16 de junio de 2025

Acerquémonos con confianza al Padre que nos creó, al Hijo que nos redimió y al Espíritu Santo que nos santificó.

Hoy celebramos el misterio central de nuestra fe católica, el dogma de la Santísima Trinidad. Esta verdad implica poseer la certeza que en un solo Dios, o sea, en una naturaleza divina, subsisten tres personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. 
Los que no creen, dicen que los católicos llamamos misterio a aquello que no podemos explicar, con lo que zafamos de dar razones.
Y ciertamente esta verdad es un misterio y, como tal, solamente podemos tener acceso a él por medio de la fe que permite conocer como verdadero, aquello que el conocimiento no  alcanza a entender.
Y eso lo vemos en muchos ámbitos de la vida, por ejemplo, el misterio del hombre, el ser humano también es un misterio. 
¿Quién lo entiende, quién lo comprende? ¿Cómo conocemos nosotros a alguien? cuando ese alguien se manifiesta, se da a conocer, aunque no siempre lo hace totalmente,  es màs, ese prójimo no se conoce a sí mismo en su totalidad. 
A veces nos sorprendemos por lo que obramos, ya que sucede lo que vivía san Pablo, el cual reconocía que muchas veces hacía lo que no quería y dejaba de hacer lo que quería viendo esto como  misterioso. 
De manera que así como no conocemos al prójimo en su totalidad, pero Dios sí, y tampoco nos conocemos  en profundidad, pero Dios sí, sólo tenemos acceso aproximado al misterio de Dios. 
En cuanto que Dios se da a conocer,  cierto es que lo hace al modo que podemos acercarnos a su grandeza, sin conocerlo  en plenitud. 
En efecto, si alcanzamos la vida eterna, veremos a Dios cara a cara, pero lo contemplaremos conforme a lo que somos nosotros, según nuestra naturaleza. 
Santo Tomás de Aquino al hablar del conocimiento de Dios en el cielo, dice que es una visión limitada a la naturaleza humana.
O sea, Dios infunde en el entendimiento humano elevando su capacidad, un hábito infuso especial que se llama "lumen gloriae", la luz de la gloria, a través del cual el hombre conoce a Dios. 
Es decir, estando en el cielo, el ser humano sigue siendo limitado y, solo porque Dios le da un hábito infuso puede conocerlo, pero no totalmente,  dejándonos satisfechos porque es lo que podemos comprender según nuestra capacidad. 
Por otra parte, hemos de leer el Antiguo Testamento interpretándolo a la luz del Nuevo, y así acceder al misterio divino, como acontece en la primera lectura de hoy (Prov. 8, 22-31) en la que se anticipa la presencia del Logos, del Hijo de Dios, en la figura de la Sabiduría engendrada por Dios desde la eternidad y presente en la obra de la creación, manifestación del poder y bondad divinos. 
A su vez, creemos que el Padre envía al Hijo al mundo, se hace hombre, vive en medio de nosotros y muere en la cruz para salvarnos del pecado y de la muerte, anunciándonos, como lo escuchamos en el Evangelio (Jn 16, 12-15), el envío del Espíritu Santo, la tercera persona de la Santísima Trinidad, que  completa su obra salvadora.
Por eso afirma el Señor, que lo que no comprenden ahora los discípulos, lo verán con claridad cuando el Espíritu de la verdad les haga conocer lo que ha oído en la eternidad divina.
Sin embargo, el misterio de la Santísima Trinidad, al cual nos aproximamos cada día, no se devela totalmente ni siquiera en la Sagrada Escritura. 
Por ejemplo, ¿podemos medir nosotros el infinito amor de Dios para con cada uno? Si pudiéramos hacerlo tendríamos un conocimiento perfecto del ser de Dios, sin embargo sabemos que nos ama, que es misericordioso y sentimos su amor permanentemente, pero no podemos dimensionar como el mismo san Pablo lo dice, cuál es la anchura y la profundidad del amor de Cristo. 
Por eso ante el misterio de la Trinidad hemos de acercarnos con mucha humildad al Padre pidiéndole que lo sea siempre para con nosotros, que nos vea como hijos, hijos débiles, necesitados, que nos mire como mira a su Hijo hecho hombre, Jesucristo.
A su vez, a Cristo que es quien nos redimió del pecado y de la muerte, acudir para que podamos salir de la influencia del maligno, del pecado y podamos agradarle permanentemente.
Además, al Espíritu Santo pedirle que seamos dóciles ante su guía, que no nos abandone, que queremos ser santos y por eso necesitamos de su presencia en nuestra vida cotidiana. 
Queridos hermanos: tratemos de ir conociendo y profundizando algo del misterio de la Santísima Trinidad en el mundo y en nuestra vida. 
Pidamos siempre que así como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nos aman desde toda la eternidad antes de la creación del mundo, como destaca san Pablo a los Efesios, así también nosotros sepamos amar a este Dios uno y trino buscando siempre parecernos cada vez más a la dignidad divina.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en la Solemnidad de la Santísima Trinidad. 15 de junio de 2025

9 de junio de 2025

Imploremos que el Espíritu Santo realice sobre cada persona aquello que aconteció al comienzo de la predicación evangélica.

