1. Elegidos por Dios como sus predilectos
Al reflexionar sobre
Y así nos dice el apóstol Juan (I Jn. 4,7-10) que el amor consiste en que nosotros fuimos amados por Dios. Es decir que Dios nos amó primero y envió a su Hijo para redimirnos.
En el evangelio, Jesús (Jn .15, 9-17) afirma: No son ustedes los que me eligieron a mí sino yo el que los elegí a Uds. y los he destinado para que den fruto.
Hablar de elegir, de amar, son términos que apuntan a una misma realidad: Dios tiene la iniciativa de venir a nuestro encuentro. El nos ama. Nos ama desde toda la eternidad, nos ama con un amor que jamás nosotros lograremos penetrar suficientemente. Dios no se guarda el amor para sí sino que viene a transmitirlo a cada uno de nosotros.
Este amor de Dios tiene como una secuencia: el Padre ama al Hijo, el Hijo nos ama a cada uno de nosotros y por eso nos elige junto a sí, y nosotros debemos amarnos como el mismo Jesús nos ama. Nos ama como el Padre lo ama a El, y por lo tanto, nosotros debemos amarnos de la misma manera, o sea con un amor casi divino, al modo de Dios.
Este amor, consiste en cumplir los mandamientos, es decir creer y amar a Jesús. Vivir en profundidad esta unidad con el Señor que va transformando la vida del cristiano. Y la transforma de tal manera que se vive en un gozo permanente. Justamente porque es la vivencia actualizada cada día del amor del Padre que va al Hijo, y del Hijo a cada uno de nosotros. Y de nosotros a los demás. Jesús nos llama amigos, ya no siervos, porque el servidor ignora lo que hace su Señor. El amigo en cambio sabe lo que hace su Señor.
Y qué es lo que hace su Señor? Es lo que hace Cristo al morir en
3. El amor del Hijo, tarea a realizar viviendo en la verdad como Iglesia.
Como católicos se nos pide dentro de esta tarea del amor de Dios, el hecho de formarnos en el amor a la verdad.
San Pablo nos recuerda que (I Cor 13,6) la caridad se goza en la verdad. El amor por tanto se goza en la verdad.
En relación con esto, el estreno de la película el código da Vinci, sugiere algunas reflexiones.
En esa pseudo obra literaria se quiere destruir la divinidad de Cristo. Y como prolongación de esa tarea demoledora,
Si Cristo no es Dios, cómo vamos a vivir que el amor del Padre al Hijo se continúa en nosotros, y qué sustento tendrá entonces el amor nuestro hacia los hermanos.
Si Cristo no es Dios, tampoco ha resucitado, y en ese caso vana es nuestra fe, nos dice S. Pablo (I Cor. 15,14).
Si Cristo no es Dios nosotros no somos más que un grupo de ignorantes que en el transcurso de los siglos hemos creído en una fábula.
Si Cristo no es Dios no podemos hablar de su amor por nosotros, venido del Padre, ni podemos continuarlo entre nosotros.
Esto nos compromete a estar dispuestos a salir a defender nuestra fe ante tantos ataques continuos, sabiendo que el Señor es signo de contradicción permanente (Mateo. 10, 34), que no trae la paz sino la espada de la división entre los que creen y los que no lo aceptan.
Esto nos debe hacer notar que no se ataca lo que no tiene importancia ni valor, sino que se persevera en atacar
Continuamente se saca a la luz los pecados de sus miembros y con ello se pretende menoscabar a la misma institución.
Somos pecadores redimidos los que formamos parte de
Aunque la institución esté formada por pecadores no por eso pierde legitimidad. A nadie se le ocurre decir que la familia es mala en sí misma porque haya muchas familias destruidas o que no son verdadero ejemplo para las generaciones futuras.
La iglesia es atacada por ser la verdadera, aquella que permanentemente proclama la verdad que nos hace realmente libres de toda esclavitud. Por eso es importante sentirnos fortalecidos, siendo fieles a la verdad que hemos recibido de pequeños.
Estas persecuciones se originan en el demonio, que odia al hombre porque es querido por Dios por sí mismo, y fueron anticipadas por el mismo Señor Jesús (Mateo 10,17-24).
Los capítulos 4 y 5 de los Hechos de los Apóstoles, que no conoce el autor de esta sedicente “historia”, nos muestra cómo al principio del cristianismo los apóstoles eran perseguidos por cumplir con el mandato de Cristo de dar a conocer el evangelio.
