26 de diciembre de 2022

El Señor consuela a su pueblo, Él redime a Jerusalén”, y “todos los confines de la tierra verán la salvación de nuestro Dios”

En la  misa de anoche el Profeta Isaías (9, 1-3.5-6) recordaba que “el pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz” anticipando de ese modo de cara al futuro  el nacimiento del Mesías.
El  Mesías, por cierto,  es la luz para el mundo  y para el hombre, como lo acabamos de escuchar en el texto del Evangelio (Jn. 1,1-18).
El profeta Isaías insiste hoy (52, 7-10) que el Salvador viene a liberar de todo mal a la Ciudad de Jerusalén,  que incluso los centinelas comunican la alegría y la llegada del Mesías a la ciudad santa, “porque ellos ven con sus propios ojos el regreso del Señor a Sión”.
Y esto es así porque “el Señor consuela a su pueblo, él redime a Jerusalén”, y más aún, la presencia ha significado el llamado universal a todos de modo que “todos los confines de la tierra verán la salvación de nuestro Dios”
En el texto del Evangelio de anoche (Lc. 2, 1-14) contemplamos al Hijo de Dios hecho carne en el niño recién nacido, miramos el rostro humano de Dios que trae la vida divina para todos, manifestándose en la humildad del pesebre, mientras  la divinidad se escondía en el cuerpo frágil de un niño.
Pero además, indicaba con su presencia la dignidad de toda persona humana, desde el momento en que alguien es engendrado hasta el momento de su muerte natural.
De allí que todo lo que en el mundo existe contra la vida, como el aborto y tantas otras formas de aniquilación de la persona. no es más que un ataque directo a la Encarnación de Dios, ya que el Hijo de Dios hecho hombre comienza a ser perseguido en los más débiles, en los más desprotegidos de este mundo.
El apóstol san Juan en el texto que acabamos de proclamar (1, 1-5.9-14) muestra otra mirada acerca del misterio de Cristo.
Ya no será contemplarlo en el pesebre de Belén como frágil creatura resaltando su humanidad, sino que se concentra en la divinidad preexistente del Hijo de Dios que estaba junto al Padre  desde toda la eternidad,  obrando como Palabra divina en la creación del mundo.
El  Génesis precisamente destaca  que cuando Dios creaba decía que existiera el cielo o la tierra, y los demás seres que servirían al hombre en su devenir histórico, de modo que al afirmarse que Dios “dijo”, está haciendo presente a su Palabra Eterna, es decir, su Hijo, por quien y para quien todo fue hecho, manifestando así la gloria del Padre, cuando el Hijo le entregue todo lo creado,  mientras el Espíritu aleteaba sobre las aguas.
Ahora bien,  en el Hijo de Dios también estamos presentes cada uno de nosotros y, por eso Dios no se queda quieto después del pecado de los orígenes, sino que busca incansablemente al hombre, salvarlo, sacarlo de la frustración del pecado, de las miserias en las cuales se encuentra inserto en este mundo.
El designio divino consistió en que su Hijo, la Palabra increada, se haga carne en el seno de María, ingresando en nuestra historia  como luz, aunque las tinieblas lo rechazan.
Esto es así porque los hacedores del mal en este mundo no soportan la luz, siendo su “luz” la oscuridad de las malas obras.
A su vez,  el Hijo de Dios hecho hombre, presente entre nosotros, no es recibido por los suyos, esto es, los dirigentes del pueblo de Israel y también muchos israelitas que lo ignoraron o que no creyeron en su venida, perdiendo así la posibilidad de su salvación concreta, mientras que aquellos que lo recibieron, incluidos  nosotros, que hemos creído en Él, se nos  dio la posibilidad de ser llamados hijos de Dios, porque fuimos engendrados por Dios.
Y eso es así, porque como se proclama en la primera oración de esta amistad, el Hijo de Dios comparte la humanidad, se hace hombre, para que nosotros participemos de la vida divina, lográndose así la divinización del hombre, restaurando así  la vocación  primera del hombre en este mundo, de poder imitar y ver a Dios.
El texto de Pablo a Tito en la misa de anoche (2, 11-14) resaltaba la necesidad de dejar de lado la vida sin religión y abandonar todas las obras propias de la oscuridad, y vivir siempre en la luz que irradia Dios Nuestro Señor, ya que “La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado”, esperando de la humanidad vivir en la verdad de la naturaleza humana, que consiste  en haber sido constituidos hijos adoptivos de Dios.
La verdad es que estamos llamados a participar de la vida de Dios, por eso que el ser humano -a no ser que tenga encallecida su conciencia- no se siente bien cuando obra mal, teniendo un cortocircuito en su interior, porque sabe que lo suyo no es lo de Dios, lo que Él quiere, ya que Dios se hizo hombre y vino a este mundo para que su gracia abunde sobre nosotros, por su muerte y resurrección, rescatándonos del pecado de los orígenes.
La venida en carne del Hijo de Dios que restaura la naturaleza humana haciéndonos partícipes de la vida divina, convoca a una nueva vida, a cambiar la mirada sobre la realidad cotidiana y el  estilo de concebir la vida.
Ayer y hoy mucha gente se ha saludado y ha dicho ¡Feliz Navidad! Pero, ¿cuántos realmente entienden lo que significa este saludo?
Porque Feliz Navidad es para quien quiere nacer con el Hijo de Dios hecho hombre nuevamente, para otros el Feliz Navidad será revivir la antigua fiesta pagana del Sol Invictus que indicaba el nacimiento de un nuevo sol por el que se alargaban los días y por lo tanto sin haber dado el paso de dar lugar en su corazón al nuevo Sol Invictus que es el Hijo de Dios hecho hombre, que viene a iluminarnos.
Ahora bien, la Palabra que es el Hijo de Dios, se hizo carne y habitó entre nosotros y sigue presente no solamente a través de la Escritura, de la iglesia, en los sacramentos, principalmente en la Eucaristía. Cuando comulgamos recibimos al Verbo Encarnado bajo las especies eucarísticas.
Queridos hermanos: el nacimiento en carne del Hijo de Dios significa para nosotros una existencia nueva, el Señor nos la ha dado.
En el bautismo seguimos siendo llamados a participar de esta salvación que se nos ofrece gratuitamente.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa del día de la Natividad del Señor. 25 de diciembre de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com






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