Cristo resucitado, que ya ascendió a los cielos y está sentado junto al Padre como su Hijo hecho hombre, nos envía este regalo del Espíritu Santo, tercera persona de la Santísima Trinidad, que tiene que completar, perfeccionar su obra en este mundo. Por eso, pedíamos a Dios en la primera oración de la misa, la gracia que el Espíritu Santo no solamente derrame sus dones sobre el mundo, sino que realice sobre cada persona aquello que aconteció al comienzo de la predicación evangélica. ¿Y qué fue lo que hizo el Espíritu Santo? ¿Qué cambió su venida? Vayamos al Libro de los Hechos de los Apóstoles (2, 1-11). El texto que acabamos de escuchar como primera lectura, nos habla de los discípulos juntos con la Virgen, reunidos en el Cenáculo, orando, esperando el Espíritu Santo. 
Es un día especial en Jerusalén, porque se está celebrando la fiesta judía de Pentecostés, con la presencia de judíos venidos de lejos. 
Esta fiesta tenía dos aspectos, por un lado se celebraba 50 días después de la Pascua,  para dar gracias a Dios por el éxito de las cosechas. Pero también porque actualizaba la alianza del Sinaí, cuando Dios entrega las dos tablas de la ley al pueblo, diciéndole a Moisés que este pueblo será mi pueblo, y yo seré su Dios, si escuchan mi palabra y la ponen en práctica. De modo que Jerusalén estaba repleto de judíos de la diáspora. ¿Qué significa esto de judíos de la diáspora? Aquellos que vivían lejos de su patria, y que estaban allí precisamente para celebrar la fiesta de Pentecostés.
Y acontece lo que hemos escuchado, el Espíritu Santo desciende sobre la Virgen y sobre los apóstoles en forma de lenguas de fuego, y comienzan a proclamar las maravillas del Señor. 
Y he aquí la sorpresa de  aquellos que escuchaban hablar a los discípulos, ya que a pesar de proceder de distintas partes y hablar distintas lenguas, todos entendían perfectamente lo anunciado. 
Este hecho corrobora  que la Iglesia fundada por Cristo estará presente en todo el mundo,  conviviendo con distintos pueblos, hablando diferentes idiomas, y  a pesar de esa diferencia, existirá unidad de fe, de esperanza y de caridad. 
El Espíritu Santo ubica todos los corazones para que a pesar de las diferencias de idioma, todos hablen el único idioma del amor, de la adoración, y del culto a Dios nuestro Señor.
Por eso es importante destacar lo que el Papa León XIV ha estado diciendo en estos días, que es necesaria la unidad dentro de la Iglesia, que han de cesar las divisiones, porque el Espíritu no vino a dividir, sino a unir, y aún respetando las diferencias que existen en las personas,  hay un único Espíritu. 
Escuchábamos recién en la segunda lectura (1 Cor. 12, 3-7.12-13) que en la Iglesia "hay  diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios quien realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común", labora, pues, en el corazón de todos y de cada uno.
Por otra parte, el Papa León XIV  enseña  que aquello que fomenta la unidad, la mantiene y la hace crecer, es lo que conocemos desde pequeños en nuestras familias católicas, o sea, la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. 
Tanto la Escritura como la Tradición, como el Magisterio, se necesitan mutuamente. No se trata de interpretar la Sagrada Escritura cada uno como le viene en gana, sino a la luz de la fe, a la luz de la Tradición y enseñanza del Magisterio. 
Recordar que todo lo que la Iglesia ha enseñado en el decurso del tiempo es la verdad, por eso no tenemos ningún miedo de decir abiertamente que profesamos la fe católica, apostólica y romana y que nuestra Iglesia es la verdadera Iglesia. 
Y nadie se tiene que sentir ofendido por esta afirmación, pensando que está siendo discriminado. No, es  verdad que Cristo ha fundado la única Iglesia, y si con el tiempo aparecieron disonancias, creando herejías a lo largo de la historia de la misma, siempre el Magisterio  ha iluminado,  enseñado y  recordado dónde está la verdad. 
De manera que hemos de buscar siempre que el Espíritu Santo trabaje en nuestro corazón, ya que a pesar de que somos diferentes, con misiones y dones diversos, estamos llamados a constituir un único cuerpo que es la Iglesia católica.
Jesús no nos deja solos ya que entrega el Espíritu Santo para que trabaje en el corazón de cada uno para percibir la realidad del bien. 
En efecto, cada persona bautizada recibe al Espíritu Santo y es enviada al mundo  para dar testimonio de Cristo resucitado. 
Por otra parte, como enseña la Escritura,  un signo de la presencia del Espíritu Santo, uno de los tantos, es que la Iglesia, por el poder del mismo, perdona los pecados en el nombre de Cristo,  y  ayuda y guía para perseverar en el bien (Jn. 20, 19-23).
Por eso pidamos incansablemente ser dóciles al Espíritu Santo, para que nos ame y trabaje en nuestro interior,  sobre todo en un mundo como el nuestro que busca tantas novedades, tantas cosas raras, en lugar de acudir justamente al Espíritu, al Espíritu de Dios que ha enviado Jesucristo para nuestra salvación.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en la Solemnidad de Pentecostés. 08 de junio de 2025

2 de junio de 2025

Con la Ascensión a los cielos, el Hijo de Dios hecho hombre y cada uno de los salvados, están con el Padre y el Espíritu Santo.

Hoy celebramos la solemnidad de la Ascensión del Señor a los Cielos, como anticipo del envío  del Espíritu Santo Paráclito. 
Los textos bíblicos proclamados, llevan de la mano a contemplar este misterio, ya que explican en qué consiste la Ascensión del Señor. 
Y así, en la primera lectura, san Lucas escribiéndole a Teófilo (Hechos 1,1-11) hará una síntesis de lo que aconteció cuando Cristo estaba presente predicando, lo que hizo luego de la muerte y resurrección manifestándose a los apóstoles, y cómo preparaba el corazón de ellos antes de regresar al encuentro del Padre del Cielo. 
Él anunció que retornaba al Padre,  que dentro de poco no lo verían más para volver a verlo después,  refiriéndose al fin de los tiempos. 
Y Jesús, luego de preparar a sus discípulos y darles fuerza, los envía a llevar el Evangelio a todas partes como testigos de la resurrección.
En la actualidad el Papa León XIV insiste mucho en el tema de la misión, pidiendo por ejemplo a los obispos franceses a volver a evangelizar a su naciòn, ya que la Francia católica de otra época ha cambiado totalmente en el transcurso del tiempo. 
De manera que el mismo Papa  tiene bien claro que la Iglesia  debe continuar evangelizando siguiendo el ejemplo apostólico.
En el texto del Evangelio (Lc. 24,46-53), el mismo Jesús prepara a sus discípulos diciéndoles que  les enviara al Espíritu Santo, el cual los moverá a la misión, a hacerlo presente al Señor, transformando  sus corazones para que puedan evangelizar.
¿Y qué significa la Ascensión, y a que nos prepara tanto el Señor? A entrar al  santuario del cielo como Jesús, ya que dice la segunda lectura tomada de la Carta a los Hebreos (9,24-28;10,19-23) que el Señor ingresa a un santuario, no  construido por las manos del hombre, sino el santuario del Cielo y  allí ocupará su lugar.
¿Pero cómo sucede eso, acaso el Hijo de Dios, no estaba en el Cielo? Pero es que ahora está en el Cielo de una manera nueva, diferente. No es solamente el Hijo de Dios que está con el Padre y el Espíritu Santo, sino que es Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre. 
De manera que la humanidad ya está presente en la vida eterna con Jesús, siendo esto  el comienzo, el anticipo, de que después todos aquellos que mueren en gracia de Dios, después de haberse purificado, entren a la Casa Celestial, al Reino Eterno. 
De manera que contemplándolo a Jesús en el Cielo, tenemos que llenarnos de esperanza, sabiendo que esa es la meta de nuestra vida. No nos vamos a quedar acá en este mundo, ya lo sabemos, pero a través de nuestro caminar por este mundo, nos preparamos para llegar a la meta, que es vivir eternamente con la Santísima Trinidad, con los santos, con todos aquellos que ya gozan de la presencia de Dios, de la vista de Dios. 
Además, la ascensión del Señor al Cielo permite tener también una mirada nueva sobre las cosas de este mundo,  ya que contemplamos lo que acá vivimos, pero con una mirada celestial.
Sabemos que todo lo que hacemos en este mundo, o lo que no hacemos en este mundo, tiene su repercusión en la vida eterna. O sea, nuestro caminar por este mundo no es un caminar así porque sí, sino que debe estar cargado de buenas obras para poder algún día estar gloriosamente con el Señor. 
Y ahí, ante Jesús, que está en el Cielo, no solamente se van a postrar los que ya están con Él, sino que también el triunfo de Jesús será sobre todo lo creado. Incluso aquellos que han vivido haciendo el mal en este mundo, tendrán que postrarse delante del único Rey, que es Cristo nuestro Señor. 
Por eso, contemplándolo a Jesús en la vida eterna, preparemos nuestro corazón, llenémonos de esperanza, confiados en que Aquel, que ya anticipadamente está en el Cielo, nos prepare un lugar a cada uno de nosotros.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en la Solemnidad de la Ascensión del Señor.  01 de junio de 2025

26 de mayo de 2025

Peregrinamos en este mundo, sabiendo que nos espera la morada de Dios en la Jerusalén celestial, la gloria de la vida eterna.


