6 de enero de 2007

El don de la Patria Argentina y la tarea reclamada a los bautizados.

1.- Agradecimiento por los dones recibidos como argentinos.

Damos gracias a Dios porque reconocemos que desde nuestro nacimiento como Argentina no recibimos de Dios sino dones.
Esta es la tierra de nuestros padres, de todos aquellos que con su sangre, con su sudor y esfuerzo han hecho posible nuestra presencia hoy .
Creados a imagen y semejanza del Creador, somos conscientes que Dios nos ha dado una tierra generosa en bienes materiales, para que todos los argentinos pudiéramos extraer de ella, -ciertamente en derecho - los medios necesarios para el sustento y el desarrollo de nuestra dignidad como personas.
Hemos recibido el don de una matriz católica, que nos enseña que se ha de privilegiar siempre el respeto por la dignidad de la persona humana como creatura de Dios, y que la caridad en todas sus formas ha de ser siempre el signo de nuestra fraternidad entre los hombres.
Sintiéndose solidaria de todos, la Argentina abonó su corazón y su tierra, para que muchos venidos de otros confines, pudieran afincarse entre nosotros, y así en el crisol de razas fuera gestándose una peculiar identidad argentina.
Damos gracias porque en nuestras tierras, -por lo menos en el pueblo sencillo que encarna los valores como Nación- no hay odios raciales o religiosos, y porque cada día, en el respeto mutuo aprendemos a valorar los dones de cada uno.
La sed de justicia anida en cada uno, toda vez que se busca la igualdad de oportunidades, el desarrollo de las propias cualidades, el trabajo que dignifica haciéndonos sentir cocreadores con el Creador.

2.-Motivos para pedir perdón

Pero si abundantes son los dones por los que tenemos que agradecer sinceramente, numerosas son las cosas por la que hemos de pedir perdón, pensando en rectificar lo mucho que no nos enaltece sino que nos denigran y oscurecen la dignidad de la que estamos investidos.
La exclusión de muchos ciudadanos de participar en la mesa de la abundancia marca desigualdades sociales y económicas que nos avergüenzan.

En efecto mientras son pocos que tras los negocios y el desmanejo de la cosa pública se enriquecen, son numerosos los que gimen por un reconocimiento como personas que no llega.
Mientras nos despoblamos cada vez más como Patria, pululan hasta el hartazgo propuestas legislativas que buscan diezmar los habitantes por el aborto y la esterilización, repitiéndose escandalosamente el acopio de bienes por los poderosos de turno.
Al mismo tiempo que el pueblo sencillo sufre el flagelo de la inseguridad ante la indiferencia de los que afirman que es sólo una sensación, crece la vigencia del más fuerte a través de la violencia.
Ante la imposibilidad de adquirir bienes de consumo para la subsistencia básica

por el reinado de una inflación que golpea los magros bolsillos argentinos, se nos quiere enseñar a adquirir sustitutos que no están al alcance de la mano.
Simultáneamente a que muchos jóvenes no pueden acceder o retardan el matrimonio por carecer de condiciones mínimas para un proyecto de vida, los que legislan se preocupan por “la igualdad de roles en el matrimonio” como si fuera extraño al pensamiento moderno la mutua cooperación de los esposos para hacer crecer sus familias.
Mientras la dignidad de la persona reclama proyectos que encaucen el amor humano, se promueve el sexo seguro y la vigencia del placer egoísta sumiendo en la degradación y la tristeza a los que no alcanzan a vislumbrar que el amor sin proyecto de vida es sólo alimentar corazones cada vez más solitarios.
Ante el panorama de familias enteras que luchan solas para crecer ante la indiferencia de los poderes públicos, se pretenden canonizar formas provenientes de la perspectiva de género que siembran la confusión y exaltan lo contrario a la naturaleza misma de las personas.
Siendo la paz –que es “la tranquilidad en el orden” y no en el desorden- el gran anhelo de la mayoría de la población, se exalta el “cinco por uno” y el “no habrá olvido y perdón”.


3.-La enseñanza de Ecclesia in America .

