28 de enero de 2015

“Dios pasa por el “kairós”,-momento de gracia-, de nuestra historia personal, reclamando una definición de nuestra libertad”

La persona humana es creada a imagen y semejanza de Dios y, desde ese momento está orientada naturalmente a su Creador, constituyendo esa ligazón tan estrecha lo que conocemos como religión.
Es verdad que haciendo mal uso de su libertad, la creatura puede rechazar a quien la ha creado, pero eso no podrá eliminar el origen del que provenimos. Es lo que acontece a su vez con nuestros padres, en el sentido que aún rechazándolos, no podremos sustituir nuestra dependencia de ellos en cuanto al origen.
Este dinamismo interior hacia Dios no lo puede romper el hombre ni siquiera cuando se aleja de Él, de allí que siempre está inquieto su corazón mientras no descansa en su Creador, como lo recuerda san Agustín.
Se hace necesario, pues, tomar conciencia de lo que significa ser imagen y semejanza de Dios por la creación, y más todavía cuando por el sacramento del bautismo fuimos constituidos hijos adoptivos del Padre, y así entender cuántas veces Dios viene a nuestro encuentro interpelándonos y esperando que respondamos con el mismo amor con que Él se dirige a nosotros.
En la primera lectura proclamada, tomada del profeta Jonás (3, 1-5.10), contemplamos el llamado perentorio a la conversión que Dios dirige a la ciudad de Nínive, logrando que sus habitantes por la penitencia, el arrepentimiento y  por creer en Dios, fueran perdonados.
Jonás cumple contra su voluntad lo que se le pide, ya que en la conciencia de Israel esta ciudad era símbolo de la más cruel agresividad contra los israelitas, representando  a los opresores de todos los tiempos. A ellos debe dirigirse Jonás, aunque no entienda esta actitud benévola de Dios, para exhortarlos a la conversión y a ellos se les concede el perdón, precisamente porque son imagen y semejanza del Creador.
Si en nuestros días apareciera la figura de Jonás invitando a la conversión de las personas, sería tratado como loco, habida cuenta  que progresivamente se pierde en cada uno el sentido de ser imagen de Dios, e incluso en los bautizados se va disipando la convicción de que somos hijos adoptivos del Padre.
En el texto del evangelio proclamado (Mc. 1, 14-20) observamos que Jesús se dirige a Galilea, todo un signo, ya que no sólo viven judíos sino también los que provienen de la gentilidad, quedando nuevamente propuesta la venida del Señor a judíos y extranjeros.
El texto recuerda que “Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: “El tiempo se ha cumplido; el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia”, resaltando la insistencia en tomar una decisión que sea clave en la vida. 
Las palabras de Jesús que señalan el cumplimiento del tiempo, la afirmación del libro de Jonás reclamando la conversión de Nínive para no ser destruida, la aseveración de san Pablo (I Cor.7, 29-31) que “Queda poco tiempo”, no hay que pensarlas con un sentido meramente cronológico del transcurrir del tiempo, sino recordarnos que en el hoy, -el kairós de nuestra vida-, pasa Dios por la historia personal de cada uno y espera una definición que comprometa la existencia toda. 
En efecto, es un llamado de gracia, en el que Dios toca el corazón del hombre  e invita a la conversión y a creer en Él y su Palabra, a caer en la cuenta dónde estamos situados, para decidirnos a seguir tras sus pasos o a desecharlo para siempre de nuestro caminar temporal.
El compromiso con el Señor no resultará fácil en la vida cotidiana, ni se nos promete una vida sin sobresaltos, pero sí se nos asegura la gracia necesaria para mantenernos en la fidelidad a su Nombre.
Decíamos que san Pablo también afirma que queda poco tiempo para las decisiones, para asumir un compromiso con Cristo o lejos de Él, que se nos apremia para una decisión que distinga nuestra vida de la del común de la gente, y esto porque la verdadera felicidad sólo es realidad en el seguimiento de Cristo.
En este sentido es probable que tengamos experiencia que la lejanía del Señor por el pecado, o el estar absortos en otras realidades pasajeras, no nos permiten ser felices, ni participar del gozo interior que sólo se experimenta en la comunión con aquél que nos obtuvo la salvación por medio del misterio de la Cruz y resurrección.
Viviendo en la comunión con el Señor es comprensible lo que san Pablo nos dice: “mientras tanto los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que se alegran, como si no se alegraran; los que compran, como si no poseyeran nada; los que disfrutan del mundo, como si no disfrutaran”. 
El “como si no” está indicando que el creyente ha de pasar junto a todas estas realidades, pero sin convertir ninguna en algo absoluto; reconocer su importancia en la vida, pero sin poner  en ellas nuestro fundamento, sino sólo en el Señor.
Para este ministerio del anuncio de la Buena Noticia que implica unirse a su persona y a su enseñanza, Jesús convoca a sus primeros discípulos. A algunos, como los discípulos de Juan Bautista, ya los ha conocido, pero ahora les dirá “Síganme, y yo los haré pescadores de hombres”. El “síganme”, constituyó el kairós, el momento clave de sus vidas, ya que allí comienza su misión evangelizadora que se continúa a través del tiempo por medio de la Iglesia.
Pidamos a Jesús que estemos siempre disponibles a escucharlo y seguirlo en lo que Él ha preparado para cada uno de nosotros. 
Que la alegría del encuentro personal con el Salvador nos colme el corazón de tal manera que lo demos a conocer a todo hombre.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el 3er domingo durante el año. Ciclo “B”. 25 de enero de 2015. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com.


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