(texto bíblico Marcos 8,27-35. Domingo 24 per annum, ciclo B)
1.-Sentido del acontecimiento que nos congrega
Congregados junto a la mesa de la Palabra de Dios y ante el altar del Sacrificio en el que renovaremos el misterio de la Cruz, nos encontramos esta tarde para celebrar con gozo los treinta años de la creación en la Arquidiócesis de Santa Fe de la Vera Cruz del Movimiento Encuentro de Matrimonios.
Cantamos el himno de gozo por tantos dones recibidos, -como no podría ser de otra manera-, reunidos en familia.
La Eucaristía de cada domingo nos convoca a celebrar al Señor en familia. De allí que estamos aquí, padres, esposos, hijos y hermanos, miembros de la familia del Señor resucitado.
La Eucaristía es una fiesta de y para la familia de los creyentes.
Aquí no solamente traemos nuestros esfuerzos y dolores semanales para ofrecerlos al Señor, sino que nos nutrimos con la Palabra de lo Alto, que disipa tanta verborragia insustancial que nos aturde y distrae permanentemente, y nos nutrimos con el Pan Vivo bajado del Cielo que anticipa el banquete eterno al que estamos llamados desde la creación, mostrándonos que no sólo del pan temporal vive el hombre.
Es Jesús quien nos convoca, y al sentirnos identificados con El, a quien recibimos como Hijo de Dios, es que nos reunimos en un clima de fiesta, como lo fue el primer encuentro realizado en Septiembre de 1976 (11, 12 y 13 de Septiembre).
2.-La divinidad de Cristo, fundamento de nuestro quehacer cristiano.
La alegría permanente del cristiano, aún en medio de las dificultades e incomprensiones del mundo, se funda en esa afirmación que escuchábamos recién de labios de Pedro: “Tú eres el Mesías.”(Mc. 8,27-35).
En efecto, la seguridad de que Jesús es el Hijo de Dios ilumina y da sentido a nuestra vida, al señalar que no caminamos sin rumbo en lo temporal, sino que transitamos entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, pero orientándonos a lo eterno.
Es hermoso poder llegar al final de cada día felices porque el Señor es nuestra fuerza y nos sigue convocando para que seamos sus discípulos, mostrando a todos los hombres de buena voluntad la verdad que El nos enseña aunque parezcamos anacrónicos o fundamentalistas.
Sí queridos hermanos, fuimos llamados como movimiento, para proclamar la verdad, especialmente la verdad sobre el matrimonio y la familia, a un mundo muchas veces ciego a recibirla y que con la petulancia de Pilato pregunta “qué es la verdad”.
Nosotros no preguntamos acerca de la verdad porque la tenemos completa.
Aunque se nos quiera confundir con el slogan de que sólo podemos conocer la verdad a medias, o de que sólo poseemos parte de la verdad, sabemos que la verdad es una y absoluta: Jesús es el Hijo de Dios.
Convencidos de la absolutez de la divinidad de Cristo podemos caminar por este mundo dándolo a conocer a Cristo íntegramente, sin omitir la claridad de la enseñanza evangélica y sin disminuir la exigencia de su vivencia.
3.-Encuentro de Matrimonios y su fidelidad a la divinidad de Cristo.
El Movimiento Encuentro de Matrimonios, habiendo ya realizado su centésimo retiro para matrimonios, durante estos treinta años, se ha mantenido siempre fiel al mensaje evangélico acerca del matrimonio y de la familia.
Hemos transmitido la verdad permanente del proyecto divino para la dignificación humana que se presenta siempre a la luz de la Palabra de Dios, orientado al matrimonio, -Dios los hizo varón y mujer- y a la familia, - creced y multiplicaos-
Es tan originaria esta verdad que hasta la misma vocación al sacerdocio o a la vida consagrada, que implica la castidad por el Reino de los Cielos, no se podría dar sin el contexto de un matrimonio y de una familia que ha servido de ámbito para el nacimiento y crecimiento de vocaciones tan específicas.