Siempre en la historia de la Iglesia, se han suscitado  dificultades, problemas, costumbres que se pretendían y que no se comprendían. Por eso, el mismo Espíritu Santo guía a la Iglesia para encontrar respuestas y soluciones para el bien de todos buscando una fidelidad mayor a las enseñanzas de Jesucristo, y no al pensamiento de grupos.
Precisamente en el texto que acabamos de proclamar (Hechos 15,1-2.22-29), se narra lo que acontece en el primer concilio, el de Jerusalén, cuando los apóstoles, incluyendo a Pablo y Bernabé y los presbíteros, tratan de resolver una cuestión que se había suscitado  cuando los judíos convertidos pretendían que los paganos, tenían que circuncidarse según el rito de Moisés para salvarse.
Pablo será un enemigo acérrimo de este principio totalmente falso, ya que la Ley de Cristo, la del Espíritu, es la que verdaderamente salva.
De manera que se reúnen y allí deciden mandar a Judas Barsabàs  y a Silas para llevar el mensaje a Antioquía, Siria y Cilicia, indicando cuáles son las mínimas cosas que deben cumplir los paganos, para que ayuden a una buena convivencia con los judíos convertidos.
Recordemos que Jesús, cuando funda la Iglesia, no deja resueltas todas las cuestiones que podrían suscitarse en el transcurso del tiempo, sino que será ella misma  con su  autoridad, y bajo la guía del Espíritu Santo, quien ha de responder a las cuestiones más urgentes que se plantean en el transcurso del tiempo.
En el texto del Evangelio (Jn. 14,23-29) se nos enseña cómo hemos de vivir en medio de la Iglesia, de modo que cada uno  debe buscar permanentemente manifestar su amor a Jesucristo, siendo fiel a su palabra, viviendo a fondo lo que el mismo Señor nos ha enseñado. 
Es interesante comprobar lo que Jesús dice en el sentido de que si lo amamos y somos fieles a su palabra, seremos amados también por el Padre, y de resultas de esto, el Padre y Él, habitarán en cada uno.
Y así, por la acción del Espíritu Santo, será realidad aquello de ser templos del Espíritu Santo, templos de la presencia divina en nuestro corazón, lo cual, indudablemente, va exigiendo vivir sin pecado mientras vivimos y caminamos por este mundo. 
Por otra parte, esa inhabilitación de Dios en nosotros otorga un fruto muy importante, que es la paz, la que el mundo no puede dar, sino solamente Cristo nuestro Señor. 
Precisamente el Papa León XIV insiste tanto en el tema de la paz en el mundo como fruto del amor divino,  signo de la presencia de Jesús entre nosotros. Esa paz que debe transformar, no solamente nuestro interior, sino también nuestras relaciones con los demás, porque hemos de buscar hacerlo presente a Jesús en este mundo. 
El Señor viene realmente a habitar en nuestro corazón, y resulta bueno que haya en nosotros una respuesta de amor, una entrega total a su Palabra, una vivencia de sus mandamientos. 
Cristo, a su vez, anuncia que vuelve al Padre. Precisamente el domingo que viene, Dios mediante, celebraremos la fiesta de la Ascensión del Señor, en la que actualizamos su retorno al Padre como Hijo hecho hombre, pero no para olvidarse de nosotros, sino para, desde otro ángulo, pensar y velar por nosotros mientras peregrinamos en  este mundo, sabiendo que nos espera la morada de Dios en la Jerusalén celestial, la gloria de la vida eterna.
Y así, entonces vemos que nuestra vida, en unión con Jesús, se proyecta directamente a la eternidad. 
Por eso es tan importante y necesario vivir lo que pedíamos en la primera oración de esta misa, prolongar la vivencia de la Pascua. ¿Qué significa prolongar el misterio pascual en nuestra vida? Morir cada día al pecado, a aquello que separa de Dios, para resucitar con fortaleza a la vida de la gracia. Amén.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el 6to domingo de Pascua.  25 de mayo de 2025

19 de mayo de 2025

Transformados por la unión con Cristo, amémonos los unos a los otros como Él nos amó, entregándose en la cruz por nuestra salvación.

 

San Juan anuncia que Cristo fue glorificado, y glorificado significa hacer conocer a alguien en su totalidad, "Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él" (Jn.13,31-35).
La glorificación comienza con la pasión dolorosa posterior al lavatorio de los pies de los discípulos. 
Es decir, Jesús se da a conocer en su amor extremo que llega hasta la cruz y da a conocer al Padre. 
Por lo tanto, glorificar es sinónimo de la pasión y muerte del Señor, momento en que se manifiesta el amor mas grande por la humanidad, dando a conocer también al Padre de quien procede esta naturaleza divina colmada de amor. 
Se ha hecho presente, se ha puesto al descubierto, todo lo que implica la presencia de Jesús entre nosotros, como Hijo de Dios y también con su pasión y muerte en cruz y la resurrección. 
De manera que la glorificación de Cristo implica que se revela totalmente aquello que impedía reconocerlo en lo más profundo de su intimidad. Los otros evangelios van a hablar de pasión, muerte, resurrección, Juan hablará de glorificación. Pero también el Padre es glorificado, porque en la medida en que Cristo  padece por la humanidad, es glorificado el Padre porque ha enviado a su Hijo para que  nos redimiera del pecado y de la muerte eterna.
Y esto produce algo importante y que destaca el mismo san Juan en el libro del Apocalipsis (21,1-5):"Yo hago nuevas todas las cosas". 
Cuando se pone en boca de Dios esta afirmación de hacer nuevas todas las cosas, pensamos en lo que Cristo resucitado nos trae a nosotros, ese algo nuevo que es el poder transitar este mundo sabiendo que nos espera la vida eterna, la Jerusalén celestial.
Esa Jerusalén celestial que sin embargo en la visión Juan ve que desciende hacia el ser humano y se presenta como morada de los hombres para llenarnos de esperanza, porque estamos llamados  a vivir no en la Jerusalén terrenal sino en la celestial. 
Nuevamente la resurrección confluye en la promesa de la vida eterna, y nuestra existencia ha cambiado por el misterio pascual  de Cristo.
Y hasta que llegue ese momento Jesús deja un mensaje bien concreto: "Ámense los unos a los otros como yo los he amado".
Precisamente el Papa León XIV insiste en la necesidad de la paz,  la unidad y la caridad, dones que se originan  en la unión con Cristo
La paz no se logra sólo por el esfuerzo humano,  debemos cooperar con la gracia de lo alto, sabiendo que la paz la otorga Cristo. 
La verdadera unidad se realiza en Cristo, unidos a su Persona, y la caridad se vive cuando amamos como Cristo nos amó. 
¿Y cómo nos amó Cristo? Entregándose por nosotros en la cruz, por lo que para amar hemos de entregarnos también. Ya en el hecho de renunciar al egoísmo, a la ira, a la antipatía, hacemos entrega de nosotros, porque amar como Cristo nos amó no es cosa fácil. 
En efecto, implica una tarea permanente de conquista personal para dejar de lado el egoísmo y servir al Señor, ya que  caminando por este mundo, transitamos la historia humana hasta llegar a la meta.
Mientras esto hacemos, sufriremos muchas contrariedades, soportando muchos problemas como anuncia Pablo y Bernabé a las primeras comunidades cristianas (Hechos 14,21-27). 
Porque el seguimiento de Cristo resucitado, el amar como Cristo nos amó, el vivir en esta nueva realidad, implica padecer y soportar muchas dificultades, pero siempre con la mirada puesta en la felicidad que se nos promete. 
Descubrimos así que todo esfuerzo que combata nuestro egoísmo tiene su sentido, no es algo inútil, sino  necesario para el crecimiento personal y el de todos los que formamos parte de la Iglesia. 
Pidamos entonces al Señor su gracia  y que proteja a cada uno  de las dificultades de esta vida.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el 5to domingo de Pascua.  18 de mayo de 2025

12 de mayo de 2025

En este día del buen Pastor, la Iglesia implora al Señor que suscite abundantes y santas vocaciones sacerdotales y religiosas.

