19 de diciembre de 2022

El sí de José dará una familia al Niño y, siendo descendiente de David, lo incorporará a ese linaje cuando le imponga el nombre de Jesús.

El domingo pasado reflexionamos acerca de la alegría que debe invadir nuestro corazón en la espera del Mesías.
La liturgia de hoy refiere al origen de Jesucristo, tanto humano como divino, y deja una enseñanza conexa con este misterio de la doble naturaleza de Jesús, al enseñarnos a no temer nada como consecuencia de aceptar al Señor en nuestra existencia temporal.
Si tomamos la primera lectura del profeta Isaías (7, 10-14) nos encontramos con que el rey Ajaz de Judá está temeroso porque los reyes de Damasco y Sumaría le amenazan con destronarlo y entronizar en su lugar un príncipe extranjero que no desciende de David, por lo que el rey busca alianzas con Asiria para defenderse  en lugar de afirmarse confiadamente en Dios.
El profeta, portavoz de Dios, le exhorta a pedir un signo,  contestando éste que no quiere tentar a su Dios, pero lo que sucede en realidad es que no tiene una fe firme en la protección del Dios de la Alianza que ha prometido sostener en el tiempo la descendencia davídica en Judá, sin interrupción alguna.

Es por eso que Dios se apresura en prometer un signo, el de la permanencia de la estirpe de David, diciendo “Mirad, la virgen está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de  Emanuel, que significa Dios con nosotros”.
En efecto, este anuncio refiere al futuro rey de Judá, al hijo de Ajaz, Ezequías, que sucederá en el trono a su padre, asegurando la firmeza de la Casa de David en el tiempo.
Pero a su vez, este anuncio está indicando lo que sucederá en el futuro, que un niño nacido de una virgen salvará a los hombres de sus pecados, refiriéndose sin duda alguna a Jesús, tal como lo cita el evangelio del día (Mateo 1,18-24), y que será llamado Emanuel, que significa Dios con nosotros.

En el evangelio que hemos proclamado, nos encontramos con un hecho muy particular en el que María Santísima por obra del Espíritu Santo queda embarazada, sabiendo Ella lo que esto significaba porque estaba desposaba con José y no habían vivido juntos, pero confiando en que quien la eligió como Madre del Mesías, daría una explicación concreta a José que era justo.
José sin entender lo que acontecía, no podía hacerse cargo de ese niño, pero tampoco acusaría a María, porque eso la conduciría a ser lapidada por lo que piensa en repudiarla en secreto.
¿Qué es lo que está sucediendo en María la cual había celebrado los desposorios con José pero todavía no vivían juntos? El ángel le dirá a Ella “no temas” indicando así que no debería pensar en las consecuencias de su respuesta a la propuesta de ser Madre, ya que de ello se ocuparía Dios mismo, y María acepta con total confianza.
Tanto María como José estaban frente al misterio de la encarnación y a ambos se les dice que no deben temer cosa alguna, por lo que se entregan totalmente a la voluntad de Dios, diciendo la Virgen “soy la servidora del Señor”, mientras que José despertado del sueño, recibirá a María en su casa, obedeciendo la indicación del ángel.
El sí de José no sólo posibilitará una familia para el niño que ha de nacer, sino que siendo descendiente de David incorporará a ese linaje al Niño cuando le imponga el nombre dado por el ángel, en su carácter de padre legal de quién nacerá.

De ese modo Jesús ingresa en la historia humana, reconocido como hombre, y José le pondrá el nombre de Jesús que significa que salvará a los hombres de los pecados
A su vez, el origen divino de ese Niño queda atestiguado porque es obra del Espíritu Santo el hecho que tome naturaleza humana en el seno de la Virgen Santa.
En la Encarnación, la naturaleza humana y la naturaleza divina del Señor, están presentes y se unen en la persona del Hijo de Dios.
Como decía, José recibe a la madre y se hará cargo del niño y cuidará de ambos, seguirá de cerca la niñez y adolescencia de Jesús, le enseñará un oficio y nada deberá temer porque contarán con la protección divina hasta que llegue el momento de la manifestación pública de Jesús, siguiendo la voluntad del Padre mientras viva en este mundo temporal.

Respecto a nosotros en relación con este misterio, puede suceder que tengamos miedo de aceptar el misterio de la Encarnación por las consecuencias que ello implica.
Ese temor puede venir por el hecho de ser perseguidos o despreciados por seguir a Jesús por parte de los de fuera e incrédulos que no creen en Cristo o consideran superado el seguimiento de su persona en medio de un mundo autosuficiente, pero también rechazados por los de dentro de la Iglesia.
Sabemos como miembros de la iglesia que en este ámbito hay confusión y hasta distorsión de la verdad, ya que aparecen enseñanzas ausentes en la Sagrada Escritura o  contrarias a ella, o no se tiene en cuenta la enseñanza de la tradición o del magisterio.
Pues bien, el aceptar a Cristo Nuestro Señor implica siempre sufrir las consecuencias por defender la verdad que hemos recibido.
El cristiano no puede pretender que en su vida esté ausente la persecución o el desprecio por seguir a Cristo.

Y esto es así,  precisamente porque el Hijo de Dios hecho hombre es quien le da sentido a nuestra evangelización, como lo destaca el apóstol San Pablo escribiendo a los cristianos de Roma ((1,1-7) haciendo hincapié en el origen divino y humano de Jesús como base de su predicación y de su búsqueda constante de atraerse aquellos que están alejados.

Hermanos: Ojalá que también nosotros recibiendo al Señor en nuestro corazón sepamos darlo a conocer y seguirlo cada día, buscando sea recibido también por toda la humanidad convertida.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa del domingo IV de Adviento, Ciclo “A”. 18 de diciembre de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com



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