Este proyecto divino de dignificación humana en el matrimonio y la familia, justamente tiene razón de ser porque Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre.
El Hijo de Dios es quien se desposó con la carne humana, haciendo de la unión entre la humanidad y la divinidad un verdadero matrimonio.
Matrimonio indisoluble, porque el Hijo de Dios no se desdice de su compromiso con el hombre, aunque éste le sea infiel.
Matrimonio único, porque el Hijo de Dios al hacerse hombre llama a la comunión con El a todo hombre de buena voluntad, para iniciar con cada uno un diálogo con perspectiva de eternidad.
Y aún cuando el amor se prostituya por parte del hombre, Dios sigue fiel para siempre como ya lo señala en el Antiguo testamento la experiencia del profeta Oseas (Oseas 2,6-24), y el desposorio de la Cruz en el Nuevo Testamento, por el que Cristo muere por todos.
4.-La divinidad de Cristo fuente superadora de las dificultades matrimoniales
Es la fe en la divinidad de Cristo la que permite al matrimonio superar las dificultades que muchas se presentan por la debilidad humana, ya que “amor es servicio, amor es perdón, amor es justicia y es liberación” –como proclama el canto litúrgico.
Símbolo nuevo de Cristo, ya que como El se entregó por todos, en el matrimonio cada uno se entrega al otro sin cálculos egoístas.
La ayuda adecuada que representa la presencia de la mujer para el varón (Génesis 2, 20-24), no es una mera colaboración en las ingentes tareas que se desarrollan en el matrimonio y la familia, sino que implica la comunión de dos personas que si bien son iguales en cuanto a la naturaleza, son diferentes en su sexualidad que los hace tener una presencia complementaria para la realización mutua.
Y así tanto el varón como la mujer cuando prestan su consentimiento matrimonial están diciendo: “mi vida no tiene sentido si nó la comparto contigo”.
Y esto es así porque por disposición de la creación misma, la diversidad sexual permite a cada uno enriquecerse con las características del otro, en una unión que perdura en el tiempo, y cuya ruptura provoca muchas veces una frustración profunda al perderse el sentido inscripto en la decisión conyugal primera.
El rechazo al matrimonio por parte de muchos cristianos, cuando no hay impedimento alguno, como sucede hoy tan frecuentemente, manifiesta que aún no se ha descubierto que la divinidad de Cristo presente en el mundo, viene a recrear a todo hombre.
Es seguir en el círculo egoístico por el que cada uno se contempla a sí mismo y no se abre al proyecto divino que redime al hombre de sus limitaciones en una vida de entrega.
No se quiere en el fondo vivir para siempre en compromiso y responsabilidad con la otra persona, dejando el corazón siempre dispuesto y atento a nuevos coqueteos que estimulen la sensualidad y dejen sin vencer el “ensimismamiento” tan vacío como infructuoso.
Es no descubrir el rostro del Amor de Dios que se quiere prolongar en el matrimonio y resignarse a vivir sin esa iluminación que desde la fe da sentido a la vida.
Es renegar de la vocación humana llamada a compartir el mismo destino eterno, ya que no se quiere desde el tiempo abrirse a la eternidad a través de la donación de sí.
5.-Los padecimientos sufridos a causa de la divinidad de Cristo
Sigue diciendo el Evangelio de hoy: “El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado, y resucitar al tercer día”
¡Qué actualidad cobran estas palabras en el mundo de hoy!
En efecto, Cristo sigue padeciendo cuando se pretende destruir el matrimonio entre el varón y la mujer postulándose nuevos experimentos “extraños” al mensaje de la Palabra de Dios.
Cristo sigue padeciendo cuando no se le brinda a las familias con políticas adecuadas, los medios necesarios para cumplir con su misión de ser ámbito propicio para el desarrollo de la persona, como lo recuerda el papa Juan Pablo II en la Exhortación Apostólica Familiares Consortio.
Cristo sigue padeciendo y es condenado cuando se canonizan como “formadoras de personas” estilos de vida familiar contrarios al proyecto divino, mofándose de lo que llamamos la “familia tradicional”.