 


Nosotros estamos habitualmente muy atentos, muy anclados a nuestra vida terrenal y la liturgia de la cual participamos cada domingo nos saca del letargo, despabila y  muestra que estamos llamados para  vivir con el resucitado, con Cristo y para Él. 
Por eso en la primera oración de esta misa  pedíamos a Dios ser conducidos a aquel lugar donde ya está presente el Pastor Eterno Jesucristo nuestro Señor, reconociendo que a la debilidad del rebaño corresponde la fortaleza del pastor.
Y  la esperanza de estar con Jesús en el futuro, ha de ser la guía de nuestro cotidiano caminar. 
En efecto, de nada vale la grandeza de este mundo, el pasarla bien, el disfrutar de todo, si no aspiramos a  la comunión con Dios. 
Qué hermoso sería que cada uno de nosotros pueda algún día estar presente en este cuadro que nos pinta san Juan en el libro del Apocalipsis (7,9.14-17) cuando contempla al Cordero, refiriéndose a Cristo en el trono, y que lo aclama y glorifican millares que vienen con vestiduras blancas que han sido blanqueadas por la sangre de crucificado y la palma del martirio que llevan en sus manos. 
Pero también, sin mencionarlo, incluye a todos los santos a lo largo de la historia, que están allí contemplando al Redentor, el cual se presenta como pastor que conduce al agua viva, a aquello que sacia plenamente el corazón del hombre, cual es la participación de la misma vida de Dios. 
Ese ha de ser siempre nuestro anhelo, poder llegar, como dice la liturgia, a los pastos eternos, porque como ovejas que somos de ese pueblo elegido, somos conducidos por Cristo, que sigue estando presente en nuestras vidas.
De hecho, hemos venido hoy para estar con el Señor, no solamente en la oración, sino concretamente cuando el pan se convierte en el cuerpo de Jesús y el vino en su sangre. 
Todo esto debiera colmarnos de gozo y de alegría, y como queremos que otros participen de esta alegría y de este gozo, nos sentimos enviados al mundo para proclamar el Evangelio, como lo hacía Pablo en Antioquía de Pisidia, cuando por esta palabra de Dios transmitida, muchos se convertían, aunque otros, por envidia,  la rechazaban. 
Por eso, los judíos instigaron a  mujeres piadosas, que por lo que se ve, nada de piadosas tenían, fomentando  la persecución contra los apóstoles, justamente para sacárselos de encima. 
Esto lleva a que Pablo y Bernabé adviertan, sacudiéndose el polvo de su calzado, que irán, por mandato del Señor, a predicar a los paganos, produciendo gran alegría en ellos .
Es muy importante advertir que en la vida, Dios no pasa  continuamente, a veces uno piensa que  rechazo a Dios hoy, y mañana cuando vuelva, le voy a decir que sí, y no sabemos si habrá una segunda oportunidad, por lo que es importante responder  apenas el Señor viene como buen pastor, y quiere guiar a los pastos eternos. 
En este día del buen Pastor, la Iglesia eleva sus oraciones por las vocaciones sacerdotales y religiosas. Hemos de pedir, permanentemente, por esta intención al Pastor Eterno, para que Él siempre le dé a su Iglesia, fomente en su Iglesia, abundantes y santas vocaciones sacerdotales y religiosas. 
El Señor ha querido darnos esta semana un nuevo pastor universal, el sumo pontífice León XIV,  siendo una bendición especial porque ya tenemos a quien nos conduzca,  guíe y, señale el camino. 
Y tanto el Papa, como los Obispos, como los sacerdotes, hemos de proclamar permanentemente la necesidad de escuchar la voz del Señor. Justamente en el texto del Evangelio (Jn. 10, 27-30) Jesús dice que sus  ovejas escuchan su voz. 
En un mundo que aturde, donde escuchamos tantas voces que distraen, tenemos que afinar el oído para escuchar justamente la voz de Cristo, la del buen Pastor, que busca nuestro bien, que  quiere mostrar el misterio trinitario, que guía a los pastos eternos. 
Y movidos nosotros por la gracia del buen Pastor, intentar ser pastores y buenos guías en la sociedad en la cual estamos insertos, ya sea en la familia, en el grupo de amigos, en el trabajo, en tantos lugares donde un bautizado se encuentre, ha de estar también Cristo  Señor.
Por lo tanto, pidamos humildemente que nunca nos falte la gracia divina para que podamos ser fieles a la vocación que se nos ha dado. Amén.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el 4to domingo de Pascua.  11 de mayo de 2025

5 de mayo de 2025

Necesitamos para nuestra vida amar profundamente a Jesús, para dejar atrás todo aquello que nos aleja de Él, y predicar el evangelio sin temor alguno.

 

