19 de febrero de 2021

Cristo, hoy como ayer, olvidado por muchos, se dirige a la cruz para restaurarnos con su muerte en la dignidad de hijos adoptivos del Padre.

 

Comenzamos con el Miércoles de Ceniza el sagrado Tiempo de Cuaresma, una nueva oportunidad que nos brinda el Señor para encontrarnos con Él de un modo integral. Se trata de un tiempo especial para  recorrer el camino de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, acompañarlo hasta el momento de la cruz, para llegar luego a la celebración de la Pascua, de su resurrección.

De manera que comenzamos un tiempo de penitencia, un recorrido que ha de conducirnos a una vida cristiana más plena. Como somos pecadores, necesitamos siempre convertirnos y, el Señor a través de la iglesia, nos brinda esa oportunidad cada año de renovar el espíritu de conversión. Convertirse significa dar la espalda a lo que es pecado contra Dios, contra el prójimo o contra nosotros mismos, abandonar la separación con Dios en la que quizás estamos comprometidos, para retornar a la vida de la gracia.
El  espíritu de penitencia  reclama y pide del Señor como meditamos el domingo pasado en el texto del Evangelio (1), que imitemos  al leproso diciendo a Jesús: “Señor, si quieres puedes curarme”.
Precisamente a lo largo de la cuaresma debemos repetir mucho esto, “si quieres puedes curarme”. Y esto, porque el Señor quiere curarnos y limpiarnos, siempre que haya un deseo sincero de agradarle a Él por medio de una vida nueva, porque Cristo se ha revestido de nuestras lepras, llevando sobre sí a la Cruz los pecados de la humanidad de todos los tiempos.
Cristo  se dirige a la cruz también como desechado de la humanidad, aquel que fue olvidado por todos en su momento, y que también hoy sigue siendo  el gran ausente en la vida del hombre, porque éste se ha elegido a sí mismo como referente único para su vida, su pensamiento y su obrar cotidiano.
Cuántas veces pensamos nosotros, ¿por qué Dios nos ha abandonado? ¿Por qué Dios no nos escucha? En realidad Dios no nos abandona y ciertamente nos escucha, es el ser humano el que ha abandonado a Dios, es el ser humano el que le abrió la puerta de su corazón y de su casa y le dijo, “vete de aquí, no quiero saber nada contigo, prefiero abrir mi corazón a la cultura de nuestro tiempo, a las costumbres de nuestro tiempo, que son más divertidas que seguirte a ti y tus enseñanzas del Evangelio”.
El ser humano ha desalojado a Dios de su corazón, lo ha sacado a Jesús y así nos hemos quedado como Adán y Eva en el paraíso, desnudos por haber perdido la inocencia original y privados de la gracia y ayuda de Dios.
Este tiempo de cuaresma entonces, es propicio para comenzar una vida nueva avanzando en el conocimiento del misterio de Cristo.
El signo de la imposición de cenizas que hoy se realiza, no solamente recuerda que el hombre es polvo y en polvo de ha de convertir, sino que también recuerda la necesidad de convertirse.
Precisamente al visualizar que somos ceniza y polvo, caemos en la cuenta que de nada vale la soberbia o el erigirnos sobre falsas grandezas humanas, ya que “sic transit gloria mundi”, o sea, así pasa la gloria del mundo. Volvamos nuevamente al espíritu de la pequeñez evangélica que nos ofrece el Señor con su gracia, ayudémonos  con los tres signos penitenciales, el ayuno, la oración y la limosna. Son ayudas para esta conversión, pero como decía San León Magno: “el ayuno ha de ser sobre todo ayuno del pecado, para que solamente habite en nuestro corazón la presencia del Señor”.
Vayamos entonces con paso decidido a encontrarnos con Cristo.


Padre Ricardo B. Mazza. Párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz,  Argentina. Homilía en el miércoles de cenizas, inicio del tiempo de Cuaresma. 17 de febrero de 2021.- http://ricardomazza.blogspot.com; ribamazza@gmail.com.-




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