15 de abril de 2020

Por la Resurrección de Cristo, el creyente contempla los bienes del Cielo, para darle un sentido nuevo a las cosas de la tierra.



 Resulta aleccionador lo que acabamos de escuchar para entender el misterio de la Resurrección gloriosa de Jesús.

 El texto del evangelio proclamado (Jn. 20, 1-9) refiere que María Magdalena corrió al encuentro de Simón Pedro y de Juan para avisarles que Jesús había sido llevado del sepulcro y no sabían dónde estaba.
 Llegados éstos al sepulcro entró primero Pedro y  luego el otro discípulo que había llegado antes al sepulcro, y que “él también vio y creyó”. O sea que tanto Pedro como Juan, el discípulo al que Jesús amaba, vieron y creyeron.
Pero ¿qué es lo que vieron? “Vieron” la ausencia. No lo vieron a Cristo Resucitado. Sólo vieron el sudario y las vendas, pero a Cristo no lo vieron. Por lo tanto, ¿creyeron en la Resurrección del Señor, sin haberlo visto?
O sea, al contemplar la “ausencia”, ¿creyeron que el cuerpo había desaparecido o que había resucitado?
De hecho el texto evangélico continúa diciendo “todavía no habían comprendido que, según la Escritura, Él debía resucitar de entre los muertos”. Es un tanto contradictoria esta afirmación ya que  “vieron y creyeron en la ausencia”, pero a su vez no habían comprendido que Él debía resucitar de entre los muertos.
Si tomamos en cuenta los otros textos bíblicos se nos aclara la situación vivida ya que se les recuerda a las mujeres que Jesús había anunciado la resurrección y que estaba vivo (Lc. 24, 1-12), sin embargo, a pesar del anuncio transmitido a los apóstoles, estos piensan que deliran. A su vez estas mujeres transmiten la alegría de la resurrección a los apóstoles y que Jesús los espera en Galilea (Mt. 28, 1-10)
Podemos concluir por lo tanto, teniendo en cuenta estos hechos, que aunque  todavía no habían comprendido cómo había resucitado el Señor, al contemplar la ausencia, piensan que ha vuelto a la vida conforme lo han manifestado las mujeres que vieron a Jesús.
Esto permite hacer más creíble el testimonio que ellos nos dejan sobre Cristo Resucitado. Si alguien que está convencido en la Resurrección de Cristo nos dice: “Cristo ha resucitado”, podemos responder “bueno, es lo que él cree, de lo que él acepta”, pero si personas que no esperaban la resurrección, al contemplar su ausencia en la tumba, concluyen que ha vuelto a la vida como escuchan de otros, es algo diferente. La gracia de Dios los conduce en este proceso interior, para decir: creemos.
A nosotros nos pasa un poco lo mismo. Creemos en la ausencia, no lo hemos visto a Cristo Resucitado. Ni siquiera vimos el sudario, ni siquiera vimos las vendas. Pero vemos y creemos ¿qué es lo que vemos? ¿Qué es lo que creemos?  El testimonio de los Apóstoles.
Vemos lo que ha sido la Iglesia después del hecho de la Resurrección, sobre todo con la venida del Espíritu Santo, donde hombres temerosos y cobardes, y de poco entendimiento, se transformaron en personas que a viva voz dan testimonio de la Resurrección de Cristo y no temen padecer la muerte, el martirio, por defender esta verdad.
De este testimonio apostólico contemplamos cómo la Iglesia crece en todas partes, a pesar de las persecuciones que sufre, fortalecida y convencida de que han de anunciar sin miedo la verdad de la resurrección del Señor para la vida del mundo.
Los apóstoles vieron y creyeron en el Señor, posteriormente son enviados desde Galilea y se diseminan por todo el mundo dando testimonio de lo que creen, fe que provenía de una ausencia, de no tener pensado lo que significaba la vuelta a la vida de Cristo Nuestro Señor.
Nosotros quizás también muchas veces nos hacemos estos planteos, no lo vimos a Cristo Resucitado, pero sin embargo creemos en que Él está vivo, y que Él ha venido a transformar el mundo.
Y de esto estamos convencidos no solamente por el hecho de que cargando sobre sí los pecados de la humanidad y muriendo por todos fuimos redimidos, sino porque comprobamos cómo toda la existencia  se transforma si es contemplada y vivida a la luz de la resurrección.
Esa transformación precisamente la describe el Apóstol san Pablo escribiendo a los cristianos de Colosas (3, 1-4), diciéndoles: “Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del Cielo, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra”.
Después de la Resurrección de Cristo, el creyente es el hombre que contempla las cosas celestiales, los bienes del Cielo, no para desentenderse de sus deberes en la tierra, sino para darles un sentido nuevo a las cosas de la tierra, darles una importancia relativa. En definitiva, lo que poseemos en este mundo, incluso la vida física, nada es, si no conservamos los bienes del espíritu, la gracia de Dios en nuestro corazón, la seguridad y la esperanza en la vida eterna.
Queridos hermanos, estamos invitados en esta Pascua a comenzar una vida nueva, para que cuando se manifieste Cristo, al fin de los tiempos, podamos aparecer con Él llenos de gloria. Pidámosle al Señor su gracia para que podamos realizar lo que nos encomienda.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el  Domingo de Resurrección. Ciclo “A”. 12 de abril de 2020. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com






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