28 de diciembre de 2020

La familia humana debe ser una escuela en la que los hijos y los padres crezcan en gracia, o sea en amistad con Dios.

 

 

Nuevamente la palabra de Dios como en Navidad, nos presenta esta hermosa estampa de la ida de Jesús llevado por María y José al templo de Jerusalén.
La presencia de esta familia,  nos está diciendo que Dios ha querido que su Hijo hecho hombre naciera en el seno de una familia. Manifiesta este hecho que en la Providencia de Dios la familia está constituida por un papá, por una mamá y los hijos. Que todas las demás “familias” que el hombre ha inventado en el decurso del tiempo, formadas por  dos padres o dos madres, nada tienen que ver con lo que Dios nos enseña. Por eso la Sagrada Familia es un ejemplo para nuestra vida, ya que  manifiesta la  verdad  acerca de esta institución tan hermosa.
En efecto, lo que Dios quiere de una familia y, como ésta se constituye y  se forma, lo contemplamos en la familia de Nazaret. Y así resulta, que el creyente al contemplar  a la Sagrada Familia y su constitución, no tiene posibilidad de equívocos al considerar lo que es una familia como hoy lamentablemente muchos se preguntan o discuten o dudan.
Para el creyente no debe haber ninguna duda, está bien claro desde el principio, pero sigamos avanzando.
El texto evangélico (Lc. 2,22-40) señala el  hermoso gesto de ofrecer al Niño recién nacido a Dios, porque todo varón primogénito debe ser ofrecido, presentado junto con un par de tórtolas o pichones de palomas, recordando así la salvación de Israel de Egipto.
¿Recuerdan la noche  de la liberación cuando  el ángel del Señor extermina a los primogénitos egipcios? De manera que este gesto debía recordar este hecho salvífico, siempre la memoria del pasado pero que se proyecta iluminando el presente y mirando el futuro.
¿Qué nos enseña la Sagrada familia? Me permito recordar lo que el papa  san Pablo VI en el año  1964 dijera en su visita a Nazaret. En ese lugar  el papa expresa su deseo ya imposible de realizar,  de contemplar personalmente cómo fue la niñez de Jesús.
Ahora bien, casi furtivamente se desplaza en la memoria del pasado para actualizar sus enseñanzas.  
La primera enseñanza es la del silencio que rodea a la casa y a la familia de Nazareth, que se transforma en oración, en contemplación de Dios.  Lamentablemente hoy la familia está caracterizada muchas veces por el bullicio, nadie se escucha, todos hablan al mismo tiempo, o se aturden con otras cosas para no escuchar ese bálsamo del silencio del encuentro con Dios y el encuentro con las demás  personas.
Este silencio se perfecciona con una segunda enseñanza, la de la unión entre los miembros de la familia, la comunión, la búsqueda  de lo mejor  por parte de cada uno contribuyendo al bien de la familia toda y de cada integrante. La vigencia del amor que supera las discordias, las disputas, el amor que es capaz de vivir lo que señala el apóstol San Pablo  cuando afirma que el amor no se enoja, el amor perdona, el amor busca el bien de los demás. (I Cor. 13)
Por último, destaca el papa una tercera enseñanza, la del  trabajo, o sea, el hogar de Nazaret escuela de trabajo. Contemplamos la sencillez de José trabajando para dar el sustento a su familia, y al mismo tiempo  dando  ejemplo para que el Hijo de Dios hecho hombre descubra en cuanto hombre, que la ley del trabajo forma parte de la voluntad de Dios. En y por el trabajo, el hombre se dignifica, descubre sus capacidades  a desarrollar, pone al servicio de los demás sus cualidades y también colabora  con Dios para que se descubra entre los hombres la grandeza de la creación.
En nuestro tiempo, y especialmente en nuestra Patria, se ha perdido la valoración  de la ley del trabajo en la familia.  Muchas veces predomina la pereza, la agachada de hacer lo menos posible, el tratar de vivir a costa de otros  y no contribuir con la labor personal y cotidiana. Se ha perdido la cultura del trabajo como dignificante del hombre y se prefiere no pocas veces, vivir de la dádiva, de los planes y de las ayudas permanentes de todo tipo. Los poderes públicos en vez de promover el deber y el derecho al trabajo digno para cada persona y dejar así de vivir esclavizados,  perdura el sometimiento de los pobres por medio de los continuos  beneficios.
Mirando la Sagrada Familia, entendemos que es en ella, la familia, el lugar y espacio necesarios para la formación y crecimiento del ser humano.  
Precisamente, el texto del Evangelio invita a  cada hijo a crecer en sabiduría, o sea en el conocimiento que engrandece a la persona humana, y al mismo tiempo en gracia, en amistad con el Creador.
En efecto, la familia debe ser una escuela en que los hijos y los padres crezcan en gracia, o sea en amistad con Dios.
Este buscar crecer en la amistad con Dios va más allá de lo ocasional del tiempo en el cual vivimos, sino que mira al futuro, ya que quien trata de vivir en gracia, en amistad con Dios, aspira a encontrarse con Él en la vida eterna. ¡Cuántas cosas  podríamos decir acerca de la Sagrada familia de Nazaret como modelo para nuestra familia!
Recordemos las palabras de Simeón, y apliquemos a nuestra vida temporal, deseando morir en paz  cuando Dios disponga, porque ha llegado la salvación.
Pidámosle al Señor que el Salvador ilumine nuestra existencia y  permita crecer como personas, como hijos adoptivos suyos.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret, ciclo “B”. 27  de diciembre de 2020. http://ricardomazza.blogspot.com; ribamazza@gmail.com.-




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