11 de enero de 2007

Las joyas de la Navidad: La Sagrada Familia


“En nuestra Patria lamentablemente se trabaja desde las esferas gubernamentales para imponer estas enseñanzas (de Gramsci) destructoras de la persona humana, que sólo buscan narcotizar al ser humano para utilizarlo para los fines más abyectos.”

El tiempo litúrgico de Navidad es el más breve de todo el año, de allí que las celebraciones que actualiza se suceden rápidamente, sin dejarnos detener mucho tiempo para reflexionar.
A la Navidad del Señor, le sobrevino la gozosa celebración de la Sagrada Familia de Nazareth y la Maternidad de María Santísima, acercándonos rápidamente a la Epifanía y al bautismo del Señor.
Por ello la conveniencia de recordar las hermosas enseñanzas que nos van dejando.


1.-El matrimonio de María y José y la familia con Jesús, ejemplo para la actualidad.

La Sagrada Familia de Nazareth nos permite contemplar a Jesús, María y José de una manera nueva.
Caemos en la cuenta que el Hijo de Dios se hizo hombre en el seno de una mujer, nació en una Patria determinada y en el ámbito de una familia.

Ya desde el inicio la Palabra de Dios nos presenta a Jesús presente entre nosotros asumiendo todo lo humano menos el pecado.
Quiso Dios primero un matrimonio, el de María y José, en el que se señala claramente que cada uno de ellos vivía en la presencia del Señor, dispuestos a escuchar la voz del Padre de los Cielos para ofrecerle el obsequio de la voluntad.
María dirá “Yo soy la servidora del Señor” (Lc.1, 38), José respetará las indicaciones de lo Alto “no temas recibir a María, tu esposa”, y “llevó a María a su casa” (Mt 1,20 y 24).
Percibimos aquí –en medio de una cultura que trivializa todo, aún lo más sagrado- que el matrimonio por ellos constituido es una respuesta al llamado del Señor, no una mera respuesta impulsiva de los sentimientos. Nos dejan esta hermosa lección de que el matrimonio, obra de Dios, debe ir gestándose desde la relación expresa entre la criatura y el Creador en la búsqueda continua que quiere descubrir qué quiere Dios de cada uno.


El matrimonio de María y José deja una enseñanza hermosísima para el hombre y la mujer de hoy. No está en el plan de Dios el matrimonio a prueba, menos para el creyente –que a veces no lo manifiesta sobre todo en este campo-.
¿Qué quieren probar los que se unen únicamente para ver si funcionan? Indudablemente no prueban que se aman de veras. Cuando existe verdadero amor se da de entrada la verdadera entrega, sin retacear el compromiso y éste es definitivo. El amor sólo se prueba justamente en el dolor compartido. La experiencia nos enseña que, por ejemplo, en el momento de la prueba sólo están los verdaderos amigos. Los oportunistas que sólo “probaban” a ser amigos desaparecen de escena. Lo mismo ocurre en el matrimonio: el verdadero amor resplandece en la prueba, y no como acontece a menudo, que ante la prueba sucumbe.

Como corolario de esto me permito una cita del genial G. K. Chesterton que en el libro “El amor o la fuerza del sino”, nos dice refiriéndose a la promesa que implica el matrimonio: “En este respecto es muy divertido escuchar a los que se oponen al matrimonio. Parecen imaginar que el ideal de la constancia era un yugo misteriosamente impuesto a la humanidad por el diablo, en lugar de ser, como lo es, un yugo consistentemente impuesto por todos los amantes sobre sí mismos. Han inventado una frase, una frase que es una obvia contradicción en dos palabras -‘amor libre’- como si algún amante hubiera sido jamás libre o pudiera ser libre. La naturaleza del amor es atarse a sí mismo, y la institución del matrimonio no hacía sino hacer un cumplido al hombre ordinario tomando en serio su palabra” (pág. 78) Edit. Rialp.


2.- La austeridad de vida.

