6 de enero de 2007

El Precio del Poder

Es el poder ya sea del dinero, de la grandeza personal, de los cargos, de lo económico, de lo político, de lo social, lo que suele obnubilar al hombre haciéndole perder de vista el verdadero sentido del poder.

1.- El anuncio del misterio Pascual del Señor y el mesianismo político.

En el evangelio que se proclamó ayer en la liturgia dominical, Jesús vuelve a hacer referencia a su pasión, muerte y resurrección (Marcos 9,30). Es lo que se llama el segundo anuncio de la Pasión, siendo el primero el que destaca el evangelista en el capítulo 8, (vers.31 a 34), que reflexionamos en la liturgia del domingo 17 de septiembre.
Llama la atención la insistencia de Jesús en este anuncio, ya que no lo hace porque sí. Ciertamente tiene una intencionalidad educativa para sus discípulos tan ocupados en sus propias convicciones mesiánicas.

En efecto, aunque Pedro había declarado que Jesús era el Mesías, no sin inspiración divina, (Mc. 8,29), no por eso tenía una concepción purificada del tema, ya que tratará de disuadir al Señor cuando habla de la muerte propia, mereciendo el “Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios sino los de los hombres” (Mc.8,33)

Los discípulos seguían pensando en términos de un mesianismo político, y Jesús con los dos anuncios de su pasión y muerte, quería llevarlos a la verdadera comprensión del misterio salvífico: El viene a instaurar un reino Nuevo, constituido por corazones nuevos que han recibido la Novedad del Evangelio y la renovación de la Gracia.
De allí que siguen sin entender, aunque intuyen que están equivocados, por eso su silencio cuando Jesús les pregunta “¿De qué hablaban en el camino? “ (Mc. 9,33).
¿Por qué no entendían? Porque sus mentes y corazones estaban como bloqueados para percibir la verdad de lo que Jesús anunciaba. Tenían otro proyecto, otro pensamiento acerca de la misión de Jesús,no encajaba la visión que tenían con las declaraciones del Señor.
Esto suele suceder cuando escuchamos al Señor con un esquema preconcebido en el que queremos adecuar el Evangelio, cuando en realidad la única forma para que el evangelio nos llegue y penetre con su verdad es acercarnos como “tabula rasa”, como si nada hubiera antes en nosotros, a la espera sólo que la verdad divina nos aleccione.

Jesús que los conoce, y sabiendo que habían estado discutiendo sobre quién era el más grande (v.34), les dirá “el que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos” (v.35).
Ninguno de los apóstoles se da por aludido, no preguntan a qué viene eso, entendieron perfectamente que el Señor sabía que estaban pensando acerca de qué “chapita” iban a tener en el nuevo reino, en el de “ellos”, no en el de Cristo por cierto.
Estaban tan confundidos acerca del supuesto mesianismo de Jesús que al realizar éste el tercer anuncio de la pasión, muerte y resurrección (Mc. 10,33), Santiago y Juan, los hijos del Zebedeo le piden el sentarse a la derecha e izquierda suya cuando esté en la gloria (Mc. 10, 37), a lo que Jesús responde “no saben lo que piden” (v.38).

Les cuesta a los discípulos entrar en esta nueva mentalidad que Jesús trae al mundo: el del servicio que culmina en el misterio de la Cruz.


2. El poder para servirse y dominar.

El Señor, en efecto, toca un tema que es crucial para la vida del hombre: el uso del poder.
Es el poder ya sea del dinero, de la grandeza personal, de los cargos, de lo económico, de lo político, de lo social, lo que suele obnubilar al hombre haciéndole perder de vista el verdadero sentido del poder que ha de ser usado para servir a Dios y a los hombres.

Lo que Cristo censura es el uso indebido del poder, cuando se lo utiliza para dominar, para someter, para servirse del otro, como lo indicará al decir “ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de todos; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud” (Mc. 10, 42-46).

El poder en éste caso esclaviza al hombre, a quien domina haciéndole creer que tiene vaya a saber qué grandeza.

Frecuentemente el uso del poder prostituye el corazón del hombre, ya que en lugar de usarlo para el bien se lo utiliza para el mal, para la degradación del hombre.
El poder mundano se utiliza la más de las veces con la única finalidad –y ese es su precio- de conseguir dinero, fama, estabilidad en el cargo, permanencia en el dominio de lo que es común para uso particular.
Justamente en la mira de quienes defienden el aborto, la esterilización de las personas, la anticoncepción, el deterioro de la familia, la perversión que pulula en la sociedad, y la eutanasia, está el negocio, el disfrute de los favores de los poderosos, y el honor desvaído de los que venden su conciencia al mejor postor.

