2 de abril de 2021

Ante el don de la Eucaristía y el Sacerdocio,“¿Con que pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?”.

 

Cantábamos recién “¿Con que pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?”. Esta pregunta  debería permanecer en la memoria de cada uno de nosotros siempre y reflexionar cómo hemos de responder ante todo lo que he acogido de Dios. Para lo cual podemos recorrer las bondades recibidas del Creador desde el momento que nos ha llamado a la existencia,  a la vida en este mundo, recorriendo toda nuestra existencia temporal hasta hoy. Es necesario tener memoria de todo el bien que hemos recibido de parte de Él ya que no hemos recibido  más que amor, bondad misericordia.  Tener en cuenta que Dios siempre busca lo mejor para nosotros, de allí  que antes de llegar a la cruz, a la muerte salvadora donde va a ser glorificado y dará  la perfecta alabanza al Padre del Cielo, se reúne con sus discípulos en  la Última Cena para instituir dos sacramentos: el de la Eucaristía y el del Sacerdocio.
La Eucaristía cuando tomando la copa dirá “esta es mi sangre”, y tomando el pan dirá “este es mi cuerpo” y el sacramento del Orden cuando advierte a sus discípulos “hagan esto en memoria mía”. Desde ese momento cada vez que se celebra la Eucaristía se hace presente el Señor entre nosotros, se actualiza la Última Cena, se renueva la adoración al Padre por medio del sacrificio de su Hijo hecho hombre. En la Eucaristía  al mismo tiempo Jesús es sacerdote, altar y víctima agradable que se ofrece por la salvación humana.
¡Qué hermoso regalo el de la Eucaristía! Así como el hombre no puede vivir sin alimentarse y busca siempre que no le falte el pan en la mesa, el creyente sabe que también debe buscar que no le falte en la mesa eucarística este Pan Vivo bajado del Cielo, Cristo nuestro Señor. ¡Qué hermoso estar siempre en condiciones para nutrirnos con Jesús de tal manera que -como diría San Agustín-, suceda lo contrario a lo que acontece normalmente con los alimentos. Nosotros comemos y el alimento material pasa a formar parte de nosotros, con la Eucaristía, dice San Agustín, nosotros comenzamos a formar parte de Jesús. O sea, el cuerpo y la sangre del Señor con que nos nutrimos comienzan a tenernos presentes a nosotros mismos. ¡Qué gracia tan grande poder alimentarnos siempre con el Señor que se entrega como comida de eternidad!.
La importancia de la presencia eucarística de Jesús  se visualiza también  entre  los que se han convertido al catolicismo, ya que no pocas conversiones se han producido por añorar la Eucaristía. Precisamente estaba leyendo ayer u hoy la situación de un pastor protestante que en estos días hizo su profesión de fe e ingresar a la Iglesia Católica. ¿Qué fue lo que lo sedujo a él? La Eucaristía. Trataron de retenerlo en el protestantismo para no traicionar el ecumenismo, para no dejar de lado lo que tantos años él había vivido, y el respondía: no puedo vivir ahora que he descubierto que el Señor está presente en la Eucaristía, no puedo vivir ya sin él.
Había estudiado, había recurrido a los santos Padres, no solamente a la sagrada escritura, porque normalmente el mundo del protestantismo tiene en cuenta la sagrada escritura nada más,  la cual es además interpretada libremente por cada uno.  Incursionó  a su vez en la vivencia de muchos santos cayendo en la cuenta que le faltaba alimentarse con el Señor. Ciertamente entrar a la iglesia católica le significó perder muchas cosas, perder amistades, comodidades, pero también recordó lo que el Señor siempre dice, que el que quiera seguirme que deje todo y venga atrás de mí. Vivió aquello de que la Eucaristía es fuente y cumbre de la vida del creyente.
Con la Eucaristía sabemos como enseñaba el beato Carlo Acutis, que es la autopista al cielo. No es solamente una devoción afectiva, sentimental, sino que es un acto de fe, por el cual la voluntad humana se une a la voluntad divina que se le entrega.
Ahora bien, no habría Eucaristía si no existiera el sacerdocio y esto fue también lo que lo decidió al pastor luterano, el orden sagrado. Cristo no solamente está presente bajo las especies eucarísticas sino que instituye otro sacramento para que a través de las palabra de la consagración el Señor se haga presente entre su pueblo.
El orden sagrado perfecciona el sacramento del bautismo y la confirmación del que lo recibe, el orden sagrado permite obrar en la persona de Cristo.  Muchas veces la figura del sacerdote aparece con deterioro o es marginada en medio de la sociedad en la cual estamos insertos, sin embargo Cristo ha elegido este sacramento y a hombres débiles para administrar la Eucaristía y no importa incluso que en este marco del orden sagrado y de la Eucaristía se den traiciones, como sucedió con Judas que elegido por el Señor terminó entregándolo. En el peor de los casos se trata de una libertad mal usada que en lugar de entregarse al amor se entregó al pecado, pero es el Señor el que obra, el que actúa a través de la persona ungida, ese Dios que elige lo que es considerado débil para confundir a lo fuerte, lo considerado innoble para confundir aquello que se considera perfecto, para que siempre se vea que es el mismo Jesús el que actúa a través del instrumento hombre que le facilita  las manos, la voz, las palabras para consagrar, para bendecir, para absolver, para todo aquello que hace presente a Cristo nuestro Señor.
Pero también la palabra de Dios hoy nos ilumina con Jesús lavando los pies a sus discípulos, como signo de servicio. Pareciera que el Señor pensó: si no es suficiente el morir en la cruz para que se den cuenta que es necesario servir, tendré este gesto concreto para que todos descubran y retengan en su mente el servicio, el lavatorio de los pies, y ahí Jesús nos invita a servir y no a ser servidos, porque el ser humano busca siempre que lo sirvan, -es la primera reacción instintiva-, pero si seguimos a Cristo tiene que ser todo lo contrario, la reacción instintiva y de  la fe ha de ser la de servir.
Queridos hermanos agradezcamos a Jesús por estos dones que nos regala. Siempre tenemos tiempo para retribuir en algo con nuestro amor a su persona y con la vivencia de su enseñanza todo lo que hemos recibido y seguimos recibiendo del Señor hoy en la Última Cena, mañana en la crucifixión, el domingo en su resurrección.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la misa del Jueves Santo, 01 de abril de 2021 ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com




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