Justamente llamar a la familia “tradicional” es reconocer que se trata de una herencia recibida y entregada de generación en generación, -de allí el nombre de tradicional-, y que hunde sus raíces existenciales en el momento mismo de la creación del hombre como varón y mujer.
Promover otros modos de vivir el matrimonio y la familia, es preparar el terreno para la trivialización más profunda del amor, en el interior del corazón humano.
De allí que el ser humano, al renunciar a lo que es desde la creación, sigue padeciendo sus propias limitaciones, condenado a deambular en la vida social sin encontrar la felicidad que el Señor promete a los que quieren vivir en la verdad.
Por otra parte, Cristo sigue siendo ejecutado cuando se arrastra - por medio de proyectos estatales que vulneran el bien común- a tantas personas a optar por el aborto, la esterilización y la eutanasia.
Queridos hermanos, los tiempos que nos toca vivir se presentan con nubarrones cada vez más oscuros para el matrimonio y la familia.
No podría ser de otra manera, dado que la raíz de este desquicio está en la negación de Jesús como Hijo de Dios.
Expulsado el Hijo de Dios del corazón de los hombres no nos deben extrañar consecuencias tan nefastas para la vida del hombre.
6.-No ha de cundir el desaliento, a pesar de todo.
Pero esta situación no nos debe desanimar, ya que el mismo Jesús nos dice en el texto evangélico de hoy, que al tercer día ha de resucitar.
Sí, Cristo padece y sufre lo que padece y sufre la familia, Cristo es ejecutado cuando se quiere destruir el desposorio originario entre Dios y el hombre, pero Jesús nos habla de resurrección.
Es decir nos promete su triunfo sobre toda maldad, nos asegura que el engreimiento y soberbia del hombre que quiere ser como Dios quedará convertido en impotencia y perdición para sus fautores, como aconteció al principio.
El movimiento de encuentro de matrimonios debe seguir siendo fiel a la identidad que reviste desde su creación.
Seguir mostrando al Cristo conyugal como la presencia permanente de Aquél que se compromete con los esposos y la familia que se reúne en su nombre para cantar las maravillas de Dios.
Cristo Conyugal, Hijo de Dios, que conoce las dificultades del matrimonio actual para vivir su vocación y que por eso se nos muestra como Camino.
Cristo Conyugal, que sabe de las insidiosas doctrinas que buscan socavar el matrimonio y la familia, y se nos muestra por lo tanto como Verdad.
Cristo Conyugal que mira cómo se nos quiere aturdir con los placeres efímeros de la sociedad de consumo, y es por eso que nos enseña que El es la Vida.
¡Qué hermoso poder vivir en cada retiro matrimonial el encuentro con el Cristo Conyugal que une más estrechamente a los esposos abriéndolos cada vez más a dar lo mejor de sí!
¡Cuántos corazones encontraron la paz que necesitaban en su matrimonio gracias a la presencia sanadora del Señor!
¡Cuántos esfuerzos fruto del amor cristiano se realizan silenciosamente, para llevar el mensaje verdadero de Jesús sobre el matrimonio y la familia, a tantos matrimonios que buscan aún sin saberlo la luz que los ilumine y la fuerza que los anime a vivir el ideal al que se han comprometido!
¡Sigamos trabajando en el camino emprendido, sin miedo alguno, sustentados por Jesús el Mesías, el Hijo de Dios Vivo, contribuyendo así en la gestación de un mundo nuevo, en el que la Cruz y la Resurrección siguen salvando a quienes abren su corazón humildemente a Dios!
Homilía en la Misa de Acción de Gracias por el trigésimo aniversario del Mov. Encuentro de Matrimonios (16 de septiembre de 2006).
Cngo Ricardo B. Mazza, Asesor del Movimiento de Encuentros de Matrimonios (para la Ciudad Sede), Profesor Titular de Teología Moral en la UCSF, Director del Centro de Estudios “Santo Tomás Moro”, Párroco de Ntra Sra de Lourdes, de Santa Fe.
ribamazza@gmail.com
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