Es por ello que, como señala Juan P. II en la Exhortación Apostólica Ecclesia in América (n° 27) hemos de comprender que “convertirse al Evangelio, para el pueblo cristiano que vive en América signifique revisar “todos los ambientes y dimensiones de su vida, especialmente todo lo que pertenece al orden social y a la obtención del bien común.”
Como señala el Pontífice –corroborando lo que venimos diciendo- , en América todavía hay pecados que claman al cielo (n° 56): “el consumo de drogas, el lavado de las ganancias ilícitas, la corrupción en cualquier ambiente que sea, el terror de la violencia........las desigualdades entre los grupos sociales, la irrazonable destrucción de la naturaleza”.
Estos pecados manifiestan una profunda crisis debida a la pérdida del sentido de Dios, y a la ausencia de los principios morales que deben regir la vida de todo hombre.
Sin una referencia moral, se cae en un afán ilimitado de riquezas y de poder, que ofusca toda visión evangélica de la realidad social.
Cada vez opera más el neoliberalismo que, haciendo referencia a una concepción economicista del hombre, considera las ganancias y las leyes del mercado, como parámetros absolutos en detrimento de la dignidad y del respeto de la persona y de los pueblos.
Dicho sistema - dice el Papa - se ha convertido a veces, en una justificación ideológica de algunas actitudes y modos de obrar en el campo social y político, que causan la marginación de los más débiles.
De hecho, los pobres son cada vez más numerosos, víctimas de determinadas políticas y de estructuras frecuentemente injustas” (n° 56).
La Iglesia presente en cada nación convencida que en la construcción de la Patria terrestre se contribuye a preparar el camino hacia la Patria del Cielo, nos hace ver cómo en el Evangelio, Jesucristo subrayó la centralidad de la persona humana en el orden natural, en el orden social y en el orden religioso.
De la dignidad del hombre en cuanto hijo de Dios, nacen los derechos humanos y las obligaciones (E. In América n° 57).
De allí que vislumbrando quién es nuestro prójimo, tratemos por todos los medios que sean reconocidos sus derechos.

4.- Interpelación a los bautizados y el Grupo Pro-Vida “Juan Pablo II”

Para trabajar en este campo de la dignificación humana, la Iglesia alienta y ayuda “a aquellos que son ejemplo de honradez en la administración del erario público y de la justicia” (E. In América n° 56), sabiendo especialmente el católico, “que puede encontrar en la Doctrina Social de la Iglesia la respuesta desde la cual partir para buscar soluciones concretas (E. In A n° 54).
La Pastoral Social, tarea significativa en la Iglesia, deberá por lo tanto, -para ser eficaz-, contener y desarrollar a todos los agentes que de alguna forma posibilitan el crecimiento de todos en la sociedad.
El ámbito social ha de reunir entonces, a los políticos, a los empresarios, a los obreros, a los profesionales, a los pobres, a los dirigentes de los diversos campos del obrar humano y a todo hombre de buena voluntad para que juntos en un verdadero diálogo buscador de la verdad, vayamos construyendo un espacio social dónde cada uno desde su vocación, pueda contribuir al bien de todos.

El Grupo Pro-Vida “Juan Pablo II”, de reciente creación, se enmarca en rigor en esta interpelación que hace el Señor a los bautizados, toda vez que trabajar por la vida es laborar sin prisa pero sin pausa por la dignidad de la persona humana.
En efecto, ¿qué otro objetivo pro-vida más digno puede existir que no sea el de elevar al hombre a su dignidad de hijo de Dios?
Trabajar por la vida será por lo tanto pensar al hombre como llamado a participar de la misma vida divina sin perder su condición creatural.
Pensar en la vida será estar también al servicio de todos, con el deseo de que cada persona tomando conciencia de su dignidad, luche para vivir de acuerdo a ella.
De esta forma –y el tiempo de Adviento lo reclama- estaremos actualizando la primera venida del Señor que se hizo hombre para que viviendo como verdaderos hijos de Dios, caminemos esperanzados hacia su segunda venida , cuando venga revestido de gloria para hacernos participar de la sobreabundancia de los bienes celestiales en el encuentro definitivo con el Padre.

Cngo Prof. Ricardo B. Mazza. Director del Centro de Estudios Políticos y Sociales “Santo Tomás Moro. Profesor de Teología Moral y DSI en la UCSF. Director del Grupo Pro-Vida “Juan Pablo II” de Santa Fe.

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