Nuevamente Jesús resucitado se aparece a los discípulos, porque tiene que confirmarlos en la fe, de modo que puedan presentarse ante el mundo como testigos de la resurrección del Maestro. 
Hemos escuchado este relato precioso del encuentro del Señor con algunos discípulos suyos, conocido con el nombre de la pesca milagrosa (Jn. 21,1-19).
Es elocuente comprobar cómo, cuando ellos obedecen el pedido de Jesús, la pesca es abundante. Eso nos advierte que en la vida, si queremos que las cosas funcionen, es necesario escuchar al Señor. 
No pocas veces creemos que las dificultades se arreglan siguiendo nuestro primer impulso. 
Sin embargo,  cuando pareciera que nada tiene salida, debemos acudir y hacer lo que Jesús nos dice, que traducido significa buscar siempre la voluntad de Dios en nuestro obrar cotidiano. 
Jesús está cerca de nosotros, aunque no lo veamos con los ojos materiales, y Él desea compartir una comida amical como lo ha hecho con los discípulos. Compartir el pan implica siempre un signo de amistad, ya que comemos el pan con aquellos  que son amigos o cercanos en nuestra vida. 
De repente Jesús hace a Pedro una triple pregunta, a él tiene que confirmarlo, no solamente para que dé testimonio del resucitado, sino que ha de afirmarlo en su fe, porque será el primer Papa, y por lo tanto ha de confirmar, a su vez,  a sus hermanos. 
Le preguntarà tres veces si lo ama, para que recuerde que tres veces también lo ha negado, pero que Él ha dejado eso atrás. 
"Me quieres más que estos", si Señor, Tu sabes que te quiero, y Jesús responde, "apacienta mis ovejas". Es decir, el amor a Cristo debe manifestarlo cuidando al rebaño que se le confía, por eso después de responder tres veces, Jesús le dirá, sígueme, es decir, realiza  lo que has afirmado. 
San Agustín enseña que  tenemos que ponernos en el lugar de Pedro, porque  representa a la Iglesia, y por lo tanto en Pedro está presente cada uno de nosotros,  y a cada uno pregunta: "¿Me amas más que estos o me amas realmente?" 
¿Por qué esa insistencia en el amor? ¿Es que Jesús necesita de nuestro amor? No, somos nosotros los que necesitamos para nuestra vida cotidiana amar profundamente a Jesús, porque solamente de esa manera seremos capaces de luchar en nuestra vida para dejar atrás el pecado, la infidelidad, todo aquello que nos pueda separar del Señor.
Justamente ese amor a Cristo hace posible que Pedro, delante del Sanedrín, como escuchamos en la primera lectura (Hechos 5, 27-32.40-41), sea capaz de decir que ellos han de obedecer primero a Dios antes que a los hombres. 
O sea, indicará Pedro, no nos prohibirán evangelizar, o que no demos testimonio de Cristo resucitado, porque para eso hemos sido enviados, y tenemos que obedecer a Dios antes que a los hombres. 
Cosa que no es fácil, porque muchas veces en nuestra vida, buscamos contentar a los que no creen, a la cultura de hoy, a la forma como se vive hoy, más que buscar transmitir la verdad que hemos recibido de Cristo nuestro Señor. 
Por eso es importante que el Señor nos proteja,  bendiga y colme de bendiciones para ser valientes testigos del resucitado en la evangelización intrépida en medio de las persecuciones del mundo.
También se ofrece para ayudarnos en esta tarea la Virgen Santísima, María Madre de Jesús y Madre Nuestra, a quien estamos celebrándola bajo la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe. Pidámosle especialmente a ella que nos guíe, que  acompañe y muestre el camino que conduce al encuentro de su Hijo. 
Encontrándonos con el Señor y escuchando su triple pregunta, respondamos "Señor, Tú sabes que te amo, Tú sabes que te quiero". 
Movidos por este amor  a Cristo y a la Iglesia, en estos días en que comenzará el cónclave, recemos insistentemente para que el Pontífice que se elija sucesor de Pedro, realmente sea conforme al corazón de Cristo nuestro Señor. 
Que preguntado el elegido por Jesús  "me amas", sepa responder, "Señor, Tú sabes que te amo", y se comprometa a cuidar a sus ovejas, a protegerlas, a confirmarlas en la fe.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el 3er domingo de Pascua.  04 de mayo de 2025

28 de abril de 2025

La misericordia supone siempre el dolor de los pecados y el propósito de hacer todo lo posible para no reincidir, poniendo los medios para ello.

 

Jesús resucitado sigue apareciéndose a sus discípulos, tiene que confirmarlos en la fe para después enviarlos a cumplir una misión concreta. En el texto del Evangelio (Jn. 20, 19-31) se mencionan dos apariciones, la primera, el mismo día de la resurrección, por la tarde, la otra, ocho días más tarde, con Tomás,  ausente en la anterior. Y Jesús se pone en medio de ellos, indicando la centralidad de su presencia, diciéndoles dos veces: "la paz que esté con ustedes", dejándoles  el don de la paz,  que concilia los corazones, manifestándoles  a su vez, que confíen en Él, porque estaban encerrados por temor a los judíos. 
De manera que así como el Padre lo cuidó, lo protegió hasta la hora suprema de la cruz, en la que debía dar testimonio, ahora será Jesús el que cuida a sus discípulos para que cumplan con su misión, les muestra que está con ellos y no los abandona.
Y en este primer encuentro los envía: "Como el Padre me envió, yo los envío a ustedes", y sabiendo que en la misión tendrán problemas y persecuciones, les entrega el don del Espíritu Santo para que los pecados que  perdonen sean perdonados, y los que  retengan sean retenidos.
La Iglesia siempre entendió que con estas palabras, Jesús instituye el sacramento de la reconciliación.
El Jueves Santo meditamos en la institución de la Eucaristía y del orden sagrado, junto con el mandato de vivir la caridad siendo siervos de todos los demás, y ahora  una vez resucitado nos entrega el regalo del sacramento de la penitencia. 
De modo que deben los apóstoles manifestar con claridad la misericordia de Dios, por lo que celebramos hoy  la fiesta de la Divina Misericordia.
De tal manera que el mismo Jesús en sus apariciones, en relación con esta devoción, dirá que nos acerquemos a Él siempre con humildad, mostrando nuestros pecados, nuestras debilidades, incluso diciéndole: "no sé qué hacer, cómo superar este defecto, esta caída, este vicio, dame tu consuelo, ayuda y protección", porque  en nuestra debilidad se hace presente la fortaleza de Dios. 
Para lo cual es necesario indudablemente reconocer que somos pecadores, ya que quien piensa que no tiene pecado,  que es santo y bueno, que no tiene necesidad de implorar la misericordia,  corre el riesgo de permanecer encerrado en su soberbia, en su seguridad, en su autosuficiencia. 
Es necesario hacerse pequeño delante de Dios, reconocer nuestras faltas, debilidades, y pecados,  e implorar así la misericordia divina. 
Jesús enseña  que los pecados no perdonados en la confesión son retenidos, a su vez,  en el cielo. 
¿Puede un sacerdote no absolver algún pecado? Sí, cuando el penitente no está arrepentido o  directamente está convencido que debe seguir pecando con toda tranquilidad, sin propósito de enmienda, no puede darle la absolución, so pena de hacer inválida la absolución.
En efecto, aunque el sacerdote repita la fórmula de la absolución, esta no produce el efecto debido si la persona no está arrepentida y no está dispuesta a hacer todo lo posible para cambiar. 
Por eso la misericordia supone siempre el dolor de los pecados y el propósito de hacer todo lo posible para no reincidir, poniendo los medios para ello.
Con la aparición de Jesús resucitado, los apóstoles  confirmados en la fe  dan testimonio de haberlo visto. Incluso Tomás, que había dudado, sale ahora fortalecido y se presenta al mundo como aquel que había dudado, fue confirmado en la fe en el resucitado y enviado para dar testimonio de ello.
¿Y qué hacen los apóstoles? Predican el Evangelio con amor, con entusiasmo, como lo vemos en la primera lectura tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 5,12-16), y a su vez, con el poder que les da Cristo, curan enfermos, expulsan demonios, y la predicación de ellos, que es la del Señor, produce cambios en el corazón de la gente.
Y así, se van agregando poco a poco nuevos creyentes, o sea, hay conversiones. 
Por otra parte el mismo Señor le  encarga a Juan, que está en la isla de Patmos, una misión especial, como lo relata en el Apocalipsis (1,9-11.12-13.17-19). 
Habla de persecución a causa de la palabra, y  ve a Jesús, que le dice, no temas, yo soy el que te envío. Escribe lo que vas a ir conociendo y envía todo esto a las siete iglesias de Asia. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin de todo lo que existe. "Escribe lo que has visto , lo que sucede ahora y lo que sucederá en el futuro"
Y Juan se pondrá en esta tarea de escribir, inspirado por el Señor, que habla del presente pero también anunciando lo que será en el futuro. 
Y nosotros también tenemos que estar preparados para ver qué tarea nos da Cristo resucitado,  mirando nuestra propia conversión, dando testimonio en medio de la familia, de los amigos, en los ambientes donde nos movemos para que Cristo resucitado se haga presente. 
Hermanos: pidamos abundantes gracias del cielo para mantenernos fieles a los dones recibidos.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el  2do domingo de Pascua.  27 de abril de 2025

21 de abril de 2025

María Santísima, como corredentora, comparte con su Hijo el primer encuentro en cuanto resucitado, con alegría y paz.

 Hemos actualizado en estos días del triduo pascual los distintos pasos de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Jesús está vivo. Jesús está con nosotros. Aquel que estaba muerto en su humanidad, ahora vive para siempre junto al Padre, como Verbo encarnado. A su vez, junto con nosotros en la Eucaristía, en los sacramentos, en la Iglesia, con su Palabra y con sus enseñanzas. 
Por eso no es necesario ir a la tumba del Señor. Pero, ¿Dónde está resucitado? Cristo está vivo. ¿Y dónde está en ese momento en que las mujeres fueron al sepulcro a buscarlo? 
Los Evangelios nada dicen de cuál fue la primera aparición de Jesús. 
San Ignacio de Loyola, en los ejercicios espirituales, dice que la primera aparición de Jesús fue a su madre, María Santísima, por eso no la vemos aquí, en el sepulcro, en la tumba. Ella está compartiendo con su Hijo un encuentro con gran alegría y  gran felicidad. 
Aquella que fue la corredentora, porque con su dolor se unió a la pasión de su Hijo, la que dijo en su oportunidad, "he aquí la servidora del Señor", está allí también como servidora del Señor, esperando encontrarse con su hijo. 
Ha sido un encuentro feliz. Imaginemos a la madre, contemplando a su Hijo, imaginemos al Hijo, encontrándose con su madre. 
Por eso, aunque la santa escritura calla acerca de esto, porque nadie tuvo experiencia de ello, y Dios no lo manifestó,  María se encontró con su Hijo, están los dos gozando del momento del encuentro. 
Y Cristo, reconoce de esa manera, que su madre es la primera misionera,  es servidora suya, y aquella que comunicará la alegría de la resurrección de su Hijo a los hijos que le encomendara.
A su vez, en el credo, rezamos que Jesús descendió a los infiernos. ¿Qué significa esa palabra, infiernos? No se trata aquí del lugar del sufrimiento de los condenados, sino que ese descenso de Jesús refiere al encuentro del Señor con todos aquellos que a lo largo de la historia se habían salvado, pero que no entraron al reino de los cielos, porque podríamos decir las puertas del mismo estaban cerradas hasta este momento de la muerte y la resurrección de Jesús. 
Precisamente en el oficio de lecturas que rezamos  los sacerdotes cada día, en el que corresponde al Sábado Santo, aparece una homilía antigua, de autor desconocido, en la cual se habla del encuentro entre Jesús y Adán, que el Señor está para rescatarlo y le tiende la mano.
Jesús, de esa manera, está cumpliendo la voluntad del Padre, lo que en los orígenes Dios había comprometido, enviar a su Hijo para que haciéndose hombre, salvara la humanidad del pecado. 
Cristo se encuentra, por lo tanto, con los profetas, con todos aquellos que han servido a Dios en el Antiguo Testamento y que merecen ahora contemplarlo cara a cara para siempre. 
De manera que el Señor todavía no ha vuelto junto al Padre, pero ya se ha encontrado con su Madre, con los que han muerto y esperaban la redención para ir al cielo, y comenzará con sus apariciones a las mujeres, a los discípulos, para llenarlos de alegría, para manifestar el triunfo de la vida sobre la muerte, el paso de la muerte a la vida. 
Este paso de la muerte a la vida que hemos concretado se perfecciona en  el Sacramento del Bautismo, como hemos recordado en las lecturas bíblicas, ya que  el Sacramento del Bautismo significó que se aplicara a cada uno la muerte y resurrección de Cristo. 
¿Para qué? Como nos decía el Apóstol san Pablo, para que quede atrás el hombre viejo y renazca el hombre nuevo. El hombre viejo del pecado tiene que desaparecer en nuestra vida y darle lugar al hombre nuevo que vive de la gracia, que vive de la amistad con Cristo. 
Por eso, en esta Noche Santa, si estamos en paz con Dios, más que lamentarnos por nuestros pecados, tenemos que alegrarnos por la gracia recibida en el Sacramento de la Reconciliación, cada vez que nos encontramos con el Señor. 
Que esta celebración no sea un buen recuerdo, del cual al poco tiempo nos olvidamos, sino que sea un retorno a la vida, el encontrarnos  con Cristo y con la salvación que nos otorga. Pidamos que nunca nos falte la gracia que quiere darnos a cada uno de nosotros si nos mantenemos fieles.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en la  Vigilia Pascual.  19 de abril de 2025

19 de abril de 2025

"Cristo se humilló por nosotros hasta aceptar por obediencia la muerte de Cruz, por eso, Dios lo exaltó y le dio el nombre que está sobre todo nombre"


¿Qué debo hacer con el rey de los judíos? pregunta Pilato, "¡crucifícalo, crucifícalo! responde la multitud", "¿Al rey de ustedes he de crucificar?  ¡No tenemos más rey que al César!, responden". 
Esto se repite a lo largo del tiempo, a lo largo de los siglos. La gente dice no tengo más rey que el César. No quiero saber nada con este perdedor que está aquí siendo juzgado y que marchará a la cruz. 
Porque no nos engañemos, la gente está indiferente, a pesar de los muchos que  están visitando las iglesias por el turismo religioso. 
Yo lo veo aquí y siempre lo he visto, la gente recorre las iglesias, para contemplar lo que antiguamente se llamaba monumento, pero ¿cuántos realmente quieren encontrarse con Jesús nuestro Señor?
La gente visita las iglesias y no se ven libros piadosos, van todos con la mochila a cuestas como si fueran de safari, llevando el termo, el mate, los churros o masitas, pispiando los templos sin mucho amor por la Eucaristía,  o sea, Cristo crucificado, en lo que refiere al Señor, sigue siendo un espectáculo gratuito que se ofrece. 
Es cierto que no todas las personas que pululan por las calles estos días están desinteresadas, también hay quienes realmente quieren comprometerse con Cristo nuestro Señor, cambiar de vida y comenzar esa renovación que trae Jesús crucificado.
Pero sin embargo, la mayoría de los seres humanos ya le han dado la espalda a Cristo nuestro Señor, empezando por la misa dominical, que ya no resulta atractiva, siguiendo por la no formación cristiana en el seno de las familias, continuando por la recepción de costumbres mundanas que se oponen al evangelio, y en fin, todo un sinnúmero de acontecimientos que nada tienen que ver con Cristo.  
Sin embargo, el Señor sigue esperando  que nos transformemos, que seamos nuevas criaturas, y por eso resucita el tercer día, venciendo la muerte, enseñándonos que Él viene a sacarnos precisamente, no solo del pecado y de la muerte eterna, sino de todo aquello que en la vida cotidiana es muerte, por su ineficacia para revivirnos. 
Sólo la cruz de Cristo es la que nos revive, la que nos salva. Y es ahí donde tenemos que agarrarnos nosotros, en medio de este mundo, sabiendo que el Señor es el que nos da la respuesta precisa a nuestros males, a nuestras inquietudes, a nuestras dudas. 
Y no nos deja solos, como decíamos ayer, está presente en la Eucaristía, en el sacramento del Orden, en el mandato de ser servidores de todos. 
Y hoy nos entrega este hermoso regalo de su madre. "Mujer, ahí tienes a tu hijo". Ese término mujer, que de alguna manera evoca a la primera mujer, Eva, por la cual entró el pecado en el mundo, mientras que ahora, por otra mujer, María, entra la salvación. 
Y a Juan le dirá, "ahí tienes a tu madre". Por eso tenemos que estar sumamente unidos a María Santísima, sabiendo que ella nos cuida, protege, guía, y conduce al encuentro de su Hijo, por lo que  siempre está preocupándose por nosotros, para que recibamos a Jesús. 
Ella es la servidora, en los Evangelios aparece poco, pero siempre en la actitud de servicio a su único Hijo, por eso comprometámonos, no solamente con Jesús, sino también a recibir en nuestros hogares, en el corazón, la presencia de la Virgen. 
Enseñemos a los pequeños, a los niños, ese amor tierno por la Madre del Cielo, que de chicos ya aprendan a rezar el Rosario a diario.
Y así como cuando se les castigan o caen al suelo, claman por su madre, que también aprendan a clamar por la Madre del Cielo en medio de las dificultades de esta vida. 
Queridos hermanos, que estos misterios santos que estamos actualizando, realmente alimenten nuestra inteligencia para conocer cuánto nos ha amado el Señor, y alimente nuestra voluntad para que sepamos responderle también con ese amor que el Señor merece. Esto implica seguir la voluntad del Padre, como Él lo ha hecho, y  así, también nosotros, le demos gloria cada día.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en  el Viernes Santo. 18 de abril de 2025