Como familia, ya nacido Jesús, deberán aceptar las condiciones de estrechez económica del común de la gente de su tiempo. Pobreza que les llevará a confiar plenamente en la Providencia, pero asumiendo que como personas han de responder con el trabajo, la dedicación al hogar y la austeridad de la vida aceptada, sabiendo que la verdadera riqueza no está en el tener cosas sino el ser ellos cada vez más hijos de Dios.
Nuevamente la presencia de Dios va calando hondo en cada uno de los esposos. Piensan en estar al servicio del otro. No están pensando en quién sobresale más por encima del otro, sino más bien orientan lo mejor de sí al servicio de la felicidad del cónyuge.
Van pensando en una entrega total al Niño recién nacido. No les desvela qué lustre poseerá en el futuro, sino sólo el transmitirle la ley de Dios y prepararlo para lo que el Todopoderoso ha dispuesto para El. Están al servicio de la Vida que es su Hijo, esa Vida que abundantemente Jesús quiere otorgar a todo hombre de buena voluntad y que en el futuro vaya a recibirlo. Saben gozar con las pequeñas cosas de la vida, contemplan en la naturaleza el infinito amor de Dios que no se cansa de bendecirlos. Abiertos siempre a las necesidades de los demás como respuesta al Dios que siempre está dispuesto a satisfacer las suyas.
¡Qué armonía de vida y ejemplo de perfección nos ofrecen!


3.-La huída a Egipto

Asumieron desde el principio las dificultades de la vida propia del hombre común. De allí que siguiendo las indicaciones del ángel (Mt. 2, 13-15) marcharán a Egipto huyendo de la persecución de Herodes. Cualquiera de nosotros en su caso, ¡y lo hacemos tan a menudo!, nos preguntaríamos por qué Dios cuida de ese modo a su Hijo hecho hombre, por qué tienen que huir, ¿no hubiera sido más fácil infartarlo a Herodes y terminar con el problema?
Pero es que Dios –como ocurre con nosotros- no quiso eximir a la Sagrada Familia de la presencia de la Cruz desde el comienzo. En Egipto buscaron casa, por supuesto un lugar sencillo para albergarse, José sin trabajo -como tantos hoy día- rumbeaba de casa en casa ofreciendo sus manos de carpintero, desconocidos para todos en medio de una sociedad extraña.
Pero allí estaba la Providencia de Dios, cuidándolos, como lo hace con nosotros.

Y ellos, a pesar del desarraigo de su Patria, quizás faltos de todo, sirviéndose probablemente de la ofrenda dejada por los sabios de Oriente, miraban el futuro venciendo la tentación del desasosiego y de la angustia, confiando únicamente en la protección de Dios.

En medio de la penuria, la presencia de Dios en sus vidas brillaba como una estrella.
Y cuando Dios quiso, muerto ya el tirano (Mt.2, 19 y ss) volvieron a su tierra. Y esa estada en Egipto, no fue una anécdota más en sus vidas sino el “Kairós” la gracia de Dios que los enriqueció y fortaleció para nuevas pruebas.


4.-El templo de Jerusalén (Lucas 2,41 y ss)

Y llega la enseñanza de Jerusalén. Jesús se queda en el templo.
Tiene escasos doce años y ya disputa con los doctores de la ley, maravillados por su Sabiduría.
Sus padres lo buscan afanosamente después de advertir que no está con los demás niños en la caravana. Han perdido al Niño. ¡Cuántas veces también nosotros lo hemos perdido! Jugando con la vida pasajera perdemos a menudo contacto con quien es la Vida Verdadera. Cuando nos damos cuenta, ¿lo buscamos también?

“Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados” (Lc.2, 48) dice María, su madre. El P. Raniero Cantalamessa reflexiona atinadamente al respecto señalando que María está afirmando la necesidad de un padre y de una madre para constituir una familia. No dos papás, ni dos mamás. El pasaje bíblico con sencillez profunda afirma lo que conocemos de la naturaleza de las cosas: la constitución del matrimonio uniendo indisolublemente a una mujer y a un varón.

¡Cuánta sabiduría proclamada con hondura para los defensores de la perspectiva de género que difuminan la realidad integradora del varón y de la mujer como padres!
Y Jesús responderá que ha de ocuparse de las cosas del Padre (cf. Lc 2, 49). María y José no entienden con claridad lo que se les indica, pero intuyen que además de ellos existe una Paternidad que es superior y a la que todo hijo debe acudir para rendir su homenaje de exclusiva pertenencia.


