2 de diciembre de 2019

Si el creyente carece de una amistad sincera con Jesús, difícilmente deseará su segunda Venida para encontrarse definitivamente con Él.

El texto del evangelio (Mt. 24, 37-44) nos dice “Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá el Señor”. En el Antiguo Testamento el pueblo de Israel esperaba la venida del Mesías pero no sabían ni el día ni la hora en que esto sería realidad, aunque las profecías la anunciaban insistentemente alimentando así la esperanza de los creyentes.

Cuando el Hijo de Dios hecho hombre nació en este mundo “en la plenitud de los tiempos”, se encontró también con que muchos estaban desprevenidos, atendiendo sus quehaceres diarios, puesta la mirada en lo temporal y sin descubrir al recién nacido. De hecho los relatos del nacimiento de Jesús mencionan a los pastores y a los sabios de Oriente como los privilegiados e invitados a visitar al recién nacido.
A lo largo de su vida, Jesús encontró no pocas personas que dudaban fuera el Mesías, y seguían esperando este acontecimiento salvador.
De allí que el adviento quiere prepararnos para esperar confiadamente la segunda venida del Señor,  fundada la certeza de su realización, en que se cumplieron ya las promesas de la primera venida entre nosotros.
El texto del evangelio al referirse a la segunda venida, señala que debemos estar vigilantes, no sea que suceda como en tiempos de Noé, cuando la gente siguió su vida normal, llegó la sorpresa del diluvio y todos fueron arrastrados sin que tuvieran tiempo de nada.
Al respecto podríamos preguntarnos, ¿si hoy viniera Jesús por segunda vez, encontraría preparados a todos, ya creyentes o incrédulos? Seguramente que muchos estarían en otra cosa, disfrutando de la vida cotidiana como si sólo esto importara, sin plantearse  el fin último.
¡Cuántas personas sumergidos en prioridades frívolas y pasajeras con el descuido de la vida interior sin la amistad con Cristo y fidelidad a Él!
Imposible esperar el regreso del Señor si antes el creyente no ha asumido su primera venida, si nunca se preocupó por afirmar una amistad sincera con su Persona y seguimiento de sus enseñanzas.
La falta de espera sincera del regreso del Señor lo notamos en la indiferencia creciente de quienes alguna vez tuvieron fe, y que ahora viven cada día sin un sentido de finalidad, ni se consideran elegidos y salvados por el misterio redentor de la cruz y resurrección.
El advenimiento en carne del Hijo de Dios que actualizaremos en la próxima Navidad, permite enderezar el rumbo y, comprometernos con quien ya está entre nosotros porque nos dejó “su” Reino en la Iglesia.
Esto implica creer en que “la salvación está ahora más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe”  (Rom. 13, 11-14ª) y que se concretará de modo definitivo en la segunda venida del Señor.
Precisamente el apóstol san Pablo recuerda en ese contexto de la segunda venida del Señor, que “ustedes saben en qué tiempo vivimos y que ya es hora de despertarse”.
Es decir, debemos ser conscientes, iluminados por Dios por la fe, que vivimos en tiempo de espera y, el último en la historia humana, en el que Jesús vendrá a recoger los frutos de su misión según haya sido la respuesta de cada persona a lo largo de su existencia.
El apóstol urge a que despertemos de una buena vez, que no sigamos adormecidos, pensando sólo en lo terrenal o que se especule con que como la segunda venida del Señor “tarda en llegar”, podemos vivir despreocupados, olvidando que su retorno será inesperado ya que “el hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada”.
Muchos en el mundo actual viven “adormecidos” en sus laureles gozando con lo transitorio, convencidos en gozar de la vida fugaz sin futuro trascendente que atraiga, porque “Si no vamos a resucitar, « ¡Comamos y bebamos que mañana moriremos!» (I Cor. 15,32).
En definitiva este modo de vivir permite advertir que a menudo se pierde el verdadero sentido de la vida que es Cristo y, se ha puesto el eje de la existencia humana misma en aquello que no es Dios.
Es por eso que, con frecuencia, el ser humano, al fracasar en algún proyecto perentorio que tiene, o perder algún lazo afectivo que lo hace sentir pleno, cae en la desesperación y acude a soluciones extremas.
La espera gozosa, cierta y fiel de la segunda venida, en cambio, fundada en que Dios cumplió su Palabra al ingresar por primera vez a la historia humana, conduce a que “abandonemos las obras propias de la noche” vistiéndonos “con la armadura de la luz”  dando gloria a Dios y siendo ejemplo para los demás.
Esto conduce, a su vez, a que “como en pleno día, procedamos dignamente” asumiendo el consejo de “basta de excesos en la comida y en la bebida, basta de lujuria y libertinaje, no más peleas ni envidias. Por el contrario, revístanse del Señor Jesucristo”.
De este modo creemos en su primera venida, ya que para revestirse del Señor es necesario reflexionar sobre su vida y enseñanzas, poseer sus mismos sentimientos y alcanzar idénticas formas en el obrar.
Caminando hacia la Natividad del Hijo de Dios hecho hombre en el seno de María que ya aconteció, aprovechando el tiempo de gracia que es el adviento,  miremos el futuro que se nos promete en Dios, con la certeza que identificándonos con Jesús llegaremos a su gloria.
De este modo, “sucederá al fin de los tiempos, que la montaña de la Casa del Señor será afianzada sobre la cumbre de las montañas y se elevará por encima de las colinas. Todas las naciones afluirán hacia ella y acudirán pueblos numerosos, que dirán: “¡Vengan, subamos a la montaña del señor, a la Casa del Dios de Jacob! Él nos instruirá en sus caminos y caminaremos por sus sendas” (Is. 2, 1-5).

Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el primer domingo de Adviento, ciclo “A”. 01 de diciembre  de 2019. http://ricardomazza.blogspot.com; ribamazza@gmail.com.-



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