7 de diciembre de 2020

Después de Juan Bautista, llega Jesús que bautiza con el Espíritu Santo a todos los que creen en Él y obran según su voluntad.

Continuamos  caminando  en  el hoy salvífico en el que el Señor que viene se va mostrando cada vez más al hombre necesitado de ser rescatado de sus pecados  y liberado de los agobios  que lo abruman y que muchas veces  le hacen pensar que nada puede hacer para cambiar la historia humana.

La Palabra de Dios, tan rica y siempre actual, nos ilumina en el presente de nuestra vida para darle un sentido nuevo y siempre renovado.
El texto de Isaías (40, 1-5.9-11)  forma parte de una profecía dada a conocer con motivo del regreso  del pueblo de Judá que se libera del exilio de Babilonia por edicto del rey Ciro, regresando a Jerusalén.
“Llega el Señor  con poder y su brazo le asegura el dominio”, anuncia cómo Dios se hace cargo de su pueblo guiándolo en la nueva vida del retorno. Más aún, recuerda que “como un pastor, él apacienta su rebaño, lo reúne con su brazo; lleva sobre su pecho a los corderos y guía con cuidado a las que han dado a luz”.
De esta manera Dios asume el papel de consolar a su pueblo, de curar sus heridas y fortalecerlo  para que siga en su camino de fidelidad  a quien lo ha  sacado de la esclavitud del exilio.
Pero a su vez, el pueblo mismo debe consolar a los que sufrieron las consecuencias de la humillación  de  Jerusalén, por lo que  ha de ser realidad el grito de “¡Consuelen, consuelen a mi Pueblo, dice su Dios! Hablen al corazón de Jerusalén y anúncienle que su tiempo de servicio se ha cumplido, que su culpa está pagada, que ha recibido de la mano del Señor doble castigo por todos sus pecados”.
Pero llevar consuelo implica a su vez reclamar la conversión del corazón,  para  recibir al Salvador que quiere la liberación de todos.
El apóstol san Pedro (2da  Pt. 3, 8-14)  continúa con esta línea de pensamiento  asegurando que Dios “no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan” y ante la objeción de quienes dicen que el Señor tarda en llegar explica que en la eternidad de Dios no existe el tiempo,  por lo que  aquello que es interminable  para el hombre, para el Creador es un instante y, si tarda en llegar  es porque tiene paciencia con todos esperando la conversión  de cada uno  y la asunción de una vida  ejemplar por lo que es necesario procurar “vivir de tal manera que Él los encuentre en paz, sin mancha ni reproche”.
La figura central de este domingo es por cierto Juan Bautista, el último profeta del Antiguo Testamento y primero del Nuevo (Mc. 1, 1-8).
Repite el mismo mensaje de Isaías reclamando la necesidad  de preparar  el camino del Señor viviendo el espíritu de conversión para el perdón de los pecados  que se continúa  en una vida de abnegada entrega al plan salvífico de Dios.
De allí que el llamado de Juan Bautista es perentorio, “conviértanse, preparen el camino del Señor, detrás de mí viene alguien que es más poderoso que yo. Yo los bautizo con agua pero Él los bautizará en el Espíritu Santo”.
O sea, que nuestra mirada ha de pasar de Juan el Bautista a Cristo, a Él esperamos. La vida cristiana siempre significa un ir creciendo en la amistad con el Señor, sabiendo que Él quiere entrar en la vida  de cada uno y quiere transformarla, porque es el Buen Pastor que anuncia el profeta Isaías en la primera lectura.
Es aquel que viene en cada momento de nuestra existencia temporal y que quiere formar parte de nuestra existencia, de nuestros proyectos, de nuestros planes, por eso siempre vamos preparando nuestra vida de cada día mirándolo de frente al Señor y preguntándonos realmente si nuestras decisiones le agradan, si nuestras decisiones pasan por la voluntad de Dios.
Reclama la atención sobre quien vino ya por primera vez y que esperamos en su  segunda venida,  gritando  como  Isaías  “¡Aquí está tu Dios!” estemos atentos para cuando “se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán juntamente”.
Seguimos caminando en un mundo e historia que lamentablemente se ha alejado de Dios, por lo que la proclamación de la conversión del corazón y  el  abrirse a la gracia divina resulta muy difícil y  hasta  incomprensible,  en una sociedad que sólo mira el bienestar  y el placer de cada día como metas  que cada uno ha de buscar y  estimar.
Sin embargo, la misión del creyente no disminuye por estas dificultades  que se presentan a diario  y que nos llevan a pensar no pocas veces que la suerte de la humanidad ya está echada y que es inútil advertir acerca de lo que vendrá.
Por el contrario sabemos  por la revelación divina que el tiempo  apremia,  ya que no sabemos ni el día ni la hora en la que el Señor llamará a cada uno a dar cuenta de las decisiones personales a lo largo de la existencia temporal, pero  esto  a su vez, debe estar siempre acompañado por la esperanza de un encuentro más personal con Él.
Pidamos entonces su gracia para caminar en esta esperanza hasta que Él se nos manifieste plenamente.

Padre Ricardo B. Mazza, Cura Párroco de la parroquia “San Juan Bautista” de Santa Fe de la Vera Cruz, en Argentina. Homilía en el domingo 2do de Adviento, ciclo “B”.   06 de diciembre de 2020.




No hay comentarios: