10 de diciembre de 2020

Que María Santísima aplaste la cabeza del espíritu del mal, mientras luchamos defendiendo la vida humana, en la que está presente Cristo.

Realmente es un regalo del Cielo el que podamos celebrar esta fiesta de la Inmaculada Concepción de María. Aparece en todo su esplendor y belleza la grandeza de la Madre del Hijo de Dios hecho hombre y Madre nuestra.  La fe firme sobre las verdades que nos enseña la Iglesia  nos da a conocer que a través de María recibimos múltiples bendiciones.  De hecho en la carta del apóstol San Pablo a los efesios (1,3-6.11-12), que acabamos de escuchar, se nos recuerda que fuimos elegidos desde antes de la creación del mundo en Cristo, que además se nos ha preferido por encima de todo ser creado para ser hijos adoptivos de Dios; y más aún todavía, que somos por la filiación divina,  herederos de la Vida Eterna.
Todo esto nos habla de cuánto nos ama Dios, cuánto piensa en nosotros que nos ha creado para algún día alcanzar su misma vida. Por eso, este proyecto de Dios es un designio que engrandece al ser humano. Lamentablemente el pecado original, que hemos recordado en la primera lectura (Gén. 3, 9-15.20), hiere este proyecto divino, y así habiendo sido creados llenos de bendiciones y de gracias, quedamos sujetos a la muerte y al pecado.
La desnudez en la que se encuentran Adán y Eva indica la pérdida de la inocencia, el quebranto de la amistad con Dios, porque justamente el pecado deja al descubierto nuestra fragilidad, desnudos delante del Señor, totalmente desvalidos, totalmente miserables. Pero Dios, que no se deja ganar en generosidad, sigue confiando en nosotros y por eso resuelve enviar a su Hijo para que se haga hombre en el vientre de una mujer y, así entonces mostrarnos el camino de la Salvación, el camino que conduce al encuentro de Dios en la Felicidad Eterna.
Y para realizar este proyecto piensa en María, también ella participa de esta elección que nos dice el apóstol San Pablo, fue elegida desde toda la eternidad, pero en previsión de los méritos de Cristo, fue preservada del pecado original cuando ella se gestaba en el seno de su madre.
Por tanto, ahí  tenemos entonces a María, limpia y pura, libre de todo pecado, ofreciéndose a ser la servidora del Señor, aceptando ser la madre del Salvador, accediendo a que la sombra divina la cubra con su poder y que quien nacerá de ella sea llamado Santo y Salvador.
¡Qué hermoso realmente este camino de grandeza de María Santísima!. Ella fue siempre fiel a Dios, de allí que se  presente  como ejemplo. Se muestra como modelo, no solamente como alguien a quien se imita, no meramente como quien está posando inmóvil ante un pintor o un escultor, sino que María es modelo porque nos presenta un ideal de vida y porque además viene a nuestro encuentro para acompañarnos en este camino por este mundo ayudándonos a encontrarnos cada vez más con su hijo, para llevarnos a la Gloria que no tiene fin.
Queridos hermanos: al igual que María estamos llamados a cosas grandes, a vivir con dignidad. Precisamente por la primera oración de esta misa suplicábamos a Dios que por la intercesión de María Santísima podamos llegar algún día a la Gloria, limpios de todo pecado, y allí glorificar a Dios, cantando alabanzas eternamente.
Pidámosle a María Santísima a su vez, que proteja toda vida. Al respecto, los obispos de Argentina han pedido que hoy hagamos una jornada de oración por la protección de la vida, por eso al final de la misa vamos a rezar la oración del papa San Juan Pablo II justamente suplicando el respeto por la vida naciente y por toda vida.
El espíritu del mal, así como tentó a Eva y a Adán en el comienzo de la historia humana, seduce  al ser humano, a aquellos que no buscan a Dios sino su propio parecer,  a aquellos que buscan cómodamente las soluciones fáciles a los problemas, y suscitan en el corazón de muchos el odio a la vida,  el desprecio  homicida hacia el niño por nacer.
Por eso, hemos de pedir a María Santísima que pise la cabeza del espíritu del mal, como enseña la sagrada Escritura, y mientras tanto nosotros mismos luchemos defendiendo la vida, sabiendo que allí está presente Cristo Nuestro Señor.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María Santísima. 08 de diciembre  de 2020. http://ricardomazza.blogspot.com; ribamazza@gmail.com.-





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