31 de octubre de 2022

Dios crea al hombre, lo mantiene con su Providencia y lo rescata del pecado por la misericordia y amor que derrama sobre cada uno.

 

Si tenemos en cuenta los textos  bíblicos que se proclaman en la liturgia de cada día, seguramente hemos advertido que se repiten de forma permanente las referencias  sobre el pecado y la gracia, o sea, se mencionan y profundizan la caída y la salvación traída por Cristo.

Ante este hecho quizás alguien puede sentirse tentado a pensar por qué siempre tenemos que escuchar y considerar los mismos temas.
La razón es muy simple, ya que la Sagrada Escritura describe narrativamente  la historia de la salvación del hombre, la cual está marcada desde el comienzo, después de la creación del mundo y del hombre, por la presencia del pecado de los orígenes y sus consecuencias, y cómo Dios  desea elevar al hombre caído.  
Y a su vez, la Sagrada Escritura hace presente la salvación de la historia, o sea, esa misma historia de la salvación herida por el pecado de los orígenes, se convierte en salvación de la historia por la presencia del Hijo de Dios hecho hombre entre nosotros, Él es el que viene a salvarnos,  a poner nuevamente en su debida armonía el proyecto de Dios sobre el hombre  desde toda la eternidad.
¿Y cuál es el plan de Dios? sabemos que el ser humano siempre ha sido amado por Dios, su Creador, y elegido desde toda la eternidad.
Precisamente el primer texto de hoy tomado del libro de la Sabiduría (Sab. 11, 22-12,2) expresa que si Dios no hubiera amado algo no lo hubiera creado, si Dios no hubiera amado a alguien no lo hubiera creado, por lo tanto, ya de entrada se nos enseña que cada uno de nosotros es amado por Dios y llamado a participar algún día en la propia vida de Dios.
Y es tan grande el amor de Dios que manifiesta su omnipotencia en el perdón y la misericordia en su relación con el ser humano.
Sabemos por experiencia que el ser humano no perdona fácilmente o no tiene misericordia, porque  piensa que es fuerte y poderoso por esa manera de conducirse en su relación con los otros, siendo todo lo contrario, ya que no perdona porque es débil y tiene miedo de quedar humillado o disminuido ante la opinión de los demás.
Dios en cambio manifiesta su poder, especialmente su señorío, en el perdón y la misericordia.
Precisamente el texto de la Sabiduría que acabamos de escuchar muestra cómo Dios busca al pecador, y esto no puede ser de otra manera, ya que si Él ha pensado hacernos partícipes de su misma vida, cuando nos descarriamos de la senda del bien, vuelve a llamarnos, reconociendo nuestra dignidad de ser imagen y semejanza suya, e hijos adoptivos  por el bautismo.
Dios manifiesta su amor por el hombre en la creación, y por la providencia mantiene y guía a todos los seres en lo que ellos son, manifestando así su voluntad de que  está empeñado en que se lleve a cabo el plan de salvación orientado al hombre.
Justamente lo afirma el apóstol San Pablo escribiendo a los cristianos de Tesalónica (2 Tes. 1, 11- 2,2), rogando que “Dios los haga dignos de su llamado, y lleve a término en ustedes, con su poder, todo buen propósito y toda acción inspirada en la fe. Así el Nombre del Señor Jesús  será glorificado en ustedes, y ustedes en Él, conforme a la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo”.
El apóstol por lo tanto señala que Dios quiere llevar a cabo lo que ha providencialmente pensado desde toda la eternidad, lo que es bueno, amable y santo, de manera que la existencia y la vida de toda persona humana le son importantes, cuidándolas y enalteciéndolas.
Si tomamos el texto del evangelio (Lc. 19,1-10) y en continuación con lo afirmado por el libro de la Sabiduría, nos encontramos precisamente con que Dios Creador lo ha traído al mundo a Zaqueo, y en su Providencia  lo ha mantenido en la existencia.
A pesar de los pecados de este publicano rico, se le manifiesta el Salvador, buscándolo para transformarlo y señalarle el camino de la salvación que lo elevará delante de Dios y de los hombres.
Dios ha trabajado en el corazón de Zaqueo, por lo que desea conocer a Jesús, atento a lo que seguramente ha escuchado sobre Él.
Es probable que Zaqueo en su interior viviera  intranquilo, que sentía en su corazón el odio de la gente por su condición de recaudador de impuestos, muchas veces sujeto a cometer injusticias.
Pero al mismo tiempo era atraído por la gracia a una sincera conversión y a un encuentro con Jesús, por eso quiere verlo, mirarlo, para lo cual,  es necesario ponerse en las alturas, ir a lo alto del sicómoro porque él es de baja estatura física y moral.
Desde lo alto siempre se ven las cosas de otra manera, y así,  ve pasar al Señor y  lo mira, mientras  Jesús levanta su vista a Zaqueo.
¡Podemos imaginarnos qué cuadro tan hermoso! a pesar que la gente grita, aclamando al  Señor, tanto para Zaqueo como para Jesús todo es silencio. Se miran, y la mirada penetrante de Jesús  le recuerda “yo he venido a salvar a los pecadores, a llamar a los que han torcido su rumbo para que nuevamente comiencen una existencia nueva.”
Y a continuación no le pide nada más que baje enseguida porque hoy “quiero alojarme en tu casa,”porque ya Jesús se había albergado en la casa interior de Zaqueo, en su corazón,  y ahora quiere  alojarse en su casa, estar en contacto con su familia, ver las cosas.
Y seguramente otros publicanos también se acercaron, mientras otros murmuran  porque Jesús come con los pecadores, ya que ellos se consideraban superiores y no admitían que el Señor se inclinara, según ellos, ante la miseria del pecador.
Zaqueo cambia totalmente su estilo de vida,  dando la mitad de su fortuna a los pobres y cuatro veces más a aquellos que había defraudado, o sea, quiere restituir lo mal habido.
Y así, Zaqueo abre su corazón a la gran riqueza de la misericordia de Dios, a la gracia del Señor y su vida cambia a partir de ese momento, siendo  testigo  ante los demás  de la bondad y misericordia de Jesús.
Jesús quiere también  dar la oportunidad de una vida nueva a tantos pecadores como lo destaca el libro de la Sabiduría.
Queridos hermanos: digámosle al Señor que nos mire, con esa mirada que desnuda el interior y permite descubrir lo que hay en cada uno de nosotros, y  visualizar el camino nuevo de santidad, para asimilarnos más a Él y  dar testimonio con la palabra y las obras al mundo en el cual estamos insertos.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa del domingo XXXI del tiempo Ordinario. Ciclo “C”. 30 de octubre  de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com



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