9 de diciembre de 2022

Mirando a la llena de gracia desde su concepción, no desfallezcamos, porque Ella aplastará la cabeza de la antigua serpiente llamada diablo.

 

En el marco del tiempo litúrgico de Adviento, la Iglesia celebra hoy la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, madre de Jesús y madre nuestra.
Como toda persona humana, María  hubiera debido nacer con la mácula del pecado original, pero en atención a su misión futura de Madre del Salvador, fue concebida en el seno de su madre limpia del pecado original, o sea, fue concebida en gracia, por lo que es llamada por el arcángel san Gabriel, la llena de gracia, la favorecida por Dios con los dones sobrenaturales necesarios para su papel maternal.

Para entender más precisamente este misterio podemos tomar el texto de san Pablo a los Efesios (1, 3-6.11-12) proclamado hoy.
El apóstol, bajo inspiración divina, bendice a Dios Padre porque en Cristo nos bendijo con toda clase de bienes espirituales en el cielo, “y nos ha elegido en Él, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor”.
Y continúa el apóstol  afirmando que “Él nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, que nos dio en su Hijo muy querido”.
Este hermoso designio divino sobre la humanidad toda queda herido en el principio, a causa del pecado de los orígenes, cuando el ser humano tentado por el demonio pretende ser como Dios o por lo menos no estar sujeto a su supremacía.
La tentación diabólica pretende hacer pasar a Dios como mentiroso, prometiendo a Adán y Eva que no morirían aunque desobedezcan el mandato divino, de modo que la posibilidad de poder decidir qué es malo y qué es bueno resulta ser un fruto apetecible a la libertad.
Es precisamente Eva la que cae primera en la  sugestión diabólica, arrastrando después a su marido Adán, y ambos defeccionan de la perfección presente en su libertad creada  cayendo en el pecado.
La pérdida de la gracia significada en la desnudez, señala a Adán y Eva, como incapaces de dialogar con Dios y vivir en santidad, introduciendo la muerte para ellos y descendientes (Gn. 3, 9-15.20).
Pero Dios, que no se arrepiente de su designio  sobre la humanidad, esto es, el habernos elegido antes de la creación del mundo, busca salvarnos, como observa san Pablo, por medio del nuevo Adán, Cristo, el cual con su obediencia y humillación nos redime por medio de la Cruz salvadora.
A su vez, Dios elige a la nueva Eva, María Santísima, para que fuera Madre del Salvador, por lo que la crea plena de gracia, constituyendo así una morada santa para la encarnación del Hijo divino, y pudiera así restablecerse el plan  salvífico de Dios sobre la humanidad toda.
Por el consentimiento de María  por el que se declara servidora del Señor, es recreada la naturaleza humana por el nacimiento en carne del Hijo de Dios, transformándonos nosotros en hijos adoptivos del Padre por el sacramento del bautismo (Lc. 1, 26-38).
Gracias a esto, “hemos sido constituidos herederos, y destinados de antemano –según el previo designio del que realiza todas las cosas conforme a su voluntad- a ser aquellos que han puesto su esperanza en Cristo, para alabanza de su gloria”.
De allí, que en este tiempo de Adviento crezcamos con la certeza  que el Mesías esperado y prometido, renovará la creación entera otorgándonos la posibilidad de poder vivir santamente en la presencia de Dios, si acogemos su Palabra y convertidos de nuestros pecados,  obramos el bien durante nuestra vida terrenal.
A su vez, la santidad de María permite  tener siempre ante nosotros un modelo de vida que no es imposible de alcanzar con la gracia divina,  haciendo realidad la promesa de alcanzar la vida eterna junto  al Padre, a su Hijo y con  los elegidos, en unión con el amor del Espíritu Santo.
Consciente de su misión como nueva Eva, María nos enseña con su respuesta y disponibilidad al plan de Dios, que también nosotros hemos de hacer nuestro el previo designio de Dios sobre cada uno.
Aunque heridos por el pecado original y soportando sus consecuencias, cada uno de nosotros cuenta con inmensos dones espirituales  para caminar por este mundo haciendo el bien, buscando siempre la voluntad divina.
Es cierto, que no obstante todo este designio de santidad al que estamos llamados, muchos prefieren reeditar el pecado original en sus vidas, rebelándose ante tanto bien recibido y queriendo prescindir de la presencia divina en sus vidas, haciendo un mal uso de su libertad creada para el bien, pero utilizada por ellos para el mal, haciéndose cada uno  responsable de sus opciones.
Cuando esto acontece se cumple de ese modo aquella afirmación de san Agustín “Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”.
Queridos hermanos: mirando a la llena de gracia desde su concepción, no desfallezcamos en medio de las sombras que nos rodean no pocas veces, ya que tenemos la certeza que Ella aplastará la cabeza de la antigua serpiente llamada diablo.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María Santísima. 08 de diciembre de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com



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