Se los intima repetidamente a que dejen de esparcir las llamadas por sus detractores, “falsas doctrinas”.
Pero ellos son conscientes que han de obedecer antes a Dios que a los hombres (vers. 29) y (cap.4, 19).
Pero además de la fidelidad a Dios quieren ser fieles a su conciencia, ya que están persuadidos que la verdad está en Cristo el Señor, de allí que no puedan callar lo que han visto y oído (cap.4, 20).
Y es en medio de esta confusión que Gamaliel, doctor de
La historia de dos mil años de Iglesia nos muestra qué acertado estuvo Gamaliel con esta enseñanza.
Aunque proliferen constantemente las persecuciones contra
Todo esto ha de llevarnos a reconocer que nos falta mucho como católicos, ya que no nos preparamos para dar constantemente testimonio de nuestra fe.
Muchos católicos, -gracias a Dios, no todos-, se han quedado con lo que aprendieron en la catequesis preparatoria para los sacramentos de iniciación y al pasar los años, lógicamente esos rudimentos no alcanzan para responder los interrogantes que aparecen en la edad juvenil o en la adultez.
El itinerario formativo católico supone que a cada edad se ha de profundizar en la verdad revelada de acuerdo a la capacidad de entender en la que se madura progresivamente.
No hay que quedarse tranquilos en la ignorancia, es necesario avanzar cada vez más en la profundización de nuestra fe.
Hay católicos que dicen con soberbia: “yo lo sé todo, no necesito estudiar más”. Y si a la soberbia le agregamos la permanente ignorancia, tenemos la necedad.
Es necesario hacer teología, es decir, permanente reflexión de la fe para poder dar razón de la misma a los demás.
A veces se dice que se ha perdido la fe al leer esto o aquello, pero en realidad lo más probable es que ya se la haya perdido, ya que es un don, pero que hay que mantenerlo. Hay quienes esperan que pase algo para tener la excusa de dejar la fe que se ha recibido, o la vida que se lleva no acorde con lo que se piensa lleva a pensar como se vive.
Es difícil vivir dentro de
En mi experiencia de más de veinte años de docencia en
Cuánta necesidad hay de profundizar nuestra fe, cuánta necesidad hay de superar los rudimentos de la fe que asimilados de pequeños no alcanzan a responder los grandes interrogantes de la vida adulta.
¿Qué decir de las enseñanzas referidas a la moral? Se han olvidado casi todas e influye más el poder de los medios que la recta razón iluminada por la fe.
De allí se explica el que estemos discutiendo todavía entre nosotros acerca de la perversidad del aborto, el cual muchas veces es justificado con razones que nada tienen que ver con un pensamiento desde la fe.
Una manera práctica de profundizar en nuestra fe será el de estudiar con espíritu reflexivo el Catecismo de
Y comenzar con la auténtica formación desde la niñez, continuando con la juventud, tanto en las familias como en las parroquias e institutos educativos.
¡Cuantas veces he escuchado de los jóvenes decir: “Padre, que quiere que conozca si en mi casa nunca he recibido nada”!
¡Qué distinta es en cambio la realidad cuando la familia vive y testimonia la fe, y en ese clima sagrado crecen los hijos!
Las parroquias son por cierto un ámbito peculiar para la formación de las nuevas generaciones.
En este sentido puedo dar testimonio de ver cómo crecen los jóvenes, con la colaboración de la familia, cuando se les ofrece abundantemente el pan de
Y una escuela católica con docentes que ofrezcan en su enseñanza una fe testimonial, será también un medio apto para el crecimiento de nuestros jóvenes.
No todo está perdido, y como lo intuyó sabiamente Juan Pablo II, hemos de buscar a las nuevas generaciones, ávidas de la verdad perenne como expresión de que el interior del hombre busca siempre a Dios.
La vaciedad del corazón tan común en los que se han alejado de Dios, fundamenta esta verdad.
Todo esto realizado en un clima de profunda humildad, seguros de que se cumplirán las palabras del Señor: “Te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, y haberlas revelado a los pequeños”(Mateo 11,25).
Padre Ricardo B. Mazza, Párroco de “Nuestra Señora de Lourdes”, Santa Fe.
Profesor Titular de Teología Moral y Doctrina Social de
ribamazza@gmail.com www.nuevoencuentro.com/provida www.nuevoencuentro.com/tomasmoro http://ricardomazza.blogspot.com
Santa Fe, 1º de Junio de 2006.
No hay comentarios:
Publicar un comentario