31 de diciembre de 2009

El testimonio de la Sagrada Familia, hoy.


1.- La “navidad” de la familia.
Estamos celebrando hoy, -en el marco de la Navidad-, la fiesta litúrgica de la Sagrada Familia. La Iglesia nos invita a contemplarla para que de ella podamos sacar enseñanzas que iluminen y fortalezcan nuestras pequeñas “iglesias domésticas” .
En la noche de Navidad escuchamos al profeta Isaías (cap. 9,2) que nos decía en referencia al nacimiento de Jesús que, ”el pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz“. La familia humana, que también en nuestros días muchas veces camina en tinieblas, sin rumbo preciso, recibe hoy una gran luz, que se identifica con Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre.
La liturgia nos invita a reflexionar sobre los distintos textos bíblicos que giran alrededor de una idea central: la presencia de Dios en la familia como formadora e integradora de todos los miembros que la constituyen.
Esta presencia divina resulta importante ya que esta comunidad doméstica de personas al mismo tiempo que es el lugar natural del desarrollo de la dignidad de las personas, es el fundamento de la sociedad toda.
En efecto, no podría existir la comunidad política o social sin la presencia previa y fundante de la familia integrada por los esposos, varón y mujer, y los hijos nacidos de ese amor conyugal.
Muchas veces en nuestras conversaciones cotidianas escuchamos el reconocimiento universal que el desgaste de la sociedad es un fiel reflejo del deterioro de la institución familiar. Si bien no podemos universalizar diciendo que todas las familias están declinando en su ser y obrar, resulta veraz que no brilla en su conjunto con esa luz que proviene de Dios mismo.
Por otra parte hay muchos intereses, culturales, ideológicos, económicos o sociales, que buscan destruir la familia, para que el ser humano sea esclavo de los poderosos de este mundo y no madure libremente en la grandeza de hijo de Dios, plenificada ésta mediante el sacramento del bautismo.
Y así por ejemplo, negando a la familia el trabajo digno, se la empuja a vivir de la dádiva; o se la encandila con distracciones culturales que la sacan de la búsqueda de la verdad; o se le imponen modelos de vida consumista para que sólo anhele lo temporal olvidándose de su fin eterno; o se le inculca el placer en detrimento del amor, profundizando cada vez más el vacío existencial del ser humano, siempre des-orientado de su fin verdadero.

2.-El hijo como don ofrecido.
En la primera lectura tomada del primer libro de Samuel (1 Sam. 1, 20-22.24-28), se describe a Ana mujer de Elcaná deseando un hijo, como toda mujer israelita para quien la fecundidad y consiguiente maternidad constituye una forma de recibir la bendición de Dios.
Reconoce que no tiene derecho a exigir a Dios, reclamándole un hijo.
Sabe que se trata de un don Suyo, de modo que se acerca con confianza a Él, y lo pide humildemente, con la consiguiente obtención de lo que implora.
Ana es consciente que el hijo solicitado y recibido es un don de Dios, y por lo tanto en virtud de ese hecho, debía educarlo orientándolo siempre a la búsqueda de la intimidad divina, dócil para escuchar y seguir su Voz.
Dios es en definitiva el único Señor de todo ser humano, por eso cuando en el sacramento del bautismo el recién renacido recibe la unción del crisma, queda plasmada su consagración y orientación al Creador, afirmando de ese modo que el don de la vida recibido de Él, a Él lo ofrecemos.
Por eso Ana irá preparando a Samuel para ofrecerlo a Dios, y éste, educado de esa manera llegó a ser sacerdote, profeta y mediador entre el Dios de la Alianza y su pueblo, consagrando -por disposición divina- a David como rey sucesor de Saúl, de cuyo linaje nacería el Salvador prometido.
Como Samuel, tantos otros personajes del Antiguo Testamento, han tenido una visión sobrenatural de su propia existencia y misión, conociéndose siempre como orientados a su Señor.