18 de abril de 2025

Con el lavatorio de los pies, Cristo nos enseña que Él es siervo de cada uno, que ha venido a lavarnos los pies, porque siempre está pensando en nuestra salvación.

 

Con esta celebración ingresamos en el triduo pascual,  acercándonos a los sentimientos de Cristo desde su pasión hasta la muerte en  cruz, rescatando al ser humano del pecado y de la muerte eterna.
De esa manera que todo lo que vemos del Señor es toda la bondad y el amor que derrama sobre cada persona por quien muere.
Él busca nuestro bien, quiere nuestra salvación, y más justamente sabiendo que somos pecadores, aún incluso a pesar que muchas veces somos infieles y nuestra respuesta es negativa a tanto amor.
O sea, el Hijo no se deja ganar en generosidad, y hasta el final cumplirá  con la voluntad del Padre que lo ha enviado para que tomando nuestra naturaleza humana, la saneara por dentro, y a su vez, nos enseñara  a caminar hacia el  Creador que nos espera. 
Y todo esto, porque como dice San Pablo a los cristianos de Éfeso, fuimos elegidos desde antes de la creación del mundo para ser  hijos adoptivos del Padre bondadoso, e imitando y siguiendo a Jesús, encontremos  el camino de regreso a la casa paterna. 
Por eso es muy importante tener en cuenta que el gran enemigo de Dios y nuestro es el pecado, al cual debemos aborrecer siempre y desechar de nuestra presencia. 
Acostumbrarnos a que cuando parte de nosotros la posibilidad de elegir entre Cristo y el pecado, sin dudarlo, elijamos a Cristo y veamos a Cristo crucificado, sacrificio por el cual fuimos también nosotros salvados. 
La liturgia entrega todos estos signos de amor del Padre a través de su Hijo, ya que precisamente en la última cena nos deja este regalo de la Eucaristía que bajo las especies  de pan y vino   está presente el cuerpo, la sangre, alma y divinidad de Jesucristo. 
Y a partir de ese momento nosotros podemos no solamente ofrecer el sacrificio de Jesús al Padre, sino participar también del mismo en la comunión,  ofreciéndonos también a nosotros mismos. 
Cada misa que se celebra es un gesto del amor de Jesús para con la humanidad. Sin embargo, ¡cuántos católicos la han abandonado porque  prefieren otras cosas! Eligen seguir la misa por televisión, aunque podrían estar presentes, les encanta aquello que  halague sus sentidos,  consideran que la misa es aburrida.
No saben  que la misa nunca puede ser divertida si es la actualización de la muerte de Jesús en la cruz con su consiguiente resurrección. ¿Cuántos que se dicen católicos no aprovechan este regalo de la Eucaristía? Y si de la confesión habláramos mucho más todavía, ha quedado en mi olvido,  
En efecto se considera en el presente  que  todos somos santos, ahora, según la corriente del mundo, no existe el pecado. 
Sin embargo, si el pecado no existiera, ¿qué hacemos acá celebrando el Jueves Santo, mañana la Pasión, después la Vigilia Pascual? No tendría sentido nada de esto. 
A su vez, Jesús nos deja este otro regalo, el sacramento del Orden Sagrado cuando dice "Hagan esto en memoria mía". 
¿Y qué es esto? Justamente tomar el pan y consagrarlo, tomar el cáliz con el vino y consagrarlo por las palabras del Señor. 
Imaginen que hasta el fin de los tiempos estará presente justamente la Eucaristía por medio del sacramento del orden sacerdotal.
Y el otro regalo que concede es que nos enseña a vivir en esa actitud de servicio de lo cual Jesús nos da ejemplo supremo. Con el lavatorio de los pies, nos está diciendo que Él es siervo de cada uno de nosotros. Que ha venido a lavarnos los pies, porque siempre está pensando en nuestra salvación. 
Y nos transmite el mandato que hagamos lo mismo con los demás. Todos estamos para servir a nuestros hermanos. Nadie es superior a nadie. Cada uno tiene las cualidades que Dios le da  para ponerlas al servicio de los hermanos. Cada uno viviendo a fondo lo que es y lo que tiene. Sin envidiar los dones que puedan tener otros. Porque cada uno contribuye a la totalidad del cuerpo. Y entre todos, hacemos esa unidad propia del cuerpo místico de Cristo que es la Iglesia. Queridos hermanos, el Señor se nos descubre. Preparemos entonces nuestro corazón para recibirlo y para ir tras sus pasos.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en  el Jueves Santo. 17 de abril de 2025

14 de abril de 2025

Jesús es pisoteado y olvidado a causa de nuestras culpas, porque el Señor murió en la cruz para salvarnos de las miserias del pecado y de la muerte eterna.


      Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?", cantábamos todos recién en el Salmo responsorial, siendo conscientes que en este abandono de Cristo está presente cada persona de este mundo, todo el hombre sufriente.
¿Cuántos en este mundo y en la sociedad se sienten abandonados? Por su familia, por sus seres queridos, por sus amigos e incluso se sienten abandonados por Dios, aunque en realidad siempre está presente y  acompaña en medio de las necesidades,  dolores y  sufrimientos. Ese Dios que invita a ofrecerle humildemente a Él  todo lo que padecemos, por la salvación del mundo, por la conversión de los pecadores, por las almas del purgatorio, por una sociedad que necesita convertirse y volver a Dios. 
¿Cuánta gente va a vivir de una manera indiferente esta Semana Santa? Incluso católicos o supuestamente creyentes, porque hay otras preocupaciones que ocupan su corazón. No olvidemos que cuando el corazón del hombre está vacío y no está Dios presente, el ser humano busca llenarlo, satisfacerlo con otras realidades. 
Como ninguna cosa creada satisface al ser humano, está siempre corriendo detrás de una felicidad que se le escapa, sin reconocer que la felicidad es Dios. 
Pero para llegar a ese momento de felicidad plena es necesario pasar por el misterio de la cruz. ¡Cuánto le escapamos a la cruz! ¡Cuánto nos quejamos ante el misterio de la cruz en nuestra vida! y esto porque somos débiles. 
Por eso en esos momentos mirar a Cristo crucificado y tratar de asimilar lo que nos decía el apóstol san Pablo (Fil. 2,6-11), reconociendo que Jesús, siendo de condición divina, no sintió como un menoscabo a su dignidad el hacerse hombre y humillarse hasta la muerte y muerte de cruz. 
Jesús es pisoteado, olvidado, ninguneado y todo a causa de nuestras culpas, porque el Señor murió en la cruz para salvarnos, rescatarnos de las miserias del pecado y de la muerte eterna. 
Y nos deja esta enseñanza de que es en la pequeñez, en la humillación, donde uno se hace grande. 
El ser humano busca los honores, el poder, la gloria, pasarla bien. ¿Pero cuánto dura eso? Todo es pasajero, solamente permanece la gloria de Dios.  Por eso, individualmente hemos de buscar honrarle, seguirle, amarle y transmitir a la sociedad en la cual estamos insertos las enseñanzas  del Crucificado. 
¡Cuántas enseñanzas! ¡Cuánto nos ha dado el Señor! Hasta en el momento de la muerte está pensando en perdonar: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen", o le dirá al ladrón arrepentido: "hoy estarás conmigo en el paraíso". 
Siempre pensando en los demás, despojándose de la dignidad divina, humillándose, ofrendándose, siempre pensando en nuestra salvación. Queridos hermanos, comencemos esta Semana Santa con el espíritu dispuesto a encontrarnos con el Señor, a hablar con Él, imitándole no solamente en sus palabras, sino en sus obras para poder transformarnos totalmente. 
Lo hemos aclamado recién como rey de nuestros corazones y esto ha de ser la realidad a lo largo del año. Que Jesús realmente sea el que nos guíe, el que nos conduzca y  vaya mostrando el camino de la salvación sin distraernos en aquello que nos separa de Él y que  aleja también de nuestros hermanos.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en  el Domingo de Ramos. 13 de abril de 2025

7 de abril de 2025

El obrar de Cristo apunta a hacer algo nuevo en el corazón de la mujer adúltera, que arrepentida, será apóstol de la verdad.

 

El texto de Isaías, que escuchamos, forma parte de lo que se llama el segundo Isaías (43,16-21). Es decir, una serie de capítulos que fueron escritos por un discípulo del profeta, -inspirados, por cierto- que había estado precisamente en el exilio de Babilonia. Por eso, el texto recuerda a los exiliados cómo el Señor los ha  sacado de Egipto, cómo cruzaron el mar dejando el tendal de sus perseguidores en el camino, por lo que Dios ha sido siempre su guía en medio de las dificultades de la vida.
Si bien por su infidelidad, los israelitas fueron enviados al exilio, se les exhorta a que "no se acuerden de las cosas pasadas, no piensen en las cosas antiguas, yo estoy por hacer algo nuevo".
El "algo nuevo" consistió en retornar a su tierra una vez que fueron purificados en el exilio.
A su vez, ese "algo nuevo" se interpretó como lo que ha de realizar Jesús  entre nosotros.
La Semana Santa se aproxima, recordaremos la muerte y resurrección del Señor, y los que  ya  hicimos el recorrido cuaresmal, estamos convertidos y deseosos de encontrarnos con Jesús.
La liturgia recuerda que no miremos atrás, que dejemos atrás las cosas pasadas porque Dios se ha olvidado de nuestros pecados  si estamos convertidos, haciendo algo nuevo en cada uno,  por la pasión y muerte de Cristo, redimidos del pecado y de la muerte eterna.
En efecto, el creyente que vive de la fe y que está deseoso de unirse a Cristo mira al pasado para arrepentirse, pero una vez arrepentido y convertido, mira  el futuro, que consiste en una unión estrecha con el Señor, imitándolo a él, poseyendo sus mismos sentimientos.
Justamente el apóstol San Pablo (Fil. 3,8-14) tiene bien en claro la necesidad de mirar hacia adelante, correr hacia la meta,  aspirando a este encuentro con Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre.
Él es consciente de haber estado alejado de Jesús, pero por su misericordia que le tocó el corazón, se convirtió y se transformó en apóstol de los paganos, experimentando la exhortación de dejar  atrás las cosas del pasado porque Dios está  por hacer algo nuevo.
A su vez, el amor al Señor lo lleva a  exclamar que todas las cosas son estiércol comparadas con ese amor. 
En efecto, el texto litúrgico habla que Pablo considera todo  como desventaja o desperdicio, pero el original griego utiliza el término estiércol, de modo que todo aquello que en el mundo marea a la sociedad, enloquece a las personas, de tal manera que no pocas veces hasta los creyentes van detrás de todas esas vanidades, todo eso Pablo lo considera una porquería, comparado con el conocimiento de Cristo, con tal de ganar a Cristo.
Con estas palabras caemos en la cuenta hasta dónde se había enamorado del Señor y de la misión que le había encomendado, y cómo se enriquecía con las enseñanzas recibidas de Él.
A la luz de este ejemplo hemos de examinar hasta qué punto el tiempo de cuaresma nos ha  transformado, y si buscamos mirar siempre hacia adelante, para encontrar y vivir con Jesús, sabiendo  que en Él encontramos la verdadera felicidad.
En el texto del Evangelio (Jn. 8,1-11) el obrar de Cristo apunta a hacer algo nuevo en el corazón  de la mujer adúltera, que según la ley de Moisés debía ser apedreada, prohibido esto por los romanos ya que sólo ellos podían aplicar la pena de muerte.
Los escribas y fariseos acosan a Jesús para que se defina acerca de apedrear o no a esta mujer. Podemos imaginarnos a esos sujetos, algunos cargados en años y en pecados, regocijándose pensando que lo tienen acorralado al Señor. 
Sin embargo, Jesús responde de una manera magnífica, no se deja atrapar por la pregunta, no se siente obligado a responder lo que  quieren sino que siempre da una respuesta superadora y les dirá que quien esté sin pecado que tire la primera piedra.
En ese momento todo se desarma, ya que comenzando por los más viejos todos se retiraron.
Tuvieron esa transparencia de conocer su propio interior y no seguir con sus intenciones de lapidación sino que se fueron y, Jesús les enseña con eso que nadie puede levantar el dedito acusando a otra persona, ya que sólo Dios conoce lo que hay en el interior del ser humano y conoce el estado de cada uno.
Una vez que se han ido pregunta a la mujer: "¿alguien te condenó? no Señor, nadie", a lo que responde: "yo tampoco te condeno vete pero no peques más en adelante".
Esto es muy importante tenerlo siempre en cuenta, porque Jesús conoció el corazón de esa mujer, seguramente estaba arrepentida y por eso le dice "yo tampoco te condeno, vete pero no peques más", no es meramente un te perdono pero sigue pecando tranquilamente.
Al paralítico que curó en el templo le había dicho también vete y no peques más, no sea que te ocurran cosas peores.
Con estas palabras advertimos que el pecado es el peor enemigo del hombre, debemos deshacernos del mismo y considerar todo lo que es pecaminoso como desperdicio y que solamente nos atraiga el amor de y a Cristo, el seguimiento de su Persona y que realmente eso nos haga vivir a cada uno más entregados al Señor y desde ese amor de Dios también poder servir y amar a nuestros hermanos teniendo los mismos sentimientos de Jesús para con el prójimo.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en  el quinto domingo de Cuaresma. Ciclo C. 06 de abril de 2025