29 de noviembre de 2022

El Adviento nos prepara para la segunda venida de Cristo, con la certeza de que esto acontecerá como ya sucedió con la primera.

Comenzamos un nuevo año litúrgico con el tiempo de Adviento. Este término “adventus” indicaba en la antigüedad la llegada a un lugar determinado de alguien importante. Por ejemplo, si el emperador visitaba alguna ciudad o localidad dentro de sus dominios, preparaban  todo espléndidamente para recibirlo.
La iglesia toma este término para referirse a la venida de Jesucristo a nuestras vidas, instando a la debida preparación para recibirlo.
Durante siglos se esperaba el cumplimiento de las profecías que señalaban la venida del Salvador del hombre, y llegada la plenitud de los tiempos, el Hijo de Dios haciéndose hombre en el seno de una Virgen irrumpe en la historia humana en la humildad de la carne, en silencio, y buscando siempre la voluntad del Padre.
Cada año actualizamos este nacimiento en carne haciendo memoria del mismo el veinticinco de diciembre.
Pero la liturgia del Adviento también quiere disponer nuestro corazón y prepararlo para la segunda venida de Cristo al fin de los tiempos, donde ya no estará sometido al dolor, callado ante las injusticias, y humillado por todas partes, sino que vendrá como juez  de los hombres a quienes pedirá cuenta de sus obras, y como rey de todo lo creado para colocarlo, a su vez, a los pies del Padre.
Ante esta segunda venida del Señor, que como recuerda el texto del Evangelio (Mt. 24,37-44), de la que no sabemos ni el día ni la hora, es necesario estar siempre preparados porque el Señor viene a nuestro encuentro y a su vez nosotros los creyentes, caminamos para recibirlo con la alegría de un corazón dispuesto.
“Levántate Jerusalén porque ya viene el Salvador” cantábamos en el salmo responsorial (121), el mismo canto que los judíos piadosos entonaban manifestando su alegría yendo al templo de Jerusalén.
En nuestros días  la invitación es que todos cantemos este mismo salmo de alegría porque nos dirigimos hacia la cumbre, hacia la Jerusalén celestial, hacia la meta que nos espera porque para eso hemos sido creados.

Precisamente este es el anuncio dichoso que hace el profeta Isaías en la primera lectura (2, 1-5), por eso cuando Jesús venga por segunda vez, debe encontrarnos  preparados, precisamente para que con Él seamos conducidos a la cumbre, a la Jerusalén celestial.
Ahora bien, ¿cómo será la segunda venida o la parusía? Jesús dice que sucederá como en los días de Noé, la gente comía, bebía y se casaba, y cuando el elegido y su familia entraron en el arca comenzó el diluvio y los arrastró a todos (Mt. 24,37-44).
Noé había avisado previamente acerca de lo que se venía, pero la gente no hizo caso, estaban en otra cosa, en la frivolidad de la vida.
Cuando Jesús venga por segunda vez sucederá  lo mismo, la gente tendrá su atención en las cosas  de todos los días, los acontecimientos que se sucedan impactarán por un momento, pero  en definitiva todos vivirán el momento de disfrute que se les ofrece.
Por eso la necesidad de esperar y estar preparados, porque de dos mujeres que estén moliendo una será llevada y la otra dejada, de dos hombres que estén en el campo uno será llevado y otro dejado, queriendo significar con esto que mirando externamente no se observa diferencia alguna entre las personas, pero Dios que sí conoce el interior de cada uno,  lleva consigo a quien vive en unión con Él y lo complace con las buenas obras y, dejará a su suerte a quien no quiere saber nada de su presencia en su vida personal.
De esto se deduce, que hemos  de estar preparados porque no sabemos ni el día ni la hora en que Jesús vendrá a pedirnos cuenta y a recoger los frutos de su paso por este mundo.
Interesante es que muchas veces el evangelio pone el ejemplo del ladrón, que si supiéramos a qué hora pretende entrar en nuestra casa estaríamos dispuestos, pero como no sabemos, hemos de  estar preparados, vigilantes, y  el alerta debe ser permanente, no significa vivir aterrorizado, si no deseando el encuentro definitivo con Él.
No pocas veces vivimos como en un sueño, sostiene san Pablo (Rom. 13, 11-14ª), como si la realidad consistiera en que no sucederá lo que se anuncia,  mientras que es necesario vivir en la verdad, no vivir como si nada pasara, como si  todo estuviera bien o que la vida es solamente placer, comer y beber.
El creyente, dice el texto,  dejará de lado la lujuria, las rencillas, la envidia mientras espera la segunda venida del Señor, fundado en la certeza de que esto se dará, como sucedió con la primera venida anunciada por siglos  que  se hizo realidad cuando Dios lo dispuso.
Ahora bien, así como Jesús vino por primera vez en la humildad de la carne, y vendrá por segunda vez en la Parusía como juez y rey, siendo la conversión necesaria para recibirlo dignamente, viene a nuestro corazón  cada día, de allí la preparación y la disposición de pertenecer a Él, buscando su amistad, manifestando con buenas obras que lo seguimos con fidelidad hasta el fin de la vida.
Queridos hermanos: comenzamos con este domingo a caminar esperando la segunda venida del Señor, pero con la mirada puesta también en su primera venida, para que allí, actualizando nuevamente su nacimiento en Belén, renovemos también nuestra entrega y nuestro servicio a Él y a nuestros hermanos.
 

Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa del domingo I° de Adviento, Ciclo “A”. 27 de noviembre de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com




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