9 de diciembre de 2014

“Mientras esperamos la venida del Señor, procuremos vivir de tal manera, que nos encuentre en paz, sin mancha ni reproche”



Si contemplamos el pesebre que ya nos acompaña en estos días previos a la Natividad del Señor, notamos que hay un lugar vacío, el que ha de ocupar el Niño, Dios hecho hombre en el seno de María Santísima.

Este hecho constituye un signo y al mismo tiempo un desafío. Un signo porque hace referencia a la actitud esperanzada del pueblo de Israel a lo largo de los siglos de encontrarse con el Mesías anunciado. Un signo también porque a su venida se le unieron todas las personas de fe que vieron colmada su espera, y signo porque continúa vacío el lugar que debería ocupar el Señor en el corazón de muchos que no le han dado cabida, porque a pesar de ser creyentes y haber respondido en un primer momento a su llegada, culminaron con dejarlo de lado en sus vidas para buscar seguridades mundanas.
Pero a su vez, decíamos, esta ausencia del recién nacido constituye un desafío, el de tomar entre manos la misión de Juan el Bautista (Mc.1, 1-8). Como él se presentó como precursor, el que prepara el camino en el corazón de los hombres para que llegue Jesús, también nosotros hemos de ir al encuentro de la sociedad de nuestros días para invitar a todos a abrir el corazón, y darle al Salvador el recibimiento que merece, conscientes de la gravedad del mandato que el profeta (Is. 40, 1-5.9-11) nos hace llegar diciendo: “¡Consuelen, consuelen a mi Pueblo, dice su Dios!”. 
Por nuestro anuncio entusiasta y fundado en una fe firme y esperanzada puede suceder que muchos de los que dejaron a Jesús vuelvan  a  Él, y que aquéllos que no lo habían descubierto hasta ahora,  conozcan el profundo significado del encuentro de Dios con el hombre por el misterio de su Venida, convencidos “que su culpa está pagada, que ha recibido de la mano del Señor doble castigo por todos sus pecados”.
Como Juan, anunciar con entusiasmo el mensaje de salvación que trae el Salvador, de manera que los ojos de todos se abran para descubrirlo, porque “Ya llega el Señor con poder y su brazo le asegura el dominio; el premio de su victoria lo acompaña y su recompensa lo precede. Como un pastor, él apacienta su rebaño, lo reúne con su brazo, lleva sobre su pecho a los corderos y guía con cuidado a las que han dado a luz”
Pero también siguiendo la línea del Precursor preparar el camino del Señor en el corazón de quienes lo aceptaron en su primera venida, para que se dispongan ya desde ahora, en vigilante espera, para su retorno final. 
El apóstol Pedro nos dice en la segunda lectura (2 Pt. 3, 8-14) ante algunos que afirman que el Señor tarda en llegar, que “un día es como mil años y mil años como un día. El Señor no tarda en cumplir lo que ha prometido”, “sino que tiene paciencia con ustedes porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan” y alcancen la salvación.
Nuestra misión, por lo tanto, como la del precursor, será la de llamar a la conversión del corazón, siendo nosotros los primeros convertidos,  tanto a los que lo recibieron en su primera venida y desean su regreso, como a aquellos que al no recibirlo en su entrada a este mundo no confían en su retorno final, centrados solamente en el gozo placentero de lo que la cultura actual ofrece, abiertos a lo que sólo perciben los sentidos y cerrados siempre al misterio.
Al presentar ante el mundo el misterio salvador que se nos ofrece, hemos de presentarnos como Juan, llevando una vida austera, ejemplo que señale que nuestra seguridad  no se funda en lo pasajero, sino en la fuerza del mensaje mismo que proviene de un Dios rico en misericordia y dador de todo bien.
Debemos hacer resonar  en el corazón de todos los que desean la segunda venida del Señor que “mientras esperan esto, procuren vivir de tal manera que Él los encuentre en paz, sin mancha ni reproche”, es decir, que cada persona de buena voluntad refleje con una vida de santidad su encuentro personal con el Señor,  su deseo de permanecer en Él, para el encuentro definitivo en la gloria.
Queridos hermanos: mientras avanzamos en este tiempo de Adviento hagamos realidad estas enseñanzas que nos deja la Palabra de Dios, vayamos al encuentro de Jesús para que nos transforme y haga de nosotros nuevas creaturas orientadas siempre a la comunión con el Creador.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el segundo domingo de Adviento, ciclo “B”. 07 de diciembre  de 2014. http://ricardomazza.blogspot.com; ribamazza@gmail.com.- 


















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