegido y, que a pesar de las infidelidades, Él siempre sigue fiel a las promesas de salvación.
Esta bendición implica, pues, la cercanía de Dios que protege y bendice  a todos para que el don de la paz que entrega, nos acompañe a lo largo del año iniciado. Esta bendición supone que son tantos los beneficios otorgados, que como pueblo elegido respondamos  siempre con fidelidad transitando el camino del bien.
Por cierto que la bendición más plena recibida en el pasado y en la actualidad, es la presencia del Hijo de Dios hecho hombre entre nosotros.
Al respecto, el apóstol san Pablo anuncia (Gál. 4, 4-7) que “cuando se cumplió el tiempo establecido,  Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer”, afirmación ésta que será el fundamento de la definición dogmática del concilio de Éfeso por la que se proclama la maternidad divina de María, -fiesta que celebramos con gozo en este primer día del año-, y por ello, Madre de la Iglesia como lo recuerda el concilio Vaticano II. 
Es decir, quien es Madre de la Cabeza, Cristo, lo es también del Cuerpo Místico que es la Iglesia, de la cual formamos parte todos los bautizados, desde que Jesús desde la cruz dijera a su Madre en referencia al apóstol Juan, “He ahí a tu  hijo”.
La maternidad divina de la Virgen Santa y el nacimiento de su Hijo entre nosotros, hace posible la reconciliación de la humanidad toda con el Creador, a quien podemos llamar desde la redención obtenida por su Hijo, “Abbá”, es decir Padre.¡Qué grandeza la nuestra la de ser hijos del Padre!
El Padre, también por medio del Ángel, nos anuncia la entrada de su Hijo hecho hombre en el mundo, para que actualicemos la actitud de los pastores que van al lugar que les había indicado el Ángel del Señor para encontrarse con la Sagrada Familia (Lc. 2,16-21). 
Al  contemplarlo, no pueden silenciar lo que han escuchado sobre el Niño, produciendo una gran admiración entre los oyentes por el cumplimiento de las promesas mesiánicas anunciadas por los profetas, de manera que también “María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón”.
Ella no solamente  cuidó en su seno a la Palabra hecha carne, sino que guarda también las maravillas que de su Hijo se proclaman con gozo.
También nosotros en el hoy de la salvación, hemos de proclamar lo que hemos escuchado del Mesías nacido entre nosotros, y apreciar que la actitud de María nos interpela también para que prolonguemos en el tiempo el gesto de conservar en el corazón esta experiencia de la llegada del Salvador, meditando sobre los innumerables dones que Dios nos ha querido dar como sus elegidos, a través de su Hijo. 
Este es el momento para hacer un balance del año que concluyó y preguntarnos si hemos sido consecuentes en nuestra vida cotidiana con todas las maravillas que sobre Jesús hemos escuchado y todo lo que Él nos transmite permanentemente. 
Pensar si hemos valorado sus dones y si hemos respondido con la entrega de nuestras vidas, aprovechar para pedir perdón por todas nuestras infidelidades, y pedir, ya que contamos con la bendición de Dios desde este primer día del año, el que sepamos recibir durante todo el año 2014 las gracias que se nos reserva a cada uno de nosotros, para crecer cada vez más como hijos de Dios en el Hijo redentor.
Como Cristo se entregó totalmente por nosotros desde su nacimiento hasta su muerte en Cruz, también nosotros hemos de entregarnos al amor ofrecido, con nuestro corazón y la vida toda, haciendo partícipes también a otros del mensaje salvador que se nos ha confiado, como  lo hicieron los pastores que alabaron y glorificaron a Dios “por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido”.
Guardemos en nuestro corazón las maravillas vistas y oídas en el nacimiento para el mundo del Hijo de Dios, meditemos y transmitamos al mundo sin desfallecer el gozo de haber sido salvados.



Imagen: "María, Madre de Dios" de Carlo Crivelli. 



Padre Ricardo B. Mazza. Párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz, Argentina. Homilía en la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios. 01 de enero   de 2014.-http://ricardomazza.blogspot.com; ribamazza@gmail.com.- 


No hay comentarios: