2 de diciembre de 2007

La Mano de Dios


“En medio de la despreocupación por el presente y el futuro de los corruptos, de repente la escena cambió”

1.-La mano de Dios en el festín de Baltasar (Daniel 5)

El rey Baltasar entró solemnemente al majestuoso salón del festín pagano acompañado de mil de sus dignatarios, precedidos por una cohorte que portaba antorchas flameantes.

Todos reían y se intercambiaban chistes soeces pensando en el banquete que les esperaba.

No era la primera vez que el rey malgastaba sumas enormes del erario público, pero a nadie le importaba, ya que el pueblo hacinado en simples casuchas y preocupado por subsistir por medio de las migajas repartidas de las mesas de los poderosos ya hacía tiempo había perdido la esperanza de un porvenir promisorio.

La música estridente, cual moderno boliche del siglo XXI, resonaba en la sala suntuosa esparciendo su hipnotizante sonido y escapaba por los innumerables pasillos de palacio augurando a la soldadesca, vigilando por la seguridad de los corruptos, el consabido pillaje posterior al banquete que siempre permitía pingües ganancias.

Cortesanas voluptuosas se aprestaban a ofrecer sus servicios a los dignatarios que las miraban desde sus pupilas de prometedora lujuria.

El vino corría por doquier, y ya comenzaban a detectarse los primeros síntomas de la borrachera, que en algunos ya habituados, era el preludio de las sombras del delirium tremens.

Baltasar, inspirado por el poder que detentaba, solicitó los vasos sagrados de oro y plata que Nabucodonosor su padre había sacado del templo de Jerusalén, para que él, sus dignatarios, sus mujeres y sus concubinas pudieran continuar bebiendo, agraviando al Dios verdadero con el culto idolátrico a sus dioses falsos ante quienes quemaban abundante incienso y osando brindar con los vasos así profanados.

En medio de la despreocupación por el presente y el futuro de los corruptos, de repente la escena cambió.

Unos dedos de mano humana comenzaron a escribir Mené, Tequel y Parsín.

Baltasar perdió totalmente la compostura, y el miedo hizo que sus pensamientos lo llenaran de espanto.

Los sabios fueron inútiles a la hora de interpretar el sentido de las palabras por lo que “el rey Baltasar sintió un gran temor, cambió de color, y sus dignatarios quedaron consternados” (Dn. 5, 9). A instancias de la reina se presenta Daniel, uno de los deportados que fue traído de Judá.

Daniel señala al rey Baltasar que su padre fue depuesto a causa de su arrogancia y humillado hasta que supo “que el Dios Altísimo domina sobre la realeza de los hombres y entroniza a quien él quiere” (Dn. 5, 21).

Recrimina a Baltasar que no aprendió del pasado, que no ha querido humillarse y que colmó la medida al profanar los vasos sagrados del Templo de Jerusalén mientras rendía culto a dioses que no oyen , ni entienden, dejando de celebrar al Dios verdadero.

Instado por el poder real explica que Mené significa que “Dios ha contado los días de tu reinado y les ha puesto fin; Tequel: tú has sido pesado en la balanza y hallado falto de peso; Parsín: tu reino ha sido dividido y entregado a los medos y a los persas” (Dn. 5, 26 a 28).

“Esa misma noche, mataron a Baltasar, rey de los caldeos” (Dn. 5, 30) “y Darío el medo lo sucedió en el trono a los sesenta y dos años de edad” (Dn.6, 1).

2.-La mano de Dios en el mundo globalizado.

En la colina Anhidros se levantaba la majestuosa mansión.

Enmarcado por la imponente entrada, Asmodeo, representante del mundo globalizado, recibía pletórico de satisfacción a sus prominentes invitados: legisladores, funcionarios del poder político, jueces, poderosos dueños de laboratorios, ricos empresarios y dueños de emporios periodísticos.

Se reunían para festejar el fin de año, atiborrados de poder y suficiencia.

Distribuidos estratégicamente en mesas con capacidad para diez personas, y congregados según los diversos idiomas de la Babel actual, daban rápida cuenta de los exquisitos manjares rociados por vinos finísimos.

Conversaban por el éxito alcanzado durante el año en sus respectivos países por la aprobación de leyes promotoras del aborto y la eutanasia, como así también la dedicación de ingentes sumas de dinero para el año entrante en planes de salud reproductiva.

Reían ante la ingenuidad de los pocos que se habían atrevido a oponerse, sin suerte, a la cultura de la muerte.

No se animaban a comentar los dineros que engrosaron a sus cuentas ocultas, provenientes de los “mercaderes de la muerte”.

Los había de todos los credos e ideologías: bautizados como católicos, u otras iglesias cristianas, no creyentes y confesados abiertamente como ateos, marxistas y nazistas, materialistas y cultores del goce permanente. Los congregaba un solo denominador común: el negocio.

Atrás habían quedado proyectos nacionales de promoción del bien común y a favor de los pobres. El mundo entero no quería a los pobres, que molestaban con su presencia.

Más aún se felicitaban porque los habían favorecido diezmándolos con los proyectos anti-vida y de universal miseria y sometimiento.

No importaba si la familia quedaba en la trastienda de la sociedad con tal que los votos de las “minorías genéricas” prometieran aportes futuros.

Hacían caso omiso de promover fuentes de trabajo genuino, ya que las dádivas de ocasión seguirían dominando y asegurando el “voto cautivo” de los más desprotegidos.

Los ricos empresarios seguirían engrosando sus fortunas a costa de la explotación de los trabajadores que ya casi ni descansaban, porque despojados del domingo se veían imposibilitados de dar culto a sus creencias.

Los jueces amigos del anfitrión, -haciendo chocar sus copas rebosantes de vinos añejados- contaban las argucias utilizadas para legitimar lo innoble y degradante de la persona humana como la autorización del homicidio por medio del apoyo al aborto “no punible”, cumpliéndose el vaticinio del profeta cuando dice “ustedes convierten el derecho en veneno y el fruto de la justicia en ajenjo” (Amós 6,12).

Todos se burlaban del quebranto permanente de las leyes de mayor jerarquía

-entre ellas las mismas Constituciones de los diferentes países- promoviendo leyes nuevas en los distintos lugares habitados por el hombre trocados éstos en nuevas “republiquetas”, al servicio del poder universal, con la indiferencia de la población y el rechazo de los honestos que hacían oír –todavía- su voz.

¡Pobres ilusos los que pretenden que se respeten las leyes humanas, si ya se han quebrantado orgullosamente las divinas!

Si en algún país todavía estaba prohibido el aborto, se castigaba a quienes osaran –aún cumpliendo la ley- denunciar el delito y los fiscales hacían la vista gorda ante la apología del homicidio.

Los países sin agua potable -como “Anhidros”- pero con mucho dinero, estudiaban, a través de sus jefes, la forma de apoderarse del subsuelo de las naciones que la tenían en abundancia, junto al expolio constante ya comenzado en distintas partes, de las riquezas naturales.

Transcurría la fiesta detrás de la fachada de una felicidad que ilusoriamente se pensaba eterna y con la “seguridad” que da la soberbia de nuevos avances en los llamados éxitos humanos: los negocios.

Todos brindaban en las copas de la abundancia por el vaciamiento cultural, religioso y moral de los pueblos, -al que contribuían los hacedores de la opinión pública lavando los cerebros y el pensamiento- y así el hombre, lugar santo de la presencia de Dios como los vasos sagrados del templo, se perdía cada vez en el anonimato.

Pero los nubarrones exteriores presagiaban una feroz tormenta, “¡Miren el huracán del Señor, ha estallado el furor, arrecia la tempestad, gira sobre la cabeza de los malvados! El ardor de la ira del Señor no se volverá atrás hasta haber ejecutado y cumplido los designios de su corazón” (Jeremías 30, 23.24).

Y la mano de Dios, nuevamente como antaño, está pronta -no sabemos cuándo- , para hacer sentir su peso sobre las cabezas despreocupadas de los necios.

3.-La mano de Dios y el Adviento

La mano de Dios se manifiesta desde el principio de la creación del mundo como el signo de su voluntad amorosa de hacernos participar de su misma vida, de tal modo que toda persona en el uso honesto de los bienes de la tierra anticipa los eternos.

La mano de Dios sobre el hombre siempre tiene designios de salvación toda vez que el hombre mismo responde a su Creador orientándolo todo a El y a la grandeza de sus hermanos.

La persona humana está llamada a vivir en plenitud como lo que es: imagen y semejanza de Dios, y cuando se aleja de Aquel de quien debe ser su reflejo se degrada y envilece, arrastrando todo lo que toca a su destrucción total.

El tiempo de Adviento que comenzamos nos debe poner una vez más ante la segunda venida del Señor, de cuyo acontecer “no sabemos ni el día ni la hora”, aunque sí sabemos de la certeza de su cumplimiento.

En su segunda venida quedará patente lo bueno y lo malo de cada uno, y por ello seremos juzgados.

Esto nos convoca a estar en actitud vigilante, que no sólo es espera, sino compromiso con todo lo bueno y noble que Dios ha puesto en el corazón de todos.

De allí, que a pesar de la crudeza de lo descrito anteriormente, el Señor ofrece una vez más la posibilidad de la conversión, que supone un compromiso actualizado con la primera venida de Jesús.

Adviento es tiempo de salvación porque “el Señor ya viene” nuevamente a convocarnos a una vida nueva en la que todo se oriente al reconocimiento y gloria de Dios, como así también a la afirmación y elevación de toda creatura humana.

La fe nos dice que el Señor nos ha dado una nueva oportunidad en el tiempo que va desde su resurrección hasta su segunda venida.

¡Aprovechémoslo! Vivamos como hijos muy queridos del único Dios, predicando incansablemente las maravillas de Dios, la conversión y la posibilidad siempre nueva de cambiar la tierra en el paraíso que nos merecemos.

Si acaso la bondad de Dios no es suficiente para conducirnos a una vida diferente, pensemos que pueden cumplirse nuevamente las palabras del pasado: Mené, tequel y Parsín, momento en el que uno será llevado al encuentro del Señor y otro será dejado oprimido por “el gusano que no muere y el fuego que no se apaga”.


Padre Ricardo B. Mazza. Director del CEPS “Santo Tomás Moro” y del Grupo Pro-Vida “Juan Pablo II”.

Santa Fe, 2 de diciembre de 2007.

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