4 de mayo de 2020

Como ovejas unidas a Cristo, participamos de su misión de Pastor al ser instrumentos para que muchos entren o regresen al rebaño.




El texto del Evangelio (Jn. 10,1-10) comienza diciendo que Jesús le está hablando a los fariseos y que ellos no comprendieron lo que les quería decir. ¿A qué se debía quizás esta cerrazón? Porque se supone que también eran conocedores de la Sagrada Escritura.

En efecto, en el Antiguo Testamento el pastoreo del pueblo de Israel fue confiado por Dios a los reyes, a los sacerdotes y a los jueces, eran ellos quienes debían cuidar y guiar al  pueblo.


Sin embargo  el comportamiento que habían tenido, en nada se parecía a lo que Dios pedía, cumpliéndose en ellos la denuncia que hace Jesús sobre los falsos pastores que son ladrones y asaltantes, que no tienen ningún interés por las ovejas, sino aprovecharse de ellas.
De allí que en el Antiguo Testamento Dios llega al colmo de su paciencia, anunciando que  pastoreará a su pueblo personalmente, anunciando, a su vez, al futuro pastor que es su Hijo hecho hombre, Jesucristo, cumpliéndose aquello de que “Yo he venido para que las ovejas tengan vida y la tengan en abundancia”.
¿Y cómo es la vida del buen pastor para que esa vida pueda derramarse abundantemente en el corazón de las ovejas?
Vayamos al apóstol San Pedro en la segunda lectura de hoy (I Pt. 2, 20b-25), el cual nos dice: “Antes ustedes andaban como ovejas perdidas pero ahora han vuelto al pastor y guardián de ustedes”. Antes de la muerte y resurrección de Cristo, las ovejas estaban perdidas, el hombre estaba extraviado sin horizonte alguno a causa del  peso del pecado original, presente todavía porque no habíamos sido redimidos.
Como ovejas perdidas, cumpliéndose  lo anunciado “Heriré  al pastor y se dispersaran las ovejas” como consecuencia del obrar de los malos pastores (Zac. 13,7) en el Antiguo Testamento, y por el escándalo de la pasión y muerte en cruz de Jesús (Mt. 26,31).
Situación frecuente a lo largo de la historia de la Iglesia, ya que cuando  el espíritu del mal hiere al pastor que debiera seguir los pasos de Cristo en el pastoreo, las ovejas se dispersan,  están confundidas, sin saber a dónde ir, a dónde dirigirse, sin una verdad que realmente les asegure que el pastor se identifica con Cristo, y que como Él, pueda afirmar  que prolonga el “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.
Y sigue diciendo el Apóstol Pedro que “fuimos llamados a esto” ¿a qué se refiere? El párrafo anterior señala “si a pesar de hacer el bien ustedes soportan el sufrimiento, esto si es una gracia delante de Dios” de manera que la verdadera identificación de la oveja, de cada uno de nosotros con el pastor que es Cristo, pasa por soportar el sufrimiento. ¿Qué sufrimiento? El de la cruz de Cristo el cual “padeció por ustedes y les dejó un ejemplo para que sigan sus huellas”.
Es decir, no sólo el pastor que es Cristo, sufrió para la salvación del mundo cargando sobre sí los pecados de la humanidad, sino que también nosotros las ovejas, hemos de estar dispuestos a sufrir la humillación y la persecución por causa del Evangelio  siguiendo sus huellas.
Más aún, continúa el apóstol “cuando era insultado no devolvía el insulto y mientras padecía no proferí amenazas, al contrario, confiaba su causa al que juzga rectamente”. De modo que la imitación de Cristo pastor por parte de la oveja pasa por esa decisión de seguir sus pasos y contribuir a la redención del mundo cargando los pecados de la humanidad.
Como Cristo murió por nuestros pecados, muramos también  a los nuestros, y sucumbamos por los de los demás, y  como Cristo es la puerta para entrar en el rebaño, seámoslo también  para el prójimo.
De tal manera vivamos, que la figura de Cristo se presente cada vez más atractiva y se diga: “vale la pena entrar en el rebaño que Cristo ha fundado, la iglesia, y ahí encontrarnos todos”  para seguir sus pasos  en el misterio de la cruz que conduce  a la resurrección.
