31 de diciembre de 2019

“Alcanzando la verdadera sabiduría por la Palabra de Dios, descubramos y vivamos los ejemplos de la Sagrada Familia”

 En el marco de la Navidad, hoy la Iglesia presenta a nuestra reflexión el ejemplo de la Sagrada Familia de Nazareth, modelo para toda familia cristiana.

La primera enseñanza que recibimos en esta celebración, es que Dios quiso que su Hijo hecho hombre naciera en el seno de una familia, confirmándose de este modo el designio divino sobre el hombre, cuando en el origen de la humanidad bendijera la unión del varón y la mujer, imprimiéndoles la vocación singular del único matrimonio.
El texto de san Pablo (Col. 3, 12-21) que nos presenta hoy la liturgia, enseñando que “la Palabra de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza. Instrúyanse en la verdadera sabiduría” confirma este verdadero conocimiento que sobre la familia alcanzamos por la fe.
En estos días los creyentes  convivimos con miradas ideológicas que  no pocas veces envilecen la misión de la mujer o descartan atacándolo, el papel del varón como cabeza de la familia fundada por Dios.
De allí la necesidad, pues, de alcanzar la verdadera sabiduría o conocimiento desde la Palabra de Dios, de las figuras del varón como esposo y padre y de la mujer como esposa y madre.
En este sentido advertimos que ya en el libro del Eclesiástico (3, 3-7.14-17) la Palabra de Dios vincula estrechamente el culto a Dios y la veneración religiosa debida a los padres, de tal manera que lo realizado a favor o en contra de los padres no pasa desapercibido para la Providencia divina, ya que no se puede obedecer y dar gloria a Dios dejando de lado al mismo tiempo los deberes que para con los padres señala el cuarto mandamiento del decálogo.
Es notorio cómo el texto remarca el respeto debido a la figura paterna, precisamente porque representa al Padre del cielo en la familia, de manera que como lo hace el Padre Dios, el padre de la tierra cuida, protege y conduce a la familia, siendo José un ejemplo a seguir como lo advierte claramente el texto del evangelio.
El texto del Eclesiástico, a su vez,  al destacar el respeto a los padres se adelanta a san Pablo quien a los efesios (5, 22-24) recuerda que en el matrimonio cristiano la figura de Cristo cabeza se hace visible en la persona del esposo, mientras que en la mujer se representa a la Iglesia.
La unión de los esposos, por cierto, favorece el crecimiento de la familia toda, ya que su ejemplo influye gratamente en los hijos, dado que, como enseña la Iglesia, es en la familia donde los hijos encuentran el ámbito favorable para su crecimiento en inteligencia y santidad como aconteciera en el mismo Jesús, sujeto a sus padres.
El apóstol san Pablo escribiendo a los colosenses (3,12-21) como hemos proclamado recién, presenta algunas pistas que refieren al crecimiento de la comunidad familiar, a la comunión entre padres e hijos.
Parte del hecho de que somos “elegidos  de Dios, sus santos y amados”, por lo que hemos de revestirnos de sentimientos de compasión, practicando la benevolencia, es decir, el “querer bien” a todos, de humildad, de dulzura y de paciencia.
Reconoce el apóstol que cada persona por ser única e irrepetible es diferente a las demás, por lo que muchas veces, aunque pensemos distinto unos y otros, es necesario soportarse mutuamente, siendo capaces de perdonar, si viene al caso, recordando que también cada uno de nosotros ha sido perdonado por el Señor.
Pero sobre todo, el vínculo de la unión plena será el amor mutuo, siendo uno de sus frutos preciado la paz de Cristo, “esa paz a la que han sido llamados, porque formamos un solo Cuerpo”.
Cuando cada uno de los miembros de la familia sabe que su aporte personal es necesario para contribuir a la comunión, valorará toda actitud que contribuya a ello, despojándose de todo gesto egoísta, como por ejemplo “ausentarse del diálogo” por la adicción al celular, que nos pocas veces aísla hasta en momentos en que la familia come su pan y vive espacios puntuales de encuentro.
En este sentido uno de los males que acecha a la familia es el de pensar que cada uno se corta solo, prescindiendo de los demás, buscando únicamente su autocomplacencia.
Por otra parte, el texto del evangelio (Mt. 2, 13-15.19-23) no escapa el considerar que no pocas veces la familia se enfrenta con contrariedades, peligros y adversidades que resultan penosas pero no insuperables, debiéndose encontrar la fortaleza en la misma comunión familiar que sostiene en medio de las dificultades.
En este caso es la persecución que ha desencadenado Herodes buscando matar al recién nacido por miedo a perder la corona.
La respuesta del texto sagrado no se hace esperar, mostrando cómo la sagrada familia cuenta con la protección divina que la guía por medio de la prueba, a vivir más confiadamente asumiendo los designios de la Providencia que nunca reclama más de lo que podemos.
Confiando en la fuerza de lo Alto, queridos hermanos, busquemos vivir según el Señor espera de nosotros en medio del mundo de hoy.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Fiesta de la Sagrada Familia, ciclo “A”. 29 de diciembre  de 2019. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com.



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