3.-La familia al encuentro de Jesús, escuela de santidad.
En el Evangelio (Lc.2,41-52) que acabamos de proclamar aparece también muy fuertemente la visión teologal de la familia de Nazareth. Dios es quien ocupa el primer lugar desde el inicio del texto.
Iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua . Cuando el niño tenía doce años subieron como de costumbre. Es decir que se trataba de algo habitual el participar de esta gran celebración por parte de María, José y el Niño. Por lo tanto, Jesús, poco a poco, en cuanto hombre, comenzaba su intimidad con Dios. Existe por lo tanto un clima religioso en la Sagrada Familia, desde el inicio. Hay conciencia que la familia ha de tener una referencia permanente al Creador.
Terminada la fiesta de Pascua regresan en comunidad a su casa. Valioso resulta el hecho que todo un grupo de creyentes que ha celebrado la fiesta mayor, vuelva peregrinando a su lugar de origen, anticipo de ese caminar permanente de un pueblo creyente que se orienta a la Casa definitiva del Padre de las misericordias.
Jesús posiblemente caminaba con sus primos, lo cual en cierto modo tranquilizaba a sus padres. Pero cuando pasa un tiempo en que no lo encuentran ni siquiera entre los parientes, comienzan a preocuparse.
Nosotros también hemos de preguntarnos si en verdad añoramos la presencia de Jesús, si caemos en la cuenta cuando Él no está con nosotros, y si salimos en su búsqueda. ¡Cuántas veces perdemos a Cristo de distintas maneras y hemos dejado pasar su ausencia sin caer en la cuenta que desapareció de nuestras vidas!
María y José lo buscan ansiosamente, dejándonos un hermoso ejemplo para nuestra vida cotidiana.¡Qué pena causa el ver tantos niños de catequesis que no participan de la misa dominical porque sus padres no le dan importancia el cultivar el encuentro de ellos con Jesús! Al respecto el mismo Señor ha dicho “dejen que los niños vengan a mí, no se lo impidan” (Mc.10, 13-22).
Por eso cuando el niño no se va formando en un clima de referencia explícita a Dios, esto influye negativamente en toda su personalidad y en su vida toda. No podemos exigir a los hijos obediencia a sus padres cuando estos no obedecen a Dios en lo que se refiere a orientarlos siempre hacia el Creador y meta de nuestra vida. De allí la importancia que los padres se pregunten qué quiere Dios de ellos como tales.
María y José van al encuentro del Niño, representando Ella a la Iglesia que constantemente va al encuentro de Cristo para obtener la luz que señale el camino de la santidad.
Sin esta referencia permanente desde la fe, acontece que los miembros de la Iglesia nos distraemos en cosas, acontecimientos y criterios que no se originan en la Verdad que nos ha sido dada abundantemente, sino que nos dejamos conquistar por los espejismos vanos que ofrece la cultura “distractiva” de nuestro tiempo.

4.-En Jerusalén, como en la vida, siempre “en las cosas de mi Padre”.
Lo encuentran en el Templo de Jerusalén, todo un signo profético. En Jerusalén, Jesús será crucificado, sepultado y volverá a la vida.
En Jerusalén por lo tanto comienza su misión como enviado del Padre, enseñando como Sabiduría eterna que es, a los doctores de la ley. Todos lo escuchan asombrados, con el asombro del que descubre la presencia de Dios. Invitación concreta y discreta que se nos hace a nosotros de estar siempre dispuestos a escuchar al Señor.
“Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?. Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados” -dice María dulcemente. Notemos que dice “tu padre y yo”, no dice “tu padre” o “yo”, dejando en claro la comunión existente entre ellos arraigada en el amor al único Dios, el de la Alianza.
Otra enseñanza hermosa que nos deja este texto, es por tanto, la necesidad de que los esposos tengan al mismo Dios en sus pensamientos.
La experiencia enseña que cuando los esposos no comparten en sus vidas la misma fe en Dios, no sólo repercute esto en su relación de cónyuges, sino que resulta imposible educar en la fe o comprender las vivencias de los hijos en este campo. Se cumple muchas veces -al no vivir la misma fe en Jesús- aquello de “no vine a traer paz sino la espada. Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre….“(Mt.10,3-37).
Por eso la necesidad de que ambos, unidos por la misma fe orienten sus vidas al bien de sus hijos, como que son don de Dios entregado a su cuidado.
“¿Por qué me buscaban?. No sabían que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?” María y José no entienden lo que se les dice, y Jesús se refiere con esto a su doble naturaleza, la divina y la humana, unidas a la única persona del Hijo de Dios.
Como Dios, su alimento será siempre la voluntad del Padre, realizar hasta el fin la misión que se le ha encomendado. Como hombre, regresará a Nazaret y estará sujeto a María y José, creciendo en estatura, sabiduría y gracia ante Dios y los hombres.
La familia como formadora de personas, está llamada hoy, a orientarse siempre al Padre del Cielo.
Qué es lo que Dios quiere de mí ha de ser la pregunta constante en cada uno de los miembros de una familia cristiana. Cómo ejercer mi paternidad, se preguntará el padre, cómo mi maternidad se preguntará la madre, cómo ha de ser mi papel de cónyuge, cómo debo vivir como hijo. El preguntarse y vivir esto permite la vivencia de una familia en armonía, que camina buscando aquello que la enaltece, al servicio de los demás, que sabe defenderse ante los modelos corrosivos que muestra la sociedad de consumo.
Cuando la familia carece de este fundamento en Dios, aparece la vivencia del capricho como estilo de vida, cada uno hace lo que quiere, se buscan los propios intereses egoístas, prima el disfrute por sobre el cumplimiento de los deberes.
La comunión que busca la voluntad de Dios y el descubrir lo que Él diseñó para la familia, permite crecer en la búsqueda de los valores y de aquello que nos engrandece como hijos de Dios.
En un mundo que muestra la ausencia de Dios en la preocupación general de la gente, se hace necesario volver nuevamente a su encuentro, para que nos vaya mostrando un camino superador de dificultades y conducente a la realización humana.
Con confianza, pidamos estos dones a Dios que Él nos los concederá.
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Padre Ricardo B. Mazza. Cura Párroco de la parroquia “San Juan Bautista” en Santa Fe de la Vera Cruz, Argentina. Homilía en la Fiesta de la Sagrada Familia. 27 de Diciembre de 2009. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com; www.nuevoencuentro.com/tomasmoro.-
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