22 de diciembre de 2008

La alegría del encuentro con quien vive en medio de nosotros


1.-Isaías y Jesús “los ungidos por el Espíritu”
Nos aproximamos al día de la Navidad. Por eso este domingo nos encontramos con una impronta muy especial, la de la alegría por la venida del señor.
La liturgia quiere contagiarnos con la alegría espiritual que brota no de los impactos emocionales del momento, ni de los placeres de este mundo o de las sensaciones de felicidad, sino que nace de una experiencia más profunda. Alegría que implica el encuentro personal con Dios. Ese Dios que se hace hombre en el seno de María e irrumpe en la historia humana para hacernos ver que El no está lejos de nosotros.
En el profeta Isaías (cap. 61,1-2.10-11) ya aparece esta alegría al decir “desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios”, ya que es enviado por Dios al pueblo que ha vuelto del exilio en Babilonia y como servidor de la Palabra debe consolar a todos marcando que la justicia divina se implanta en la tierra.
Lo señalará expresamente reconociendo que “el Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos y a los prisioneros, la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor”
Estas palabras pronunciadas por el profeta, las aplicará el mismo Jesús a su persona en la sinagoga de Nazaret (Lucas 4,16-21), por lo que inferimos que de hecho Isaías anuncia la peculiar misión que tendrá en la plenitud de los tiempos el Salvador.
Ambos muestran el camino de la liberación, aunque evidentemente Cristo, como Hijo de Dios, supera totalmente lo realizado por el profeta.
Lo prometido en el Antiguo testamento, pues, no es una fantasía del profeta, sino que es una verdad que brota de la misma misericordia de Dios que siempre salva.
Es el mismo Dios que salva el que envía a su Hijo para que hecho hombre y entrando en la historia humana, rescate al hombre de todo aquello que lo aleja de su Creador, de toda esclavitud.
Hablar de la venida de Cristo es posibilitar nuevamente el encuentro entre Dios y el hombre alejado de El por el pecado, de modo que pueda ser en verdad hijo adoptivo de Dios.

2.- Juan anuncia la presencia de Jesús en la historia humana.
El profeta Isaías será prolongado, además, por otro profeta enviado por Dios, Juan el Bautista (Juan 1,6-8.19-28), que es el último profeta del antiguo y primero del nuevo.
Es enviado para dar testimonio, para ser testigo “éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe”.
No soy más que instrumento, pareciera decir Juan, “Yo no soy el Mesías” “bautizo con agua” y “en medio de ustedes hay uno que no conocen, el que viene detrás de mí, que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de su sandalia”.
Jesús, sigue estando en medio de nosotros, porque su primera venida se ha realizado ya, pero lamentablemente sigue siendo desconocido para muchos.
La iglesia actualiza cada año esta primera venida consciente de que Cristo pasa al lado nuestro, está entre nosotros, pero no lo conocemos.
No lo reconocemos en la oración, en el partir el pan, en la eucaristía dominical, en la persona de nuestros hermanos, sobre todo los que más necesitan de nuestro apoyo, consuelo y caridad. No lo conocemos en las cosas buenas de nuestra vida, no lo reconocemos cuando muchas veces nos interpela para que crezcamos como hijos de Dios.
No lo reconocemos cuando Cristo sigue actualizando lo que anunciara el profeta Isaías y El se atribuyera a sí mismo.
No lo reconocemos cada vez que entrega por sí mismo y por la Iglesia la Buena Noticia, ya que el hombre actual prefiere escuchar otras voces que lo engañan en lugar de oír a quien es la Palabra.
¿Cuántos cautivos por la droga, por el juego, por todo tipo de esclavitud siguen pensando que nadie los puede sacar de esas miserias? ¿Cuántos oprimidos con toda clase de males no descubren que Cristo ha venido para darnos la verdadera liberación?
Sólo abriendo el corazón ampliamente a Cristo es posible desechar todo tipo de atadura que impide realizar en plenitud el Señorío del que hemos sido revestidos.

3.-Un programa de vida para el creyente.
Encontrarse con Cristo lo es con aquella verdad fundacional de nuestra existencia: sólo El salva y nos recrea con su gracia para continuar como hijos del Padre.
De allí que el Apóstol San Pablo (1Tes. 5,16-24) insistirá que preparemos nuestro corazón para recibirlo a Cristo.
Presenta una especie de programa de vida recordando que hemos de vivir continuamente en Acción de Gracias a Dios por todo lo que forma parte de nuestra existencia, aún aquello que pareciera negativo para nosotros.
Destaca la necesidad de que el Señor nos encuentre santos e irreprochables cuando su segunda Venida, que no haya vestigios de maldad en nuestro corazón, que vivamos en este mundo en vigilante espera, que examinando todo nos quedemos solamente con lo que es bueno y agradable a Dios.
Y el fruto de esta nueva vida será la alegría: “alégrense siempre en el Señor”. Alegría, -tema recurrente de este domingo-, que vivía Isaías, Pablo y todos los seguidores de Cristo en cada tiempo histórico.
Alegría que canta gozosamente María Santísima como recordábamos en el canto posterior a la primera lectura (Lc. 1, 46-54).
Alegría que brota del fondo del corazón y que debemos cultivar. No la alegría mundana que proviene de la frivolidad, de la jarana y del pasatismo, sino del encuentro con el Dios que salva y otorga al hombre ese equilibrio interior que nadie puede dar.
Ir al encuentro de Cristo es recoger el corazón, prepararlo para que Él venga y vuelva a nacer en nosotros mostrando el camino liberador del hombre. Sólo El nos saca de las esclavitudes de todo tipo.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura Párroco de la Pquia “San Juan Bautista”, Santa Fe de la Vera Cruz. Reflexiones en torno a los textos bíblicos de la liturgia del domingo III de Adviento. 14 de Diciembre de 2008.
ribamazza@gmail.com. http://ricardomazza.blogspot.com.-www.nuevoencuentro.com/tomas moro.-

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