No cabe la menor duda: si éstos tales defensores de la sinrazón quedaran empobrecidos y olvidados a causa de su ideología, hace tiempo ya que hubieran cambiado de “principios”.


3.- El poder del evangelio es servicio


Al destacar que el poder verdadero consiste en servir, Jesús quiere enseñar que el encuadre en el que hemos de movernos es el del evangelio y por eso previene ante la tentación de querer trasladar a la Iglesia toda mentalidad que provenga del mundo.

Como a los discípulos, nos costará seguir a Jesús si continuamos con una mentalidad propia del mundo donde rige el uso del poder de una manera desmedida, para uso particular.
Servir a los demás es poner al servicio del otro, cual permanente ofrenda de sí mismo, las cualidades, luces, dones y capacidades recibidas.
Es importante tener en cuenta esto ya que a veces en la Iglesia Católica, en su misión pastoral, creemos que debemos manejarnos con criterios de otros ámbitos donde lo que interesa es quedar bien, no meterse en problemas, ver dónde podemos conseguir algo en cada sector, no tener dificultades, ser “prudentes” no sea que nos cascoteen etc.
Reconocer que se ha de ser siervo es vivir profundamente en la libertad de los hijos de Dios.

Como Cristo, no buscar ser servido, sino servir. Servir proclamando la vida, defendiendo la dignidad de la persona humana, denunciando toda forma de injusticia, buscando el ir creando espacios en los que los laicos vayan formando su conciencia según el evangelio, y no según las “chicanas” del mundo.

Muchas veces acontece que en la Iglesia misma, los bautizados manifestamos tener lo mismos criterios del mundo, ya que en medio de las primeras dificultades abandonamos fácilmente el compromiso bautismal que nos impera a dar testimonio oportuna e inoportunamente de lo que hemos recibido.
Otras veces sucede que el poder que nos ofrece el mundo seduce más fácilmente que las promesas del evangelio y entonces la tentación de mirar para otro lado es muy grande.


4. El precio del poder servir

El seguimiento de Cristo imitándolo en su servicio a la verdad y a todos lo que engrandece al hombre, tiene su precio.
No es el precio de la seguridad, o de la calma chicha.
Es el precio de la cruz.


Justamente con ocasión de estas reflexiones, me preguntaba un feligrés sobre qué hacer ante las persecuciones que se reciben a diario, por ejemplo, en el trabajo, cuando por denunciar o señalar la corrupción, el cristiano es desechado o se le impide prosperar legítimamente.
La respuesta del evangelio no es promisoria en cuanto a ventajas temporales, sino que sólo invita a la imitación de Cristo.

Más aún el libro de la sabiduría es claro cuando afirma: “Dijeron los impíos: acechemos al justo, que nos resulta incómodo: veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida....” Se burlan, poniendo a prueba a Dios “si es el justo hijo de Dios, lo auxiliará y lo librará del poder de sus enemigos” y continúa el deseo de seguir sometiendo al justo a la prueba para comprobar su fidelidad “lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él” (Sab. 12,17-20).

Jesús no promete una vida tranquila a los que lo siguen sino la persecución y odio a causa de la verdad. Lo que sí asegura es la resurrección que tanto será en este mundo, cuando el mal sea vencido totalmente y luego la vida con Dios.

De hecho el mal está siendo vencido toda vez que cada uno de nosotros lucha y trabaja para ser mejor, y para llevar el mensaje del evangelio a la sociedad en la que estamos insertos.
No desfallecer aunque aparentemente parezcamos pocos, la semilla de la palabra y del bien va creciendo en lo secreto del corazón de muchos que no se prostituyen al mejor postor.

Servirse del poder para la mentira y por el dinero, quita el sueño permanente, ya que hay que buscar nuevos frentes de maldad para mantener en alza el precio del envilecimiento personal.

Servir como Cristo en la búsqueda del bien de las personas y de la verdad, lleva en sí la paz que sólo El otorga, aún en medio de las persecuciones del mundo, engrandeciendo el corazón con la vigencia de lo que es noble y verdadero.


(*) Cngo Ricardo B. Mazza, Director del Centro de Estudios Santo Tomás Moro. Párroco de Ntra. Sra. de Lourdes, de Santa Fe. Prof. de Teología Moral y Doctrina Social de la Iglesia en la UCSF.
25 de septiembre de 2006. ribamazza@gmail.com

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