En síntesis, somos ovejas convocadas a la unión con Cristo, pero participamos, a su vez, de la misión de pastores cuando tenemos que ser el medio, el instrumento, para que muchos puedan entrar en el rebaño o volver al rebaño, siendo necesario tener las virtudes y las actitudes de Cristo nuestro Señor, como obró, por ejemplo, con el publicano Zaqueo.
¿Se acuerdan del encuentro entre Cristo y Zaqueo, despreciado por todos y subido al sicomoro contemplando al Señor (Lc. 19)? Jesús le dice: “Baja, quiero ir a tu casa”. Y la gente comenzó a criticarlo, “este come con pecadores, en lugar de ir a comer con los justos, va a comer con los pecadores”. Pero el Señor en ese sentido era muy libre prescindiendo de todo eso y no se iba a poner a pelear con la gente echándoles en cara “¿Qué hablan ustedes si también son pecadores como él?”. Es recibido por Zaqueo el cual se convierte, están de banquete porque un pecador se ha convertido encontrándose   con  Cristo, camino, verdad, y vida.
En este domingo del Buen Pastor, pedimos también por las vocaciones sacerdotales y religiosas, invocamos por la santidad de vida de quienes hemos decidido seguir a Cristo en esta misión, y por los llamados  que provienen  de una sociedad y cultura que necesitan purificación.
La  familia también debe crecer en santidad, ya que cuanto más cristiana sea, más posibilidades existen que las vocaciones maduren santamente.
Por otra parte, del pastor se dice en nuestros días ha de tener olor a oveja, confirmando de ese modo la unión estrecha que debe existir entre el pastor y la oveja, como concurre entre Cristo y cada persona, y así, el corazón del pastor late con el de la oveja y viceversa.
Hay ovejas y pastores que “huelen” de una manera como cuando Cristo hablaba bajo el rayo del sol durante mucho tiempo a la multitud, y habrá un aroma distinto cuando el pastor se reúne con las ovejas “paquetas”, como cuando Jesús comía en la casa de  Simón el leproso o en la casa de Zaqueo o cuando visitaba a  los hermanos de Betania, o participaba en una boda como la de Caná.
Sucede a veces que cuando hablamos de olor a oveja corremos el riesgo de pensar que el pastor está para una clase social determinada, hasta incluso cuando se habla de la opción de los pobres sin más, pareciera ser una referencia a la pobreza material descuidando la pobreza más profunda, la que proviene del pecado. De allí que en la relación pastor y oveja sólo debe contar que todas las personas son hijas de Dios, y acudir prontamente al consuelo de los más sufrientes  en el cuerpo o en alma.
En fin,  siguiendo la huella de Cristo según la invitación del apóstol San Pedro, es poner sobre nosotros también los pecados de los demás, llevar la cruz de los otros y contribuir a la santificación de todos.
Y por último, entiendo que la corona de la figura del Buen Pastor y  que debemos imitar todos, es lo que señala el evangelio según san Juan (cap. 14, 8) cuando Felipe le dice a Jesús: “Muéstranos al Padre”. Y Jesús responde: “Hace tanto tiempo que estoy con ustedes y ¿todavía no han visto al Padre? El que me ve a mi ve al Padre”.
El difunto cardenal Van Thuan, vietnamita que sufriera la cárcel durante años por Cristo,   y  cuya causa de beatificación está en curso, y quiera Dios se concrete pronto, predicando ejercicios espirituales a sacerdotes, reflexionó sobre  este pasaje “muéstranos al Padre”.
Y les decía a los ejercitantes que cada sacerdote ha de vivir de tal manera, que la comunidad, las ovejas, contemplando a su pastor, debían ver también al Padre, sin que nadie tuviera necesidad de exhortar al sacerdote diciendo “muéstranos al Padre”, ya que viéndolo en sus actitudes, en su vida, contemplarían también al Padre y se unirían a Él.
Hermanos: Con confianza pidamos esta gracia que el Señor nos concederá ciertamente en abundancia. 

Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el IV° domingo de Pascua. 03 de mayo de 2020. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com



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