5.-En su casa de Nazaret

Vueltos a su tierra, el Niño les estaba sujeto. En un mundo como el nuestro que deforma a los niños de tal manera que creen que es lícito independizarse de sus padres prematuramente, Jesús con doce años está sujeto a sus padres.
San Lucas lo menciona al regresar del encuentro en el Templo (cap. 2,51) diciendo: “El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos”
La actitud del Niño será todo don para sus padres, esperando de ellos lo guíen por el camino que lo hará crecer. Es en esa docilidad a sus padres, -que lo es también al Padre- donde Jesús irá creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres. Lucas lo recuerda en el evangelio en dos oportunidades: la primera después de la purificación de María y la Presentación del Señor, dando cumplimiento a la ley de Moisés (Lc. 2, 39 y 40) y luego al regreso de Jerusalén ya un adolescente (Lc.2, 52).
Sólo es posible crecer cuando se vive en esa comunión plena con el Creador, descubriendo a cada paso para realizarla, la Voluntad de Dios.

6.-La primacía de Dios, modelo para la familia actual.

Dejemos hablar al P. Gabriel de Santa María Magdalena .o.c.d.: “En la casa de Nazaret Dios está siempre en el primer lugar y todo está subordinado a él; nada se quiere o se hace fuera de su voluntad. El sufrimiento es abrazado con profundo espíritu de fe reconociendo en cada circunstancia la realización de un plan divino, que muchas veces queda envuelto en el misterio. Las más ásperas y duras vicisitudes de la vida no turban la armonía, precisamente porque todo es considerado a la luz de Dios, porque Jesús es el centro de sus afectos, porque María y José gravitan alrededor de él, olvidados de sí y enteramente asociados a su misión. Cuando la vida de una familia se inspira en semejantes principios, todo en ella procede ordenadamente: la obediencia a Dios y a su ley lleva a los hijos a honrar a sus padres, y a éstos a amarse y comprenderse mutuamente, a amar a los hijos y a educarles respetando los derechos de Dios sobre ellos” (Intimidad Divina, pág. 147. Edit. El Monte Carmelo. Burgos. 1976).-
Familias cristianas no pierdan la esperanza de formar auténticas personas de bien, hijos verdaderos de Dios, constructores de una sociedad diferente en la que reine lo que enaltece al hombre y se rechace todo lo que lo denigra.


7.- Conclusión: el acoso de Antonio Gramsci.

Antonio Gramsci, siniestro “filósofo” italiano que promueve una revolución cultural marxista patrocina entre otras cosas la destrucción de la Iglesia Católica, el dominio de la educación y de la familia como formadoras de valores de las nuevas generaciones.

En nuestra Patria lamentablemente se trabaja desde las esferas gubernamentales para imponer estas enseñanzas destructoras de la persona humana, que sólo buscan narcotizar al ser humano para utilizarlo para los fines más abyectos.
De allí que urge trabajar por vivir más profundamente nuestra fe, formándonos en la verdad liberadora del hombre que nos transmite nuestra Iglesia Católica, apoyar la formación de familias impregnadas de los valores que nos deja la Sagrada Familia de Nazaret y defendernos de todo proyecto “reeducativo” que pretenda la tiranía del Estado en la deformación de las conciencias.
No desesperemos, confiemos en el poder del Señor que no es efímero como el de este mundo, construyamos una familia nueva, ya que si ésta se pierde “se pierde la libertad, y se pierde para siempre. Nada queda sino los reflectores mecánicos y de control remoto del Estado Servil: su luz opresora disparada como rayos mortíferos sobre todos los rincones de la existencia, matando todo lo que crece con vida propia” (cf. Chesterton, op.cit. pág. 285).

Nota: a quienes quieran crecer en el sentido común en medio de una sociedad donde el disparate es lo “normal”, les recomiendo este bellísimo libro de Chesterton (padre de la sensatez) sobre el matrimonio y la familia: “El amor o la fuerza del sino”.

Padre Ricardo B. Mazza. Director del CEPS “Santo Tomás Moro” - Párroco de “Ntra Sra de Lourdes” de Santa Fe - Profesor Titular de Teología Moral y DSI en la UCSF - Director del Movimiento Pro-Vida “Juan Pablo II”
ribamazza@gmail.com

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